Opinión

El cañoneo de la Alianza

Con Perdón de la Palabra

He propuesto hilvanar en algunas de estas notas recuerdos personales, correspondientes a sucesos que pudieran tener algún interés como contexto de nuestra Historia más o menos reciente. Dentro de esa línea paso a informar que, viviendo yo extramuros de la ciudad de Buenos Aires, me valgo de los servicios de un chárter cuando tengo que viajar al centro.

Dicho chárter me deposita en la esquina de Corrientes y San Martín, donde lo espero para tomarlo de regreso. Y allí, en la vereda de los números impares, se alza un edificio amarillento, de muchos pisos, que estuvo largo tiempo en venta. Vendido hace un tiempo, lo han revocado y pintado para mejorar su aspecto. Debido a ello, desaparecieron las averías que presentaba, a la altura de la tercera planta. Cuál era el origen de esas averías? Explicarlo es el motivo de esta nota.

LA HELVETICA

En 1955, calle por medio del edificio que nos ocupa, se encontraba un bar característico de la ciudad, llamado La Helvética. Era un bonito café, diría que con mesas de madera y sillas vienesas. Y, encima de La Helvética, estaba la sede de la Alianza Libertadora Nacionalista que, a la sazón, se llamaba Alianza Popular Nacionalista.

La orientación de la Alianza había variado con el transcurso de los años. Vivió su época de esplendor allá por 1945, desplegando una intensa acción callejera para defender la neutralidad argentina respecto a la Segunda Guerra Mundial. Con lista propia de candidatos a diputado participó en las elecciones de 1946, incluyendo esa lista los nombres del almirante Scasso, del padre Castellani, de Carlos Ibarguren (h) y de Juan Pablo Oliver. 

Pero, durante el segundo gobierno de Perón, reemplazado Queraltó en su conducción por Guillermo Patricio Kelly, se transformó la Alianza en una suerte de fuerza de choque del peronismo, no siendo ajena a la quema de las iglesias en junio del "55. Y cambió su nombre de Alianza Libertadora por el de Alianza Popular. 

Sobrevino la revolución de septiembre y, durante su transcurso, se hizo cargo transitoriamente del gobierno una junta presidida por el general José Domingo Molina, cuyas deliberaciones serían urgidas drásticamente por la irrupción en el lugar donde sesionaba del general Francisco Imaz, asistido por los tenientes coroneles Pujol y Rosas, a los que acompañó el capitán Miori Pereyra. Así estaban las cosas en la cima del poder, mientras la Alianza se hallaba concentrada en su sede de San Martín y Corrientes.

¡FUEGO!

Cumplía yo mi conscripción en el Regimiento Motorizado Buenos Aires, con asiento en el cuartel de Pichincha y Garay. El cual recibió orden de la Junta de cañonear la sede de la Alianza. Tarea que debió realizar el capitán -o teniente 1º- Casado Achával, a cargo de la sección tanques del regimiento.
Los tanques cumplieron su cometido y los cañonazos se oyeron en buena parte de la ciudad. Recuerdo que un poeta nacionalista, Tanti Bustamante, tío de Guillermo Malm Green, compuso un sentido poema dedicado a los caídos de la Alianza en esa oportunidad, cuyo número, según creo, elevaba a 600.

Sin embargo, la versión directa que yo recogí, como soldado del Motorizado Buenos Aires, fue que no había nadie en la sede de la Alianza cuando dispararon los tanques. Dada su fuente, me inclino a creer que tal versión sea cierta. Sobre todo teniendo en cuanta que nunca trascendió el nombre de ningún aliancista muerto en la ocasión.

Las esquirlas de aquellos cañonazos fueron las que dejaron su huella en el edificio, refaccionado, que observo yo cuando espero el chárter en la esquina de San Martín y Corrientes de la Ciudad de Buenos Aires.