POR SEBASTIAN SANCHEZ
A unos 70 kilómetros de Guadalajara, por el camino que lleva a Tepic, se encuentra Santiago de Tequila, un pueblo pequeño, colorido y tradicional que fue fundado por un fraile franciscano en el primer cuarto del siglo XVI.
Poco antes de llegar se avista el magnífico Volcán Tequila y el "paisaje agavero" que unos años atrás fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco. El agave es la planta que origina el tequila que, como el avisado lector habrá advertido, es brebaje originario de este pueblo jalisciense.
Según la clasificación del Ministerio de Turismo, Tequila es uno de los más de 120 "pueblos mágicos" que posee México, denominación que apunta a la conservación de la riqueza cultural de la que todo este hermoso país es tan pródigo. Y, en efecto, basta con llegar al pueblo para advertir el patrimonio del que tanto se habla: la pequeña y hermosa Plaza de Armas, las antiguas y bien preservadas casas y edificios cívicos, el coqueto y bullicioso mercado, la bella fachada de los restaurantes tradicionales, todo predispone al descubrimiento de cada rincón con la curiosa premura tan propia del turista.
Las fábricas y destiladoras de Tequila constituyen atractivos turísticos en sí mismos y no es posible irse de Tequila sin dar un paseo por alguna de esas instalaciones -sólo una sigue en manos mexicanas- e ingerir pequeñas cantidades del elixir que puede marear al bebedor más entendido.
Pasear por el mercado, mientras se escucha la música tradicional, será también un obligado paseo. No faltarán allí artesanías de todo tipo para llevar de regreso al hogar, a modo de insoslayable testimonio: "Yo estuve en Tequila".
TAÑIDO DE CAMPANAS
Pero si se presta la debida atención, en Tequila se escucha el toque a Misa desde el campanario del Templo de la Purísima, dedicado a Santiago Apóstol, ubicado en el centro del pueblo. Se trata de una hermosa iglesia del siglo XVII, con fachada de piedra, portada en dos cuerpos y columnas dóricas enmarcando el arco de entrada.
Allí, tras santiguarse frente al Altar y admirar el neoclásico retablo principal, el ocasional turista devenido en feligrés advertirá una capillita lateral en la que siempre se observa gente rezando con especial devoción y recogimiento. Es que allí se guardan algunas reliquias de Santo Toribio Romo, sacerdote jaliscience, mártir de la Cristiada.
Toribio nació con el siglo en Jalostotitlán, Altos de Jalisco, en el seno de una humilde familia campesina. Se formó en el Seminario de Guadalajara -el mismo que hoy tiene más de 1000 estudiantes- y recibió el Orden Sagrado en 1922, consagrándose a la "Azucena del Tepeyac, mi adorada Madre y mi única soberana", como dejó escrito en su diario.
A poco de ordenarse, Toribio inició su ministerio colaborando en varias parroquias en Sayula y Tuxpan hasta finalmente recalar en Cuquío, también en Jalisco. En este pueblo estaba cuando el Presidente Plutarco Elías Calles hizo arreciar la persecución anticatólica.
Por aquellos días nuestro sacerdote asistía a un anciano cura, el Padre Justino Orona (quien también sería martirizado) y juntos procuraban acompañar a los fieles -sobre todo con la administración de los sacramentos- yendo y viniendo, del pueblo a los campos y las barrancas, perseguidos las más de las veces, mientras la guerra se cernía sobre todo. Hasta que, a fines de 1926, los hombres de Cuquío se alzaron en armas, como sucedía en todo Jalisco, avalados por el "ius resistendi", el derecho natural de la resistencia a la opresión. Los sacerdotes acompañaban, aunque sin tomar las armas.
Siguieron meses de asedio, de huidas y misas clandestinas hasta que en 1927 el P. Toribio fue enviado como párroco a Tequila, en una zona fuertemente dominada por las fuerzas federales del callismo. Allí, en una antigua destilería situada en la Barranca de Agua Caliente, se instaló el buen cura. Celebraba Misa y los demás sacramentos, catequizaba y preparaba a los niños para la Primera Comunión; pero también visitaba a los fieles en sus ranchos y por las noches entraba en el pueblo para visitar a los enfermos y celebrar la Eucaristía en los hogares. Siempre iba acompañado de María, su hermana mayor, y pronto se les sumaría Román, el menor de la familia, también ordenado sacerdote.
Pero el ministerio clandestino del P. Romo no pasaba desapercibido para sus enemigos, que lo buscaban por todos lados, procurando dar fin a su testimonio.
El Miércoles de Ceniza, 22 de febrero de 1928, el padre Toribio pidió a su hermano que le oyera en confesión y que le bendijera. Algo presentía y quizás por eso no se sorprendió cuando las tropas federales lo descubrieron en la madrugada del 25 de febrero.
Los soldados irrumpieron en la habitación donde el sacerdote descansaba, gritando desaforados: "¡Este es el cura, mátenlo!". Enseguida dispararon contra él, que apenas pudo dar unos pocos pasos hasta caer en brazos de María. Allí murió, entre las caricias de su hermana, quien le dijo al oído: "Valor, padre Toribio... ¡Jesús misericordioso, recíbelo! ¡Viva Cristo Rey!".
Como dice ese notable hagiógrafo que fue el P. Lauro Beltrán: "Santo Toribio ofreció su propio sacrificio... Se durmió en la tierra y despertó en el cielo."
El P. Toribio Romo murió martirizado por odio a la Fe. Veinte años después de su sacrificio sus restos regresaron a Jalostotitlán. El 22 de noviembre de 1992 fue beatificado, y el 21 de mayo de 2000 fue canonizado por el Papa Juan Pablo II, junto con 24 compañeros. Baste decir que las reliquias de todos ellos pueden venerarse en el inmenso (y aún en construcción) Santuario de los Mártires, en el Cerro del Tesoro de Guadalajara.
Lo cierto es que el corazón del pueblo Santiago de Tequila no palpita en sus plazas o mercados, ni siquiera en las bonitas casas antiguas o en los coquetos frentes de las tequileras. No. Su corazón late en el Templo de la Purísima, o si se lo prefiere, en el Santuario a Santo Toribio, en Agua Caliente, la barranca en la que fue martirizado.
Pues eso, estimado lector, tan sólo una amable sugerencia: si va usted a Tequila, recorra sus lindas callejuelas empedradas, compre artesanías, converse con su cálida y generosa gente, tome muchas fotos y tráigase alguna botella de la potente bebida pero, sobre todo, no olvide rezar ante las reliquias de Santo Toribio, mártir de la Cristiada, intercesor mexicano y, Dios lo sabe, también nuestro.