El martes pasado el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne y su superior, al menos en teoría, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, tuvieron un incidente inédito en el gobierno de Mauricio Macri. Peña admitió que tenía a estudio un impuesto a los pasajes aéreos al exterior y a las pocas horas Dujovne lo desmintió. Lo que siguió fue el silencio de Peña. No se recuerdan antecendentes de una desautorización de semejante calibre al principal operador político del presidente.
La oposición y parte del periodismo destacaron el episodio y lo atribuyeron a un presunto estado de confusión reinante en las oficinas de Casa Rosada como consecuencia del inesperado salto del dólar. Insistieron en que el gobierno carece de un plan B para salir del atolladero, pero la cuestión es otra.
Macri actuó con realismo al cambiar de fuente de financiamiento y recurrir al Fondo. También al devaluar en lugar de volver al cepo y desdoblar el tipo de cambio como hubiera hecho cualquier otro político nativo.
También intentó mandar la señal correcta al prometer un fuerte recorte del desbordado gasto público para regenerar una confianza en la economía que se había desvanecido rápidamente. Pero omitió adecuar el mensaje político y siguió usando el mismo que tenía hasta las elecciones del año pasado cuando las condiciones externas eran muy diferentes y creía que disponía de tiempo y financiamiento para seguir postergando el ajuste.
El desfase entre optimismo impostado y economía de guerra (para ponerlo en los términos que alguna vez usó Raúl Alfonsín) tiene un triple efecto negativo. En primer lugar genera la impresión de que el presidente está perdido. Segundo, le resta credibilidad y, por último, aviva las internas en el gobierno.
¿Cuáles fueron las consecuencias políticas de la decisión económica de ajustar? En el plano interno un retroceso de Peña y un avance a primer plano de Dujovne, lo que explica quién tuvo la última palabra en el entredicho por el impuesto a los vuelos al exterior. El martes en el Congreso el ministro de Hacienda fue claro: saldremos de la crisis con el mismo programa con el que entramos.
Mantendremos las reglas de juego, la macroeconomía está sólida más allá de las turbulencias cambiarias. Aseguró además que no habrá nuevos impuestos. Poco después el nuevo ministro de Energía, Javier Iguacel, aseguró que los precios de los combustibles no serían regulados contra lo que se esperaba para amortiguar la inflación. En pocas palabras, el sendero económico está claro, lo que no lo está es la comunicación, lo que perjudica a un solo actor en el escenario político: el gobierno.
Las consecuencias "externas" del ajuste son, en primer lugar, el abandono de la idea de un pacto de gobernabilidad con el peronismo "racional". Macri ya no distingue a Sergio Massa de Cristina Kirchner. Esto quiere decir confrontación en el Congreso y el retroceso de figuras fronterizas como Emilio Monzó o Rogelio Frigerio. Habría en cambio entendimiento circunstanciales con los gobernadores que reclaman recursos para administrar sus provincias y, probablemente tolerancia respecto de aquellos que "flexibilicen" el pacto fiscal en busca de aumentar la recaudación de ingresos brutos.
Habrá, asimismo, roces con Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal. El peronismo exige que se les traspasen servicios hoy a cargo de la Nación. Todo indica que deberá mostrar solidaridad con la Casa Rosada.
Un cuarto efecto será el aumento de la conflictividad con los opositores más enconados: CGT, piqueteros, Iglesia que confraternizan con el peronismo político. La única corporación que parece estar replanteándose la hostilidad inicial hacia Macri es la de los empresarios. Están alarmados por la posibilidad de tener que lidiar otra vez con un nuevo Guillermo Moreno.
A menos de un año del inicio de la campaña presidencial las encuestas muestran sólo dos actores: Macri y CFK. Entre ambos suman el 65/70% de las adhesiones con Macri a la cabeza.
La "renovación" peronista no mueve el amperímetro y no parece probable que la situación cambie dramáticamente en el corto plazo. Todo dependerá, entonces, del comportamiento de la economía, de cuánto dure la recesión. Como siempre la política depende de la economía. Para remontar otra vez Macri necesita volver a generar expectativas positivas y en ese plano la comunicación tiene un papel clave.