Con cada frase, discurso o tuit del presidente Fernández sin relación con la pandemia, crece la preocupación e incertidumbre sobre el futuro. Ello no implica que la lucha antipandemia esté bien, sino que todo lo que hace al funcionamiento socioeconómico e institucional está muy mal. Al punto que casi sería preferible que el mandatario siguiera con su decisión original de ocuparse sólo del coronavirus por un largo tiempo.
De comienzo, el despojo alevoso y cínico a los jubilados legítimos con aportes plenos, en desobediencia flagrante al fallo vinculante de la Corte, se presentó como un acto de justicia social, solidaridad e igualdad porque se otorgaba una limosna a los jubilados sin aportes de Cristina, y hasta hoy el periodismo desmemoriado sigue hablando de que los haberes son mucho mejor que si se aplicase la fórmula de Macri, grosera mentira. El peronismo, como todo construcción dialéctica autoritaria, se cree siempre su propio relato, como se creyó la comparación con los pobres de Alemania.
Luego el sistema bancario privado fue sometido y colocado al borde la quiebra y obligado a ser parte de la estafa a los tenedores de plazos fijos que se avecina, con algún nombre bonito que se encontrará. En el mismo paquete, se creó la ficción cambiaria antiinflacionaria que culmina con la persecución ridícula a compradores de 200 dólares, otro mecanismo histérico común a los autoritarios de todo signo.
En una maniobra de pinzas fatal, se combinó una emisión sideral (pre y posvirus) con un atraso salarial público y privado, que con la cuarentena ampliada se potenció con desempleo estructural irrecuperable y con el cierre de buena parte del aparato productivo-recaudatorio, con consecuencias que serán más que graves.
El agro fue cercado por otra maniobra de pinzas de odio e ineficacia (habrá que ver qué es peor) que une el aumento de retenciones, impuestos, trámites y costos, con un tipo de cambio ridículo y con la virtual prohibición de utilizar el mercado de futuros para cubrirse, práctica imprescindible para la actividad. Como un estímulo especial, se lanzan bandas paramilitantes a cortar silobolsas, porque la Cámpora no puede dejar de creer su propia construcción de que ese acopio es un sabotaje para no traer dólares.
Por razones parecidas (ignorancia, ineficacia, resentimiento y relato autocomprado) se decuplicó el Impuesto a los Bienes Personales sin ningún análisis de impacto sobre la inversión. Como postre, y supuestamente para paliar los efectos de la cuarentena (no de la pandemia) dos ineptos tributarios como Máximo Kirchner y Carlos Heller idearon un impuesto a la riqueza, que sepulta cualquier intento de reactivar la confianza en el país.
Paralelamente, el gasto no sólo no se bajó, algo que la dialéctica peronista no concibe, como si se tratase de una quinta dimensión, sino que se aumentó con designaciones de incapaces en la mayoría de los casos con sueldos vergonzosos. No se ha analizado aún el resto de los gastos desde el 10 de diciembre y la columna anticipa grandes sorpresas si alguna vez se hace. La posterior pandemia permitió tapar los dispendios con subsidios y erogaciones de todo tipo, que se han hecho por decreto y bajo el manto de la urgencia y la solidaridad. El déficit resultante es infinanciable, por más que se predique un futuro venturoso de la mano de Georgieva, que sabe tanto de economía como este columnista de dorado a la hoja.
El caso Vicentín ya ha sido comentado aquí y en todos los medios y redes, pero valga como muestra de la tendencia a estatizarlo todo, en especial lo deficitario y ruinoso. Estatizar una quiebra es un doble atentado, a las finanzas públicas y a la inteligencia.
El costo de la cuarentena aumenta exponencialmente el problema, y será difícil de absorber, como será difícil de salir de la depresión que apenas empieza. Eso es cierto globalmente. El caso local es más grave por el arrastre, por los errores propios que se han cometido profusamente en estos pocos meses, por el relato, y porque la jefa del gobierno tiene una concepción suicida de la economía, de la política y del mundo que lleva sin escalas al abismo.
En verdad el gobierno no sólo no tiene un plan, como se repite acertadamente. Tampoco tiene los funcionarios capaces de formularlo y ejecutarlo. El coronavirus ha desnudado ese hecho, si hacía falta. Enredados en la obediencia debida, la incapacidad, la falta de formación y el mareo ideológico en el que se debaten, los equipos oficiales ni se atreven a pensar.
Frente a tal panorama, si el gobierno quisiera seriamente encarar el futuro, debería hacerlo de modo totalmente distinto. Debería entender que ningún profesional capaz y prestigioso aceptaría ser parte de su gestión con el actual encuadre político-ideológico. Sólo lo haría algún desesperado, un aventurero o alguien que suspire por la alfombra roja. Si se trata de imaginar una solución, habría que soñar con un acuerdo con la oposición para designar un equipo económico consensuado, y luego dejarlo trabajar. De inmediato se desecha la idea con una mezcla de sonrisa y llanto, porque no se hará. Lo cual descarta cualquier mejora cualitativa y cualquier plan viable y sobre todo cumplible. Por eso los bonistas se endurecen con las Cláusulas de Acción Colectiva: en esta línea de hoy, el país no podrá cumplir ningún acuerdo que firme.
Los diarios ayer informaban algunas de las ideas fuerza del plan conque Fernández espera reactivar la economía y crear el estado de bienestar venturoso, revisar el capitalismo y crear uno nuevo para américa o al menos para américa latina. La primera idea es un blanqueo de capitales. (Pausa para que el lector se ría o comente) Luego de las críticas al blanqueo macrista, se supone que esta temporada de la serie será distinta. Hay quienes recordaron inmediatamente a Cristóbal López y sus casinos, mágicamente escabullidos de la quiebra de Oil. Sin embargo, el mago empresario ya fue favorecido por la moratoria amplia que incluye evasiones penales. La intención ahora parece ser direccionar el perdón fiscal a la construcción, en línea con el plan de obra pública conque se piensa salvar al país. No muy diferente a lo que hizo siempre el peronismo, incluyendo a ese gran peronista que fue Franco Macri, que legó a su hijo la idea.
También en esto el peronismo se repite. La alianza con la patria contratista ha planeado sobre el país por décadas, y siempre con altos costos para el usuario, el contribuyente y el propio Estado. Se sabe que Argentina se especializa en perder juicios contra sus contratistas, ayer, hoy y mañana. Se trata de la única política de estado.
Hay un gran contrasentido en la idea de un blanqueo, cuando al mismo tiempo se sube el Impuesto al Patrimonio a niveles confiscatorios, se amenaza con nuevos impuestos a la riqueza, aberrantemente progresivos, se amaga con un impuesto al éxodo de empresas y con aumentos en las alícuotas del Impuesto a las ganancias. Se ataca a las empresas privadas y se las amenaza con expropiación o intervención, se pone un verdugo en la Inspección de Justicia, se expulsa a aerolíneas, se ataca a Mercado Libre, se aumenta el apoyo a gremios anquilosados y a diario se presentan proyectos que atacan la libertad de mercado, regulan por sistema y dañan la competitividad y la eficiencia. Cuando no se pasan leyes como las de contrato de locación, que logró subir los alquileres de modo notable en menos de un mes. Por supuesto que ya los legisladores están reaccionando y amenazan con un impuesto a las propiedades desocupadas. Otro modo de fomentar la inversión.
En un apretado resumen, no hay un equipo económico competente, no hay un plan serio y bien articulado, sin dogmas progresistas ni resentimientos, no hay crédito por varios años, no hay inversión, ni habrá demasiado consumo salvo el circunstancial inflacionario. Caerán la importación y la exportación. Para peor, es probable que el ministro de Economía se tenga que ir tras esta mal calculada negociación. Las pocas ideas que se están barajando meten miedo con su simple esbozo. La sola la intención de aplicar mayores impuestos garantiza la prolongación del déficit y el estancamiento por varios años. Esto no es una opinión. Es evidencia comprobada hasta el hartazgo.
Las marchas del jueves, que el gobierno y los medios de López atribuyeron a la oposición, en una muestra de falta de respeto a la sociedad, o desvirtuaron por un dudoso episodio contra los periodistas militantes de C5N, no terminaron ayer. Todo indica que habrá muchas más cuando la cuarentena termine, si alguna vez termina.
El gobierno de Cristina Fernández está haciendo lo mismo que hizo siempre, y ahondará en esas ideas. Muchas son las clásicas del peronismo de siempre, otras, incorporan el pensamiento burdo de la Cámpora, otras son simplemente resentimientos e intereses cristinitas.
Dentro del plan que se empezó a tantear, está la figura de un consejo de notables, que supuestamente asesorará en cuestiones como el número de miembros de la Corte, y otras irrelevancias, u otras aberraciones. La figura del consejo de expertos parece haberle gustado a Fernández, que delega en sus expertos científicos hasta la decisión de cuándo y dónde debe viajar. Entre otras ideas voluntaristas, se amenaza con una reforma a la ley de quiebras, “para salvar más rápidamente a las empresas”. Con Vicentín el gobierno ya demostró su ignorancia del proceso de concurso. Ahora la ratifica.
Resulta muy difícil tomar en serio el análisis del accionar económico. También de las propuestas de mejora institucional que ahora se intentan impulsar que se resume en que la señora de Kirchner hará lo que se le de la gana con la justicia y el sistema electoral. Una revisión de la base ética del capitalismo.
Perdón por la mención del comienzo al agujero negro. Debió decir agujero noblanco.