El campeón es el mejor. Esta frase es moneda corriente en el ambiente del fútbol. Argentinos fue el campeón del Metropolitano de 1984. Le sacó apenas un punto a Ferro, su más inmediato perseguidor, y tres a Estudiantes, otro protagonista estelar del torneo. Pero su mayor mérito no fue sólo su capacidad para acumular más unidades que sus rivales. El equipo dirigido por Roberto Marcos Saporiti tuvo una cualidad muy particular: jugaba mejor que el resto. El Bicho le tiró una pícara gambeta a la eterna polémica que se plantea para discutir si el título quedó en buenas manos. Su consagración fue la prueba evidente de que, por suerte, a veces ganan los buenos.
El Sapo tomó las riendas del equipo un año antes, cuando en La Paternal -y también en Núñez- lloraban la muerte de Angel Labruna. El Feo, un técnico ciento por ciento ganador, predicaba el verbo jugar tanto como el verbo vencer. Hizo que Argentinos respetara su histórico credo de pelota al pie y talento al servicio del triunfo. Su deceso tronchó un proyecto que empezaba a dar más frutos en el terreno de los rendimientos que en el de los resultados. Saporiti asumió al frente de un Bicho que debía sumar puntos para evitar el descenso. Esa era la meta.
Fueron llegando futbolistas experimentados como Carlos Morete, Juan José López, Jorge Olguín, Emilio Nicolás Commisso y Enrique Vidallé para acoplarse a otras piezas fundamentales que se habían sumado tiempo antes, como el Pepé José Antonio Castro, Pedro Pablo Pasculli, Carlos Ereros, Miguel Angel Lemme, Carmelo Villalba, Mario Hernán Videla… En el equipo esperaban Sergio Batista y Adrián Domenech y los pibes Claudio Borghi y Renato Corsi que empujaban desde las divisiones inferiores. Con todos ellos, se armó un equipo que salía a ganar siempre, pero no con el ingenuo candor de esperar que el talento individual solucionara todos los problemas. Saporiti se encargó de que el sacrificio y el brillo fueran complementarios, no antagónicos.
Tras un arranque con dudas en el Metro ´84, Argentinos fue encontrándose a sí mismo. Entabló una pareja disputa con Ferro y Estudiantes, que con distintas escuelas futbolísticas también lograban grandes resultados. Cada uno jugaba su partido. Los bichitos colorados conseguían que además de celebrar los puntos obtenidos, su público se deshiciera las manos aplaudiendo la intención de que la pelota recibiera un respeto reverencial.
A lo largo del certamen, los de La Paternal vencieron 3-0 y 5-1 a Boca, 4-1 a Huracán, Independiente y Talleres, 3-0 a Atlanta, Boca y Central… Llegaron a la última fecha compartiendo la punta con Ferro, ambos con 49 unidades. Estudiantes los seguía con 47. Los de Saporiti definían contra Temperley en Caballito, donde fueron locales toda la temporada. Sus rivales en la puja por el título se medían entre sí. Una definición dramática se dio ese 23 de diciembre.
El capítulo final de ese concierto de juego armónico y lucido se zanjó con 1-0 sobre Temperley que selló el campeonato. Ferro y Estudiantes igualaron 1-1. Argentinos salió a buscar los dos puntos contra un adversario que se agrupaba bien atrás. Un centro de Ereros fue rechazado con la mano por Héctor Vargas -un mediocampista defensivo que esa tarde actuó como marcador central- y el árbitro Carlos Espósito sancionó el penal que le permitió a Olguín, un especialista en la materia, vencer desde los doce pasos a Héctor Cassé.
El delirio se instaló en las tribunas. Poco importaba que a esa altura Ferro le estuviera ganando 1-0 a Estudiantes. La confianza en el equipo era absoluta. Quizás también se aguardaba una ayuda de los pincharratas. El equipo del Sapo estaba haciendo su parte. A los 10 minutos del segundo tiempo, Sergio Gurrieri anotó para los platenses. La igualdad en La ciudad de las diagonales se mantuvo hasta el final y entonces Argentinos, que supo aguantar la reacción de los celestes para evitar la derrota, se llevó el premio mayor. Era nada más y nada menos que el equipo de Saporiti que salía a la cancha con Vidallé; Villalba, Pavoni, Olguín, Domenech; Videla, Batista, Commisso; Castro, Pasculli y Ereros. Un gran campeón que jugaba bárbaro.
Argentinos 1 - Temperley 0
Argentinos: Enrique Vidallé; Carmelo Villalba, José Luis Pavoni, Jorge Olguín, Adrián Domenech; Mario Videla, Sergio Batista, Emilio Commisso; José Castro, Pedro Pablo Pasculli, Carlos Ereros. DT: Roberto Marcos Saporiti.
Temperley: Héctor Cassé; Claudio Gugnali, Oscar Moris, Héctor Vargas, Bernardo Villalba; Mario Finarolli, Eduardo Masotto, Hugo Lacava Schell, Héctor Ortega; Christian Guaita, Marcelo Aldape. DT: Humberto Zuccarelli.
Incidencias
Primer tiempo: 33m gol de Olguín (A), de penal. Segundo tiempo: Jorge Pellegrini por Olguín (A); 24m Hugo Villarruel por Masotto (T); 32m Miguel Angel Lemme por Castro (A); 38m Horacio Ambroselli por Lacava Schell (T).
Cancha: Ferro (local Argentinos). Arbitro: Carlos Espósito. Fecha: 23 de diciembre de 1984.