Opinión
DETRAS DE LAS NOTICIAS

El outsider que está cambiando la historia de la Argentina

Por Roberto Chiti

¿Era imaginable que un economista casi sin antecedentes políticos (sólo sus dos años previos de mandato legislativo), sin fuerza partidaria, ni parlamentaria ni territorial, desarrollara en su primer año como Presidente, y con bastante éxito, una suma de hechos que están comenzando a transformar un país estancado hace décadas y en decadencia?

Para una gran mayoría era impensable. Sobre todo, porque la Argentina se había transformado en un lugar en el que cualquier iniciativa de cambio profundo, de afectar al status quo y a los factores de poder, era visto como inviable políticamente, y sinónimo de amenaza a la gobernabilidad. “Imposible; No te van a dejar; Manejan la calle; Te paran el país”, algunas de las frases recurrentes que signaron el gobierno de Macri y se esbozaban antes de asumir Milei.

Entonces, las únicas alternativas de cambio propuestas oscilaban entre el peronismo (la garantía de que nada cambie), o las propuestas ilusorias “grandes consensos”. Sin embargo, esa fuerza necesaria para un cambio transformador llegaría por la vía menos esperada.

En agosto de 2021, poco antes que La Libertad Avanza se presentara en las PASO legislativas, mencioné en este mismo diario (1) que Javier Milei podía reconfigurar el escenario político del país, ya que la inercia de los últimos 20 años –empeorar año tras año- estaba agotada.

Y aunque era claro que muchos de los problemas estructurales son de más larga data, el largo período kirchnerista 2003-2023 (el gobierno de Macri fue un intento de cambio tibio y fallido dadas sus consecuencias) había llevado al país a un punto de degradación máximo en todos los órdenes. La agonía de ese ciclo con el desastre de Alberto Fernández –el peor Presidente de la historia argentina- y Massa, nos puso al borde del estallido y abrió así la puerta a un cambio verdaderamente disruptivo.

LOS PILARES

Lo cierto es que, con tan solo un 25% de mandato cumplido, Milei ya puso de manifiesto una voluntad política sin precedentes para torcer el rumbo previo del país.

¿Cuáles son los pilares sobre los que se asienta esta transformación?

El primero, y el más sorprendente, es la capacidad para ejercer el poder. Considerando las debilidades de origen en la construcción política de Milei, su inexperiencia en la materia, y todas las connotaciones que rodeaban a una figura con bastantes tintes extravagantes -a la luz de su trayectoria mediática-, era lógica la incertidumbre respecto a cómo podría llevar adelante la carga publica más importante.

Y en este sentido, resulta notable la forma en que el Presidente viene desplegando atributos de líder político. Probablemente también ayudado por el contraste con sus dos antecesores (la impotencia de Macri, y la incapacidad de Alberto), Milei muestra una gran naturalidad y una autenticidad sin precedentes para el ejercicio del poder. Habría que remontarse lejos en el tiempo para encontrar un Presidente democrático no peronista que muestre la decisión del actual para la toma de decisiones difíciles y la aceptación de sus costos.

Ciertamente, esa construcción de poder está en desarrollo, y el horizonte de grandes reformas pendientes supondrá desafíos mayúsculos que la pondrán a prueba. Pero hasta el momento, la combinación de firmeza, osadía y negociación para conseguir avances, como se demostró por ejemplo para marcarle la cancha a los gobernadores con los fondos, dictar decretos en el límite de la legalidad, o lograr la aprobación de la ley bases, marcan un rumbo indubitable.

El segundo pilar es la baja de la inflación. Aunque, al haber sido el principal mandato de la sociedad en las últimas elecciones, es claramente la condición decisiva y el eje central que está definiendo la suerte de la gestión en esta primera etapa.

En este sentido, el ajuste fiscal llevado adelante por el gobierno es indiscutible, en cuanto a su dureza inédita y en cuanto a sus resultados. El notorio y drástico descenso de la inflación registrado mes a mes y que ya se sitúa por debajo del 3% mensual, contrasta todavía más con el fin de la gestión kirchnerista, que, en una mezcla de incapacidad e irresponsabilidad, había plantado una bomba de tiempo hiperinflacionaria.

Esta política de ajuste económico viene implicando medidas de diversa índole, muchas de ellas antipáticas y con un elevado costo social, a pesar de lo cual el Gobierno se sostuvo inflexible en su rumbo. Y más allá de la discusión sobre dónde se ajustó más y qué sectores son los más afectados -jubilaciones, clase media, obra pública, empleo estatal, estructuras del Estado, etc.-, ser consecuente con su promesa de campaña le sigue reportando a Milei una valoración significativa ante gran parte de la ciudadanía.

Por supuesto, el combate a la inflación se da en el marco de una normalización generalizada de la economía, que incluyó la reducción de la brecha cambiaria, la suba de reservas del BCRA y la baja del riesgo país. Además, medidas como la actualización de tarifas de servicios públicos, y una numerosa cantidad de desregulaciones y recortes consumados o en curso, fueron restableciendo una confianza que, combinada con una mayor estabilidad macro, la salida del cepo y la reducción o quita de numerosos impuestos distorsivos, permiten proyectar un crecimiento sustancial para el año próximo.

ADIOS, CLIENTELISMO

El ordenamiento de la política social es el tercer pilar. El oficialismo está promoviendo un cambio fundamental, al comenzar a modificar el pernicioso sistema clientelar que el kirchnerismo llevó a su máxima expresión, basado en generar una dependencia sistemática de los sectores más vulnerables, y perpetuando así el ciclo de pobreza.

Al respecto, la quita de la intermediación en el manejo de planes y la entrega de alimentos a las organizaciones sociales significó un paso de enorme valor por parte del ministerio de Capital Humano, sin que ello significara disminuir la asistencia en medio de una situación de pobreza estructural récord.

Aunque los resultados del cambio de visión en este campo se verán en su real dimensión en el largo plazo, -y están supeditados a un ciclo sostenido y prolongado de desarrollo- es indiscutible que el Gobierno, además de promover una gestión más racional y transparente de la ayuda social, está mostrando una eficacia inusitada para apaciguar una dinámica de conflictividad que se anticipaba sería inmanejable. Sobre todo, tratándose de un espacio político autoproclamado en las antípodas de los sectores que suelen promover la desestabilización.

Vinculada a lo social, la política de orden público y seguridad constituye otro pilar que Milei está logrando asentar como un auténtico cambio de paradigma. Con una visión que en este caso también es diametralmente opuesta a la que buscó implantar el kirchnerismo, la cual se sustentaba en prácticamente abolir el estado de derecho, al promover los piquetes y las tomas de tierras, la liberación de presos o una deliberada complacencia con el narcotráfico.

Ya desde el inicio de mandato, y, nuevamente, siendo consecuente con las promesas de campaña, el gobierno de LLA puso el acento en afirmar una política basada en el cumplimiento de la ley y el orden. La promulgación del protocolo antipiquetes esta vez sí fue seguido de una aplicación firme de parte del ministerio de seguridad –hubo una reducción de cortes de calle en torno al 30% en lo que va de 2024-, además de cerrarse el cerco a la extorsión piquetera, investigando a sus líderes y limitando su accionar ilegal en la vía pública.

Y aunque aún sea prematuro establecer conclusiones inapelables respecto a logros concretos en seguridad, dada la lógica propia de las estadísticas sobre criminalidad, resulta indudable que las acciones que se están desplegando para combatir el delito, tuvieron un claro impacto positivo. Prueba de ello son, por ejemplo, el despliegue de más efectivos y con mayores recursos en los distritos de más incidencia del crimen organizado, como Rosario. O los controles –elementales- sobre los criminales en las cárceles.

A su vez, resulta de fuerte valor simbólico el mensaje sobre el que hace foco el oficialismo –“estamos siempre del lado de la policía”- lo que se ve ratificado por la implementación de medidas que lo sustentan inequívocamente y, también, por iniciativas que marcan un horizonte de sensatez, como el proyecto de sanción de un régimen penal juvenil.

LA BATALLA CULTURAL

Por último, la batalla cultural, desde la que el gobierno logró afianzarse. En este plano, interpretando el clima de época, Milei encontró un posicionamiento que incluso le está permitiendo proyectarse como referente internacional de una nueva derecha en crecimiento global.

Más allá de aspectos controversiales, como los modos de comunicación extremos y muchas veces innecesariamente agresivos, tanto hacia opositores como aliados circunstanciales o periodistas, la estrategia de confrontación le resulta funcional al gobierno. Sobre todo, en un contexto de hartazgo generalizado con las formas tradicionales de la política, y en el que la gran parte de sus opositores tienen un alto desprestigio público.

Sin embargo, son las medidas de fondo de esta batalla las que están generando un impacto sustancial, incorporando elementos novedosos para la cultura política argentina. Por ejemplo, la autenticidad para sostenerse en posiciones políticamente incorrectas, como significó haber cerrado -sin titubear y hasta reivindicándolo-, ministerios y programas totalmente improductivos e incluso distorsivos para el sentido común, que operaban como cajas de militancia ideologizada financiados por el conjunto (el Ministerio de la Mujer, el INADI).

También, en el mismo sentido, la revalorización del concepto de autoridad y la exaltación de principios valiosos que, desde ya, generan aversión en el progresismo, como “Dios, Patria y Familia”. O la desmitificación de falsos consensos que se habían impuesto en las últimas dos décadas, como la lectura sesgada sobre lo ocurrido en los años 70.

CONTRADICCIONES

La contracara de la valiosa batalla cultural es, muchas veces y de manera casi inevitable, la falta de respeto hacia el que piensa distinto, o la degradación de la investidura presidencial. Esto claramente tiene un costo, ya que aleja al Presidente de los sectores moderados a los que, en perspectiva electoral, deberá atraer como en 2023. Pero hay otras situaciones que son más preocupantes, y no se condicen con la auténtica vocación que tiene el gobierno de encauzar finalmente al país en un rumbo claro de desarrollo.

Esto se da sobre todo en el plano de lo institucional. La nominación a la Corte Suprema de Justicia de una figura injustificable desde lo ético como el juez Ariel Lijo, o la falta de compromiso mostrada por el oficialismo para la aprobación de la ley de ficha limpia, representan pasos en falso que el gobierno deberá corregir para seguir consolidándose como una verdadera fuerza de cambio.

Porque es indudable que, en este lapso de un año, entre muchos y notables aciertos, el gobierno de Milei incurrió también en errores poco aceptables. Reconocerlos será un paso imprescindible para profundizar el rumbo transformador que necesita la Argentina.

(1) https://www.laprensa.com.ar/505695-La-necesidad-de-un-cambio-imperioso.note.aspx)