Opinión
Cajón de sastre
El carretel del hilo
Esta antigua leyenda me la narró la escritora Victoria Ocampo, una tarde de 1972 en la que la visité para tomar el té en su casona de Mar del Plata. Yo tenía 19 años. Algo le debo haber contado de lo que me pasaba, para motivarle el relato.
La historia es así: Una mañana al regresar de sus paseos un joven príncipe halló en su habitación un hermoso carretel de hilo de oro, pero su sorpresa fue mayor cuando escuchó una voz que provenía del mismo que le dijo: “¡Como habéis visto soy un carretel de hilo de oro, por favor ¡tened cuidado cómo me tratáis! ¡No soy un carretel común y corriente! ¿Veis la punta de este hilo? Representa tu existencia, desde hoy hasta el día de tu muerte, cada día que pasa el hilo se irá saliendo del carretel. Si tiras de la punta muy fuerte tu existencia pasará más rápidamente, pero el hilo que saques del carretel ya no podrás volver a enrollarlo y los días o meses o años que hayan pasado de tu vida no los podrás recuperar”.
El cuento sigue pero no les voy a contar el final. Solo lo traigo a colación cuando veo que vivimos a diario con la mirada puesta en el después, según nuestros planes (o los planes de nuestros jefes, porque quien no trabaja por sus sueños, lo hace para los sueños de otro). Es decir, desconocemos el poder del ahora, como diría Eckhart Tolle, y permanecemos con la visión fija en el horizonte.
Pertenezco a una generación a la que nunca nos enseñaron a conectarnos con el presente. A la edad de 22 años debíamos vivir pensando en el futuro con frases como “lo que hagas hasta los 30 años te condicionará como vivas de allí en adelante”. Y ahora en la vejez no hacemos más que recordar el pasado. O soñarlo si nos resistimos a rememorar.
Pero ya lo aconsejaba Luis Alberto Spinetta en su canción ‘Muchacha Ojos de Papel’, “no corras más, tu tiempo es hoy”. El presente es lo único real que poseemos, todo lo demás es ilusión. En esto admiro a las generaciones jóvenes actuales que están muy conectadas con el presente. Todo lo demás es pasajero o imaginario o inexistente. Incluso este instante en que escribiendo te imagino leyendo esta columna un lunes cualquiera.