En estos días, tuvo en el firmamento un fenómeno astronómico que no ocurre desde hace varios cientos de años. Se trata de la conjunción de los planetas Júpiter y Saturno -los dos de mayor tamaño en el Sistema Solar- que pudieron verse tan juntos que, para el ojo no conocedor, pareció tratarse de una nueva estrella de intenso brillo. Este acontecimiento ha sido llamado la Estrella de Belén. Y es así porque, precisamente, cuándo la Ciencia ha buscado una explicación para aquel singular fenómeno que acompañó el nacimiento de Jesús, una de estas ha sido la conjunción de Júpiter y Saturno.
Por el Nuevo Testamento nos enteramos que, guiados por una estrella, unos magos viajaron desde Oriente a Belén para homenajear a Jesús, al momento del nacimiento, llevándole ofrendas consistentes en incienso, mirra y oro. Nada más dicen los evangelistas.
¿Qué era, en verdad, esa estrella? No hay una respuesta definitiva, pero existen algunas posibles respuestas.
A causa del movimiento aparente de los planetas en el cielo puede darse que dos e incluso más de estos cuerpos aparenten estar muy próximos. Incluso, en ocasiones hasta se confunden -a ojo desnudo- dando la apariencia de un cuerpo celeste nuevo, difuso, muy luminoso. Estos hechos la Astronomía los llama conjunciones planetarias.
KEPLER, EL PRIMERO
El primero en sostener que la estrella de Belén era, en verdad, una rara conjunción planetaria fue el astrónomo alemán Johannes Kepler. En 1604, Kepler observó una conjunción planetaria entre Júpiter y Saturno visible en la constelación de Piscis. Como buen matemático que era, se dispuso a calcular las conjunciones planetarias que habían podido observarse en los tiempos próximos a la Natividad encontrando una particularmente interesante: En el año 7 a. C. Júpiter y Saturno tuvieron un acercamiento aparente en el cielo muy destacado y también lo hicieron en la constelación de Piscis. En esa ocasión Saturno y Júpiter se acercaron y alejaron mutuamente hasta tres veces (conjunción triple) durante un período de seis meses. Debió tratarse de un espectáculo singular y notable.
Con la ayuda actual de la informática, fue posible calcular en poco tiempo qué conjunciones planetarias especialmente llamativas eran visibles desde Babilonia en una fecha dada. Si marcamos un margen de años próximos a la Natividad, el resultado obtenido es de dos conjunciones planetarias además de la propuesta por Kepler. La primera se dio en agosto del año 3 a. C. entre Júpiter y Venus y la segunda en junio del 2 a. C. entre los mismos planetas.
OTRA HIPOTESIS
Otros estudiosos han propuesto que la estrella bíblica fue una nova. Así se llama a la estrella que, como consecuencia de reacciones nucleares que ocurren en sus capas más superficiales, aumenta repentinamente de brillo de manera considerable. Crónicas coreanas y chinas cuentan que un acontecimiento de ese tipo sucedió en el año 5 a. J. El objeto habría sido visible al amanecer, en el este. A medida que pasaba el tiempo se haría visible más tiempo antes de que saliera el Sol hasta que, en unos tres meses, podría verse a medianoche en dirección sur, en lugar del este. Con lo cual el objeto sería observado por los magos en el este (como dice el Evangelio de Mateo) y, luego, señalaría la posición de Belén una vez que estuvieran situados en Jerusalén.
El experto David Hughes entiende que la traducción del griego original del Evangelio de Mateo tiene un error por una diferencia muy sutil de las palabras; en lugar de leerse "en el este'' debe leerse "en la primera luz del alba''. Dato que refuerza la posibilidad de que fuera una estrella nova.
Para estos investigadores, la estrella de Belén debió ser una nova que fue visible en el año 5 a. C. entre las constelaciones de Aguila y Capricornio.
Hay astrónomos que tienen otra hipótesis. Se basa en la suposición de que hubo varios acontecimientos celestes llamativos en aquellos años. Primero la conjunción planetaria del año 7 a. C. Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis. Luego, en el 6 a. C., Marte, Júpiter y Saturno se agruparon muy cerca en una zona pequeño sector del cielo, también en la constelación de Piscis. Y, finalmente, la aparición de la nova durante el año 5 a. C., que fue visible durante más de 70 días.
* El autor es doctor en Psicología Social, filósofo y escritor. e mail: alasheras@hotmail.com Twitter: @LasHerasAntonio