Flaperas y filósofos
Por Francis Scott Fitzgerald
Ediciones Godot. 288 páginas
El entrañable universo narrativo de Francis Scott Fitzgerald (1896-1940) dice presente en esta nueva edición de su primer libro de cuentos, publicado hace un siglo exacto, obra que condensa muchos de los temas y el estilo de un escritor estadounidense que no ha perdido frescura pese al paso del tiempo.
Flaperas y filósofos resume, ya en el título, ese mundo de constrastes en el que se movió el autor de El gran Gatsby. Un mundo de mujeres ligeramente frívolas, de gustos y manías superficiales, al que rondan hombres que tratan de seguirles el juego, a pesar de su talante más serio o incluso melancólico.
Salvo alguna excepción, los ocho relatos tienen un tono de comedia liviana. Y en casi todos el tema es el amor: el amor con sus confusiones, sus malos entendidos y sus equívocos ("La vida -se dice en uno de ellos- no es más que un avance hacia, y luego un retroceso desde, una única frase: "Te amo"). Fitzgerald los cuenta con esa prosa de elegante distanciamiento que dedicaría a sus obras mejores, y que en estas páginas de juventud se muestra ya en todo su esplendor. Sorprende saber que tenía apenas 24 años cuando se publicaron.
En ellos no importa tanto el desenlace -que casi nunca es sorpresivo- cuanto el desarrollo de la trama y el recorrido de los personajes. Algunos son opuestos que se complementan, como en la impensada historia de seducción entre dos excéntricos que es "El pirata de cabotaje", y otros son opuestos que intercambian cualidades. Es lo que ocurre en "Cabeza y Hombros", en el que la mujer frívola termina convertida en escritora de éxito, y su brillante esposo sabelotodo se transforma en un arriesgado artista del trapecio. El cambio de papeles también domina en el mejor de los relatos, "Berenice se corta el cabello a lo bob", con una protagonista socialmente apagada que cede, con consecuencias inimaginables, a los consejos de una prima mucho más vivaz y agradable a los hombres.
Un par de cuentos alteran la atmósfera de intrigas románticas. "El bol de cristal tallado" es una trama de desavenencias matrimoniales que vira a lo fantástico, mientras que en "El palacio de hielo" la tensión entre los personajes -un hombre del norte que está por casarse con una mujer del sur- no se limita a sus rasgos de temperamento: cada uno representa una manera de vivir la vida que viene condicionada por el clima. Y en eso no hay punto de acuerdo posible.
Volver a Fitzgerald es reencontrarse con lo mejor de la literatura estadounidense de la primera mitad del siglo XX. Y este libro puede ser el puente ideal para acceder a su obra. Entre sus muchos encantos está la muy correcta traducción colectiva de Carla Inda, Mariángel Mauri y Diana Ortega, con la coordinación de Pablo Ingberg. Salvo la discutible elección del título, todo lo demás colabora para que la lectura sea una experiencia grata, libre de ripios y extravagancias lingüísticas.