Cultura

El bueno, el feo y el malo en Escocia

Perros Salvajes
Por Ian Rankin
RBA. 438 páginas

Algún día, la crítica literaria deberá incluir entre sus sistemas de medición el Indice de Bostezabilidad (IB). Es decir, mesurar el tedio que provoca una obra en el lector. En Perros salvajes , la más reciente obra del británico Ian Rankin (1960) que llega al español, el IB es cercano a cero. La novela policial, sin ser nada del otro mundo, cumple sobradamente con su misión primordial: entretiene de cabo a rabo, nos arranca de las garras del maldito ocio.

Viajamos a la gélida Escocia. Según la autorizada opinión de James Ellroy, Rankin es "el padre y el rey del tartan noir". El detective John Rebus acaba de jubilarse, pero la policía de Edimburgo, una ciudad que sabe cuidar sus secretos, no puede prosperar sin él. Lo reclutan para esclarecer el asesinato de Lord David Milton, ex abogado de Su Majestad. Cuando el experimentado sabueso hinca el diente en un caso ya no lo suelta. Rebus no tardará en descubrir que se trata de un asesino en serie, cuyas balas homicidas rozan a su gran enemigo: Big Ger Cafferty, un gangster venido a menos.

Hay una segunda línea argumental también fecunda: la disputa territorial entre mafiosos locales y foráneos -de los bajos fondos de Glasgow para más señas- que está a punto de desatar una guerra abierta. Esa tensión (más el deseo de saber quién es el ajusticiador de Edimburgo) nos mantiene los dedos magnetizados hasta la última página. Rebus, por otro lado, nos enseña que a menudo resulta imprescindible pactar con el diablo para evitar derramamientos de sangre, que siempre es el mal mayor.

No hay aquí descripciones que corten el aliento o sondas arrojadas a la profundidad de la psiquis o la sociedad. La prosa carece de densidades estilísticas, es puramente funcional, dicho esto sin menoscabo. Tampoco encontrará el lector réplicas agudas como una daga. Los personajes son de carne y hueso sí, pero no hay alguno memorable. Rankin se las ingenia para evitar el maniqueísmo (hay policías corruptos y hampones con escrúpulos) aunque incurre en sensiblerías. El color local es suave, como la civilizada Escocia, que, por cierto, puede recorrerse de punta a punta en medio día y donde el delito hoy no constituye un problema para la mayoría de sus habitantes. Allí también parece que el periodismo esta agonizando por culpa de Internet.

El thriller suscita un pequeño problema personal. Quienes veíamos en Film & Arts la esplendida Rebus no podemos sacarnos de la cabeza la imagen, los tics y la voz -sobre todo la voz sublime- del actor Kenneth Stott. Así de avasalladora es la televisión. Puede decirse, no obstante, que Perros salvajes es tan recomendable como la serie.