París - Tras una carrera heroica marcada por una avería que le obligó a remontar, el británico Tom Pidcock (Leeds, 24 años) revalidó el título de campeón olímpico de bicicleta de montaña al imponerse en la prueba disputada en la Colina de Élancourt, en las afueras de París, con un recorrido de 35,2 km,
Pidcock logró una auténtica hazaña tras remontar una vez que cambió de rueda en la cuarta vuelta. Alcanzó al francés Victor Koretzky y lo batió al final, creando el desencanto de la afición francesa, que ya estaba saboreando el oro. Plata para el ciclista galo y bronce para el sudafricano Alan Hatherly.
Una carrera disputada bajo un intenso calor en la Colina de Élencourt, a 4o km de la capital, un escenario de 4,4 km al que había que dar 8 vueltas. Todo artificial, construido sobre una antigua gravera donde se instaló un vertedero. El circuito lo diseñó el sudafricano Nick Floros, el mismo de Tokio 2020.
El pelotón de 36 corredores salió lanzado desde el primer metro. Muchos anónimos al principio en una fila interminable de corredores. Los favoritos no aparecieron hasta formar un grupo de 14 en la segunda vuelta. Valero se fue al suelo, pero enseguida reinició la marcha. En la tercera vuelta Pidcock, Koretzky y Flueckiger ya iban perfilando la carrera. Los grandes en acción.
Un momento clave de la carrera se produjo en la cuarta vuelta, cuando una avería en la rueda delantera obligó a Pidcock a buscar el box de su equipo para cambiarla. Perdió unos 25 segundos, suficientes para que Koretzky saliera volando para tratar de aprovechar la oportunidad de su vida.
El francés, el único que aguantó el primer ataque de Pidcock, se vino arriba. El circuito lo conocía al detalle y tenía al público de su parte, que no paraba de gritar al ciclista de Beziers "Allez, Allez". La carrera se convirtió en una contrarreloj para Koretzky, en una lucha contra sí mismo, ante la gloria olímpica.
Por detrás, Pidcock trataba de buscar aliados para tratar de aproximarse al ciclista que ocupa el primer lugar del ránking mundial de XCO. La sexta vuelta empezó con el surafricano Alan Hatherly a 13 segundos y el grupo del británico del Ineos y el suizo Flueckiger a medio minuto. No estaba, sin embargo, el gran Nino Schurter, el suizo 10 veces campeón del Mundo. No tuvo su día en su despedida de los Juegos.
En esos momentos Valero, que sufrió una caída sin importancia, y Cullell, navegaban a más de 1 minuto. El grandino, bronce en Tokio, aún esperaba una de sus famosas remontadas, y el catalán Cullell, que nunca se rinde, optaba a ganar posiciones yendo de menos a más.
No se rindió Pidcock. Tranquilo, sin mostrar histeria, el británico fue conectando con otros corredores, recortando tiempo poco a poco, aprovechando la fatiga que se iba apoderando de Koretzky, quien quemó las naves viendo retrasado al máximo rival.
La reacción de Pidcock le permitió enlazar primero con el sudafricano Hatherly, y ambos echaron el guante a Koretzky a vuelta y media para el final, o sea, a poco más de 6 km de meta. Otra vez el duelo inicial el mismo que antes de la avería del campeón olímpico.
Pidcock dejó clara su intención. Le iba a devolver la moneda a Koretzky. Nada más enlazar atacó. Un final apasionante. El ritmo se volvió loco, lucha sin cuartel, a guantazos, ataque tras ataque, por el bosque, por la cascada de rocas, por las bajadas... sobre todo en las subidas, donde Pidcock apretaba.
Los dos buscaron el K.O. Primero atacó con determinación Koretzky a menos de 1 km de meta, abrió un pequeño hueco, pero no soltó a Pidcock. Y en la entrada en el bosque fue al revés, el británico metió la directa, y el puñado de segundos que abrió fue definitivo. Aún tuvo tiempo para soltar la euforia. Aventajó en 9 segundos al rival galo, y en 11 al sudafricano. Valero entró a 2.27.
El campeón olímpico en Tokio renovó el titulo con grandeza, con tintes heroicos, con clase y coraje infinito. Una hazaña para recordar.