Espectáculos
En el Festival Tintas Frescas la obra dio un enfoque ácidi sobre "La abanderada de los humildes"

El mito de Evita revisado por Copi

"Eva Perón", de Copi. Dirección: Gabo Correa. Escenografía y vestuario: Daniel Santoro. Iluminación: Daniel Santoro y Gabo Correa. Música: María Eva Albistur. Actores: Alejandra Flechner, María Inés Aldaburu, Fabián Arenillas, Horacio Acosta y Laura Pons Vida. En el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), hoy, a las 20.30.

Escrita en 1969 y estrenada en París en 1970, "Eva Perón", de Copi, fue estrenada por el grupo TSE, dirigido por Alfredo Arias, con el protagónico de Facundo Bo en el papel de Eva. La obra es una aguda y feroz parodia al personaje que Eva Duarte supo construirse de ella misma para llegar a ser "Evita, la abanderada de los humildes", como se le decía. El autor, que escribió la pieza en francés -vivió muchos años en París, donde desarrolló la mayoría de su producción y donde murió en 1987-, reivindica la figura del mito. Lo hace a través de ese personaje que huye desesperado, despavorido después de haber cometido un acto indebido. Como si a través de ese escape, el autor intentara mantener vigente la presencia eterna del mito. Como en verdad ocurre. LA AVIDEZ DEL PODER Eva Perón es, para Copi, una prostituta, una ladrona mal hablada, una manipuladora y una mujer ávida de poder, con cuentas en Suiza, capaz en la intimidad hasta de insultar a su propio marido. Esa misma era la imagen que la clase alta tenía de esa mujer, a la que los más pobres, los trabajadores, sus "descamisados", como ella les decía, acompañaron llorando ese cortejo fúnebre, cuando ella murió, por las calles de Buenos Aires, que parecía no tener fin. Si bien la pieza de Copi podría tildársela ligeramente de un "divertimento", lo cierto es que con cierta lucidez y brillante agudeza, Raúl Damonte Botana, como en verdad se llamaba el autor, que era nieto del fundador del diario Crítica, muestra ese continuo devenir de la historia argentina, que tiene que ver con la manipulación y la desaparición de los cadáveres, recuérdese, por ejemplo, el nunca esclarecido robo de las manos de Perón, en la Recoleta. "Eva Perón" muestra los últimos momentos en la vida de la ex primera dama, cuando enferma de un cáncer terminal está acompañada por Perón, su madre, su modisto y una enfermera. Desquiciada e intentando defenderse con ferocidad de esos últimos minutos que le quedan, Eva propina insultos y construye una telaraña de malas palabras, hasta conformar un alucinado ritual, se diría paródico, perverso y ácido, en el que desnuda con maledicencia los intereses de los que la rodeaban. ESPLENDOR Y SOLEDAD Casi perdida en su desesperación y soledad, y a pesar de su fortaleza, el personaje de Eva se hace pintar las uñas de esmalte rojo o negro, y se prueba uno detrás de otro esos ampulosos vestidos de polleras anchas y telas tan brillosas, como las joyas que llevaba. La obra es una tragicomedia, típicamente rioplatense, como era la mayoría del teatro de Copi -del mismo modo que lo fue "Cachafaz"-, mezcla de sainete y grotesco, en el que el cuerpo del actor no resiste ninguno de los elementos del teatro naturalista o realista, porque de ese modo la ceremonia ritual, esa última danza macabra que Copi, el autor, le hace hacer a Evita y a los que la rodean, pierde consistencia. En su puesta en escena, Gabo Correa no da en ningún momento con el tono que exige la obra. Ambientada en un mausoleo (el autor indica que deben ser las habitaciones de Eva), en el que como fondo se ve una suerte de gran cúpula, con un reloj detenido a las 20.25 -hora en la que murió Eva Perón, el 26 de julio de 1952-, el director guió a sus actores a través de mínimas marcaciones espaciales y un estilo por momentos naturalista que aportó demasiado poco a esta especie de "sainete" rioplatense que propone Copi. María Inés Aldaburu, la madre, parece por momentos dar con la clave paródica del personaje. A Alejandra Flechner, como Eva, se la ve contenida, perdida en un papel que parece no entender, es una lástima porque le hubiera permitido un gran lucimiento.