Cuenta la leyenda que el Cid Campeador ganó muerto su última batalla. Tanto el temor infundía a los moros que bastó que sus partidarios ataran su cadáver a la silla del caballo y lo pasearan antes de empezar la lucha por Valencia para dar coraje a los españoles y desmoralizar a sus enemigos.
Salvando las correspondientes distancias, un eco lejano de esa leyenda pareció resonar cuando Jorge Macri agitó el jueves último la posibilidad de una candidatura a senador nacional por CABA de su primo Mauricio. Intentaba amortiguar la creciente presión del gobierno que quiere llegar a un acuerdo en todo el país –en este caso todo el país quiere decir en CABA- y no dividir votos con el PRO en las elecciones de octubre.
La advertencia se produjo en medio del creciente tironeo por las candidaturas de una eventual coalición antiperonista. No hay otra cosa ni ideológica ni ética en juego. Se trata de un simple reparto de poder.
El día anterior el presidente Javier Milei había llamado al macrismo a ir con él “para juntos arrasar al kirchnerismo”. Mauricio Macri lo pensó 24 horas y le propuso armar una comisión con ese objetivo, es decir, diferir la cuestión “sine die” (ver: “Francos sin apuro”). Horas después Jorge lanzó la idea de la candidatura de su primo.
En este forcejeo ambas partes se desgatan con acusaciones de una virulencia propia de las internas tradicionales. Es llamativo cómo se acusan mutuamente de tener pactos secretos con el kirchnerismo en incontables operaciones a los que el periodismo se presta sin que los dirigentes pongan la cara. Mauricio Macri parece ser el que se encuentra en una situación más precaria.
En primer lugar, porque luego de su salida de la Casa Rosada su imagen negativa ha crecido en proporciones incompatibles con cualquier candidatura. En segundo lugar, porque no dejó una sucesión ordenada en el PRO, lo que a su vez obedece a distintas causas, pero básicamente a que los liderazgos no son hereditarios en la política nativa. Acá no hay un Le Pen posible. Además, con el populismo, por ejemplo Cristina Kirchner, ocurre otro tanto.
En tercer lugar, los dirigentes más destacados del PRO ya están en el gobierno: Patricia Bullrich, Luis Caputo, Federico Sturzenegger. Milei los reclutó sin pedir permiso. Bullrich puso las cosas en su sitio días atrás cuando dijo que las candidaturas en una eventual coalición oficialista le correspondía ponerlas al gobierno. A lo que hay que agregar que son muchos los cuadros del PRO que confiesan “off the record” su interés de participar del éxodo porque de lo contrario su destino seguro será el llano y oponerse a un gobierno al que no se pueden cuestionar por una razón de coherencia ideológica.
Por último, pero no menos importante, la principal debilidad del ex presidente reside en el éxito del plan de estabilización económica del actual presidente. No es necesario repetir cifras macro, baste señalar, por ejemplo, que el Central desembolsó el jueves pasado US$ 4.700 millones para pagar una deuda dejada por Martín Guzmán, pero el valor del dólar siguió quieto y el Central, comprando reservas.
En suma, no es el momento más oportuno para desafiar a Milei.
Otro terreno en el cual los Macri tampoco pueden diferenciarse del gobierno es en el de la política internacional. Milei dio el mayor apoyo regional a Edmundo González Urrutia, lo sacó al balcón de la Casa Rosada para que lo vivaran centenares de venezolanos exiliados en Argentina y lo proclamó legítimo presidente de su país.
Esa decisión no tuvo ningún efecto práctico, porque anteayer Nicolás Maduro prolongó su régimen “de facto”, sostenido por el Ejército y la oposición demostró su impotencia para desestabilizarlo. Pero para Milei fue una oportunidad más de mostrar su claro alineamiento con los Estados Unidos y diferenciarse del silencio convalidante de otros países de la región como Brasil, México, Colombia y Chile que no rechazan de manera activa la destrucción del estado de derecho y de la democracia en Venezuela.
Quedó a la vista que el aislamiento a medias del que es objeto Maduro, no modifica su situación interna. Nadie lo felicita por el fraude electoral –salvo las Madres de Plaza de Mayo—pero su triunfo político es indiscutible: la oposición no pudo jaquearlo y sobre su principal líder, Corina Machado, se cierne un futuro poco auspicioso como el de Juan Guaidó, hoy exiliado en Miami.
En suma, Milei ha cumplido con todo lo esperable de un gobierno reformista liberal y ha tenido resultados económicos que se traducen en un fuerte respaldo en las encuestas. Sólo le falta asumir en pleno el liderazgo de su sector y el último obstáculo es Mauricio Macri.