«A los médicos se les dan metas de salud para cumplir o enfrentan sanciones. Esto incentiva la manipulación de los datos.Tomemos como ejemplo la muy elogiada tasa de mortalidad infantil de Cuba. En la mayoría de los países, la relación entre el número de muertes neonatales y las muertes fetales tardías se mantiene dentro de un cierto rango entre sí, ya que tienen muchas causas y determinantes comunes. (…) Cuba, con una proporción de 6, fue un claro caso atípico. Esta proporción sesgada es evidencia de que los médicos reclasificaron las muertes neonatales tempranas como muertes fetales tardías, desinflando así las estadísticas de mortalidad infantil y apuntalando la esperanza de vida. Los médicos a menudo realizan abortos sin el consentimiento claro de la madre, lo que plantea serios problemas de ética médica, cuando el ultrasonido revela anormalidades fetales porque `de lo contrario podría aumentar la tasa de mortalidad infantil’. (…) El papel de la opresión económica y política cubana sobre los ‘buenos’ índices de salud merece más estudios».
Universidad de Texas Tech investigación del sistema de salud (h/t: David Henderson)
Los cubanos están indiferentes ante el coronavirus y tiene lógica, acostumbrados a la carnal batalla diaria por obtener papel higiénico, jabón, detergente, pollo o leche en polvo, el temor a la escasez ocupa, sin lugar a dudas, el principal lugar de sus preocupaciones. Capas geológicas de problemas que amenazan su existencia durante años, dejan poco margen para pensar en el contagio. Los techos de las casas, literalmente caen sobre sus habitantes, falta el agua potable y la libreta de abastecimiento es una oda a la ignominia, ¿y ahora esto? Cuba depende del turismo para subsistir, y la medida de cierre de sus fronteras destrozará una vital fuente de ingresos.
Con este panorama atroz, los propagandistas del régimen, se lanzaron a anunciar hace pocos días, que prontamente Cuba tendría la cura para el covid-19. ¡Esto no fue una humorada, de verdad hay gente considerando esta posibilidad! Y es porque durante años, bajo mecanismos de propaganda que requerían de una voluntad férrea del oyente para creer, se ha dicho que la medicina cubana obra milagros.
La temeraria afirmación de que Cuba puede producir la vacuna, cuenta con un colchón promocional que estratégicamente se ha propagado a lo largo del mundo: la providencial eficiencia de la medicina cubana. Políticos, periodistas, deportistas y otros estultos amigos de la dictadura se han encargado de cobrar para ponderar esta patraña. Tal vez la mentira más fanfarrona que haya sobrevivido a la figura de Fidel. ¿Cómo se construyó esto?
Hace 60 años, Castro instauró una dictadura que era a su vez parásita de otra. Tomadas las riendas del Estado, en nombre de la revolución empezaron los procesos que dieron lugar a los fusilamientos. El castrismo se hizo fuerte a fuerza de paredón, según vociferaba desde los organismos internacionales el carnicero argentino conocido como Che Guevara. El socialismo a la cubana intentó sembrarse en otros países subdesarrollados pero afortunadamente fracasaron los muchos intentos de implantarlo, y no porque no hayan intentado propagarlo con tenacidad. Argentina misma sufrió las heridas de las intromisiones cubanas, aún no suficientemente condenadas y castigadas. América Latina y África padecieron los delirios imperiales del castrismo.
Pero ese sueño expansivo se cortó con la caída de la Unión Soviética y Castro debió recurrir al “Periodo especial” cuando ya no pudo parasitar a la extinta URSS. Se trataba de un ajuste intolerable y para sostenerlo Fidel recurrió a una represión sin nombre. El planeta entero conoció la miseria cubana, no había forma de decir que ese averno era un paraíso. ¿Qué podía hacer entonces el aparato de propaganda izquierdista?
Un nuevo relato se construye alrededor la dictadura insular. Ya no negaban las carencias provenientes del castrismo, no era posible, las pruebas eran irrefutables. Ese sacrificio feroz que se imponía a los cubanos, esa vida patética no era compatible con la idea de exportar las ideas socialistas. Entonces se pone en marcha un relato épico que a la larga va a trascender la ingenuidad demente de la izquierda para instalarse como una verdad de orden mundial: el mito de la salud cubana.
A lo largo de su historia, el castrismo demostró ser un desastre. La tortura, desaparición y la muerte han sido rutinarios. Esta forma de gobernar tenía una explicación: cuentan que Iósef Stalin le habría dicho a su mano derecha Lázar Kaganóvich, primer secretario del Partido, según un artículo publicado en 1932 por la revista Time, que era necesario “romper algunos huevos para hacer una tortilla”.
Bueno, Fidel Castro había roto todos los huevos posibles, ¡la milonga es que la tortilla no aparecía! ¿Para qué? ¿Con qué propósito? ¿Por qué demonios los cubanos vivían tan horrendamente si no había ninguna tortilla como resultado? Fue entonces cuando cobró fuerza la épica de la educación y la salud cubanos. “No tienen nada pero tienen una educación impecable y una salud de primera” ¿Cuántas veces escuchamos esto?
Cuba encontró un filo comercial en el “turismo médico” y posteriormente es el alquiler de médicos al exterior. Los países y los turistas pagan en moneda fuerte que va derecho a las arcas del Estado. Pero el verdadero sistema para el cubano de a pie, es miserable. Hay que hacer mucha fuerza para no verlo, sobran testimonios, sobran denuncias. Sólo basta darse una vuelta por los lugares (no se los puede llamar hospitales) en donde los cubanos caen para ser curados. Si un cubano debe terminar con sus huesos en un hospital debe llevar sábanas, jabón, toallas, comida, y (obvio) papel higiénico. Si hay equipamiento, es obsoleto, los guantes y máscaras se reciclan y en estas condiciones han vuelto enfermedades del pasado. Fidel los llevó a la edad media y de la edad media tienen tuberculosis, lepra y fiebre tifoidea.
Los cubanos, son cada vez más pobres y menos libres. Ya más de tres generaciones nacieron hacinadas en caserones roídos, obligadas al “trabajo voluntario” dominical. Esta es la petulante “pobreza digna” de la que nos hablan los que apoyan la dictadura. Dicen que la Cuba de Batista era un casino para los yanquis, bueno, la Cuba actual no es un casino, es un prostíbulo desvencijado para turistas del resto del mundo.
Por eso necesitan que existan, a como dé lugar, los “logros de la revolución”, Salud y Educación: pero el deterioro de la educación es notable, sobre todo en los últimos 30 años, en los que se puso en marcha, debido a la falta de profesores, el plan “maestros emergentes”. La corrupción y la presión del régimen por sostener estas mentiras, han carcomido a la institucionalidad educativa y es frecuente que los profesores vendan los exámenes o cobren a sus alumnos por aprobarlos (existen muchas bromas y hasta programas de tv con esta problemática).
En cuanto a la salud, la exportación de servicios médicos se ha convertido en una de las principales fuente de ingresos para Cuba. Esta necesidad hizo que el gobierno recurra a la formación de “especialistas emergentes”, graduando a alumnos con cursos más cortos. La preparación de los médicos cubanos ha sido puesta en tela de juicio en Brasil, Bolivia, Costa Rica o Chile que han calificado de deficiente la formación de los médicos cubanos que buscaban la revalidación. Es conocido el caso de los estudiantes paquistaníes que cursaron medicina en Cuba y al regresar a su país no podrían aprobar la prueba del Consejo Médico y Dental paquistaní para revalidar sus títulos.
«…un frasco pequeño de tetraciclina cuesta 5 dólares y un tubo de crema de cortisona le costará hasta 25 dólares. Pero no están disponibles en la farmacia local, que no tiene casi nada de mercancía. Incluso los productos farmacéuticos más populares, como la aspirina y el alcohol, están notablemente ausentes. (…) Los antibióticos, son muy escasos y solo están disponibles en el mercado negro. La aspirina se puede comprar solo en las tiendas de dólar administradas por el Gobierno, que venden medicinas populares a precios muy altos en dólares estadounidenses. Esto los pone fuera del alcance de la mayoría de los cubanos, a quienes se les paga poco y en pesos. (…) Los turistas tienen todo lo que necesitan… Pero para los cubanos es diferente. A menos que usted trabaje con turistas o tenga un pariente en Miami que le envíe dinero, no podrá obtener lo que necesita si se enferma en Cuba. Como médico, esto lo encuentro asqueroso»,
(National Post de Canadá, 2004)
«el Gobierno cubano continúa respondiendo a las críticas internacionales a su historial de derechos humanos citando… elogios por sus logros en salud y medicina… las descripciones inequívocamente positivas del sistema de salud cubano en la literatura de las ciencias sociales son un tanto engañosas. A finales de la década de 1990, seguí a médicos en clínicas de salud familiar, viví en comunidades locales y traté de participar en la vida diaria en la medida de lo posible. A lo largo de esta investigación, encontré una serie de discrepancias entre la forma en que el sistema de salud cubano ha sido descrito en la literatura académica, y la forma en que parece ser descrito y experimentado por los propios cubanos. (…) los cubanos no parecían tener una visión muy positiva del sistema de salud en sí mismo. Algunas personas se quejaron informalmente ante mí que los escasos suministros médicos a menudo eran robados de los hospitales y vendidos en el mercado negro. La crítica pública al gobierno es un crimen en Cuba, y las penas son severas. Obtener formalmente narrativas con críticas sobre el cuidado de la salud sería visto como un acto criminal tanto para mí como investigador, como para las personas que hablaron abiertamente conmigo. (…) Uno de los problemas más evidentes del sistema de salud en Cuba es la grave escasez de medicamentos, equipos y otros suministros».
Katherine Hirschfeld en la Universidad de Oklahoma (h/t: Scott Johnson)
¿Se entiende de lo que estamos hablando? ¿Cuánta vocación para creer pavadas hay que tener para pensar que existe la excelencia de la medicina cubana?
Señores, es de necios no entender que en estas condiciones de miseria y opresión, esta falta del equipamiento más básico, de desconexión con los avances científicos y tecnológicos del resto del mundo es imposible tener calidad científica de ninguna índole. Ni internet libre tienen para estudiar o publicar. Ni electricidad permanente para aparatos de diagnóstico, ni los aparatos, claro. Cómo van a tener medicina buena en esas condiciones? Ni el agua tienen garantizada.
Así y todo, la vicepresidente argentina esta semana volvió con su hija al país, haciendo loas al gobierno cubano y a su sistema de salud con estas declaraciones:
"Me pongo a pensar cuánto tiempo pasé este último año en La Habana: casi cien días. Y siento que aunque tuviera cien vidas, ellas no me alcanzarían para expresar mi agradecimiento a esta Cuba solidaria, castigada por los poderosos pero digna y altiva.
Esa Cuba que estuvo junto a mí en un momento muy difícil de mi vida, que le tendió su mano a mi hija sin especulaciones y que la cuidó y protegió cuando la feroz persecución mediática y judicial dañó severamente su salud.
Esa Cuba de médicos y médicas que ejercen su vocación con compromiso, con un criterio profundamente humanista y que con diagnóstico preciso, por primera vez, le brindaron a Flor las herramientas que necesitan aquellos y aquellas que han perdido su salud.
Esa salud que, en tiempos de pandemias con ribetes bíblicos, vuelve a ser un bien comunitario que exige de todos y todas solidaridad, humanismo y, sobre todo, compromiso social".
Una ruinosa dictadura cuyo objetivo más sagrado es propagar el socialismo no puede sino mentir sus estadísticas e índices. Cuba es el país que tiene más médicos en el mundo, con el salario más bajo, por supuesto y sin acceso al trabajo privado. Esto le permite al régimen alquilarlos (esta es la palabra correcta, y si, se parece mucho a la esclavitud) a terceros países lo que constituye el principal ingreso de Cuba por exportaciones al exterior. ¡Es indignante pensar que hace sólo medio siglo Cuba era más rica que Italia!.
El mito de la medicina cubana es la última cruzada de la dictadura castrista. Continuar abuenando a una tiranía inhumana con estadísticas mentirosas y curaciones milagrosas no es sólo mentir, es ser cómplice. Van 60 años de opresión y muerte, tapados con turismo y mercanchifles. En 1953, Fidel ensayó ante el tribunal la pieza fetiche, que más tarde usó la mismísima vicepresidente argentina: “La historia me absolverá”. Ojalá que no, ojalá se demuela pronto el mito de la medicina cubana.