El 10 de diciembre pocos creían que Javier Milei pasaría el verano, pero lo pasó. También el otoño y el invierno. Menos aún imaginaban que entraría en la primavera con una sostenida aprobación de gestión, un progresivo alineamiento de las variables económicas y con la oposición desperdigada.
El motivo de este resultado inesperado está en el ajuste fiscal que contuvo la inflación y clavó al dólar en niveles de comienzos del año. Luis Caputo tiene el “copywright” de la “pax cambiaria”, pero la hizo posible la tenacidad del presidente que resistió la presiones prodevaluación y a favor del levantamiento del cepo de los prebendarios de costumbre. Al contrario de todos sus antecesores desde 1983 con excepción de De la Rúa se aferró al ajuste como única salida sin medir costos políticos. Y no los tuvo. Tuvo más bien ganancias como señalan casi todas las encuestas.
Las consecuencias políticas de esta rareza no podían ser neutras. El único poder en el que la oposición está representada, el Congreso, se ha ido paralizando. La Cámara de Diputados hace un mes que no funciona y el Senado, un mes y medio.
El tratamiento en comisión del presupuesto 2025 se suspendió sin fecha y el jefe de Gabinete aclaró que el Ejecutivo puede seguir administrando el Estado como hasta ahora con prórrogas del presupuesto vencido. Es decir, “a piacere”. Adelantó, además, que no está en los planes convocar a sesiones extraordinarias. En Diputados por reglamento los legisladores tienen plazo hasta el próximo día 20 para presentar dictámenes.
Las razones conocidas de esta inactividad son por lo menos tres. Una, los gobernadores peronistas prefieren no enfrentarse con el gobierno. Ven que la va llevando y prefieren colaborar. Un pionero en esta materia fue el tucumano Jaldo. Dos, el kirchnerismo a pesar de ser primera mayoría en ambas cámaras, desapareció llamativamente de escena. Tres, la oposición tuvo varias derrotas parlamentarias seguidas por no juntar los diputados necesarios.
Esta semana los “ex dialoguistas” intentarán en Diputados arrebatarle a Milei la principal herramienta para gobernar –los DNU—poniendo en evidencia que no existe el “camino del medio” que predican. Su problema es que el lugar de la oposición ya está ocupado por Cristina Kirchner que tiene el mismo objetivo de los “ex dialoguistas”, voltear el plan económico, pero dispone de un liderazgo del que los radicales de Manes y Lousteau, los lilitos, los “federales” de Pichetto y la izquierda carecen. Tratan de marcarle la cancha al presidente, pero no están en condiciones de armar una alternativa viable, mientras el dólar siga como hasta ahora y la inflación a la baja.
Cristina Kirchner, en cambio, ya ganó la interna peronista y está en la cancha enfrentando a Milei con la misma propuesta con la que Sergio Massa fue derrotado en noviembre pasado. Es tan funcional al gobierno como los gremios aeronáuticos que con sus paros salvajes le allanaron al presidente el camino para deshacerse del barril sin fondo de Aerolíneas Argentinas. Ya le facilitaron el primer paso: la liquidación de Intercargo.
Así como los gremios “K” del transporte rompieron el frente sindical con la CGT, el liderazgo partidario de Cristina Kirchner prácticamente asegura la división del peronismo para las próximas elecciones.
En este marco en el que el gobierno tiene la iniciativa, fija la agenda y va sorteando obstáculos, Donald Trump derrotó al progresismo “woke” de los demócratas en una elección muy festejada en el gobierno (“ver “Candidatos a la embajada en DC”). El éxito del líder republicano puede tener algunos efectos beneficiosos y otros no tanto para Argentina. Entre los primeros, la presión para que la burocracia del FMI destrabe la entrega de dinero fresco que ha demorado largamente.
Con Trump en la Casa Blanca el equipo económico maneja dos alternativas: conseguir un nuevo programa que le asegure fondos frescos para pagar los vencimientos del año próximo o, en su defecto, un adelanto de préstamos ya programados para reforzar las reservas del BCRA y salir del cepo. No piensa aplicar nuevos fondos a financiar gasto público.
El efecto negativo del triunfo de Trump podría ser la imposición de aranceles que afecten exportaciones argentinas. El presidente electo no es un liberal, sino un conservador proteccionista, pragmático y aislacionista. Su victoria puso en evidencia que el populismo de izquierdas se percibe popular, pero no lo es. No sólo le ganó a Harris en cantidad de electores, sino por cuatro millones de votos. Lo apoyaron los pobres, los menos educados, los negros y los latinos. A Harris, los universitarios, los periodistas y las “celebrities” del espectáculo. ¿No les suena?