Opinión

El discurso que a todos nos gustaría oír esta noche

El 19 de noviembre de 1863, es decir cuatro meses y medio después de haberse librado la batalla más sangrienta de la Guerra Civil americana (con más de 50.000 bajas), el presidente Abraham Lincoln fue invitado a pronunciar un discurso durante la inauguración del cementerio que albergaba a los caídos a lo largo de los tres días que duró la contienda. Este fue un punto de inflexión en la guerra la batalla de Gettysburg junto al sitio de Vicksburg, marcaron el inicio de la ofensiva de la Unión, que hasta ese momento se había limitado a responder a las agresiones del ejército confederado.

La cantidad de pérdidas de las tropas comandadas por el general Robert E. Lee eran muy difíciles de responder para los estados del sur, mientras que la enérgica conducción del general Ulysses S. Grant, que avanzaba a pesar de las pérdidas sufridas, cambió la dinámica de la guerra.
Grant era cuestionado como estratega, pero contaba con el apoyo de Lincoln: “No puedo darme el lujo de deshacerme de Grant, al menos él pelea”.

El pastor Edward Everett (1794-1865), ex gobernador de Massachusetts y diplomático frente al Reino Unido, era un ferviente abolicionista y como tal había sido invitado a dar un discurso junto al presidente durante la inauguración de ese Cementerio Nacional de los Soldados.

Everett fue el primero en hablar y pronunció una larga alocución sobre esta batalla comparándola con otras contiendas de la antigüedad en la que las partes en pugna habían logrado reconciliar sus diferencias. El discurso se extendió por más de dos horas y fue muy aplaudido en su momento.

Al tocarle el turno a Lincoln (quien pocos días antes había sufrido la pérdida de un hijo), este solo se limitó a leer las pocas líneas que había escrito, a lo largo de los escasos tres minutos que duró su alocución.

Al principio, este discurso fue recibido con cierta frialdad, pero esas escasas 300 palabras desafiaron la propia predicción de Lincoln, quien humildemente declaró: “El mundo poco recordará lo dicho en esta fecha”. Poco tiempo después fue considerado como una pieza maestra de la oratoria y un manifiesto fundacional para la reconstrucción de Estados Unidos.

Los puntos más destacados del discurso señalaban lo “oportuno y apropiado” que había sido la decisión de destinar parte del campo de batalla como lugar de último descanso para aquellos que “dieron aquí sus vidas para que esta nación pudiese vivir”.

A continuación, declaró “Somos los vivos quienes debemos abocarnos a la gran tarea que aún resta: que estos muertos a los que honramos, se extraigan más adhesiones para la causa a la que ellos entregaron su mayor devoción”, y concluía: “Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no desaparecerá de la faz de la tierra”. Esta frase que define el sentido de la democracia, y hasta fue incluida en el segundo artículo de la Constitución de la Quinta República Francesa, quedó para la eternidad.

Así concluía el discurso que buscaba poner fin a una guerra “donde no puede existir la neutralidad”. Una contienda sangrienta y con un costo enorme de vidas y materiales, fortaleció la necesidad de unión y la obligación de emprender un periodo de reconstrucción de la nación y encaminarla hacia su destino manifiesto.

UNA DECLARACION DE GRANDEZA

Hoy los argentinos necesitamos con urgencia un discurso de Gettysburg, una declaración de grandeza, de amplitud de miras, que proclame la necesidad de unirse para lograr un país mejor.

Argentina ha caído al séptimo circulo del infierno, en la peor decadencia moral y económica de los últimos 40 años de democracia.

Como país hemos sufrido la peor de las guerras… una íntima contienda contra nosotros mismos, un enfrentamiento en el que se debaten políticas incompatibles, con repetición cíclica de errores y una enorme tolerancia a la corrupción. El roban pero hacen es una excusa hipócrita e intolerable.

Creemos que por habitar un país con innumerables recursos ya somos ricos… y nos encontramos que cada día somos más pobres por el derroche ,la malversación y el prebendismo… y a eso debemos agregar una conflictividad social que puede estallar en cualquier momento.

Si bien también tuvimos frases famosas después de contiendas civiles que convocaban a la paz (el célebre “Ni vencedores ni vencidos”, que popularizó Urquiza después de ultimar a fervientes rosistas y le costó la presidencia al general Lonardi), esta nunca se hizo efectiva porque como buen país corporativo, cada fracción luchó por sus propios intereses con fanatismo y una intrepidez suicida.

Hago votos –y que los votos sean bien leídos– que la noche que se efectúe el recuento final, el discurso del vencedor se nutra del espíritu de Lincoln.