“El estadio Azteca, rinde homenaje a las selecciones de: Italia (4) y Alemania (3) protagonistas en el Mundial de 1970, del Partido del Siglo”. Esa inscripción puede leerse en el templo del fútbol mexicano que albergó una agónica victoria azzurra en un duelo por las semifinales de esa Copa del Mundo que incluyó cinco goles en un alargue extenuante y fantástico al mismo tiempo.
Alemania tenía un equipazo. Al equipo que había sido derrotado cuatro años antes por Inglaterra con el gol fantasma de Geoffrey Hurst, le había sumado una camada de jóvenes de excelsa calidad. El veterano goleador Uwe Seeler -un símbolo que murió el pasado 21 de julio a los 85 años- aún lideraba a un conjunto en el que sobresalían los exquisitos Franz Beckenbauer y Wolfgang Overath y el firme defensor Karl-Heinz Schnellinger. En México aparecieron un delantero de temible poder de definición que respondía al nombre de Gerd Müller, un duro marcador como Berti Vogts y se había afianzado un formidable arquero: Sepp Maier.
Italia todavía sufría los efectos de la humillante caída a manos de Corea del Norte en 1966. El medio a perder se había apoderado de los peninsulares y las tácticas cada vez más conservadoras parecían la única receta que entendía el técnico Ferruccio Valcareggi. Por eso, a pesar de disponer de dos talentosos creadores como Sandro Mazzola y Gianni Rivera, solo le hacía lugar a uno de ellos. Prefería afirmarse en la fortaleza defensiva que le aseguraban Tarcisio Burnigh y Giacinto Facchetti -el mejor lateral izquierdo de la época-, mucha marca en la mitad del terreno y en el ataque apenas se encomendaba a Luigi Riva, un peligroso delantero del Cagliari.
Si los pronósticos futbolísticos tuvieran algún valor, Alemania asomaba como el favorito para quedarse con el triunfo. Sin embargo, este deporte no suele ser terreno fértil para las predicciones. Y, por si fuera poco, el conjunto que dirigía técnicamente Helmut Schön venía de sortear el tremendo obstáculo que le planteó Inglaterra en los cuartos de final.
“Nosotros éramos más fuertes, pero los italianos eran más hábiles. Y estábamos muy cansados después del gran partido contra Inglaterra”, admitió Seeler, el capitán alemán.
Quizás porque las piernas les pesaban mucho o por las precauciones de los azzurri que se ocuparon de seguir de cerca a Beckenbauer y Overath -las usinas creadoras alemanas-, el partido salió a pedir de las huestes de Valcareggi.
Por más que la prensa de su país le objetara una y otra vez el oscuro papel secundario que le asignaba a Rivera, el Bambino de oro al que idolatraban los hinchas del Milan, la jugada del controvertido DT pareció ser la correcta. Le cerró los caminos a su adversario y su equipo rápidamente se puso en ventaja.
Roberto Boninsegna trató de alcanzarle la pelota a Riva, pero su pase rebotó en el zaguero Willy Schulz. El delantero del Inter recuperó el balón y superó a Maier con un fuerte remate.
Los de Schön no tuvieron más alternativa que ir al frente en procura de la igualdad. La sed de victoria podía más que el cansancio. Pero el trámite del juego era el que más le convenía a los azzurri, que eran especialistas en refugiarse en las cercanías de su arco y salir a toda velocidad cuando vislumbraban la posibilidad de un contraataque.
Si bien Enrico Albertosi tuvo bastante trabajo, la verdad es que Alemania se mostraba impotente. El arquero apenas la pasó mal ante un intento desviado de Seeler tras un pase de Beckenbauer. Esa fue la única llegada clara en casi 80 minutos de acción.
Rivera había entrado por Mazzola. Pero la fórmula no cambiaba. Los alemanes, en cambio, se jugaron a todo o nada. Schön modificó la estructura con el ingreso de Sigfried Held -un delantero- por el defensor Bernd Patzke. La desesperación guiaba sus decisiones. Y pareció acertar porque, casi con el tiempo cumplido, un centro de Jürgen Grabowski encontró libre de marcas a Schnellinger, quien empujó la pelota al fondo del arco de Albertosi.
Ese tanto representó, además, una suerte de redención, pues a esa altura tenía casi fuera de combate a Beckenbauer, quien, víctima de una violenta infracción de Pierluigi Cera, se había dislocado el hombro derecho. Permaneció en la cancha con su brazo en cabestrillo, pero podía aportar poco y nada.
MEDIA HORA A PURO GOL
La igualdad puso a ambos equipos en la obligación de disputar media hora de alargue para dirimir cuál sería el rival de Brasil -verdugo de Uruguay- en la final. Para Alemania el suplementario representaba una pésima noticia. Su minada resistencia le impedía ir más allá. Pero no estaba dispuesta a bajar los brazos.
Müller adelantó a su equipo luego de una combinación de cabezazos con Seeler. Italia se vio forzada a abandonar su conservadora propuesta. Rivera empezó a lucirse como el magnífico conductor que era. Un mal rechazo de Held le dejó la pelota servida en bandeja a Burgnich para empatar. Y antes del cierre del primer cuarto de hora, Riva desniveló al aprovechar un centro de Angelo Domenghini.
Los azzurri le habían dado un duro golpe a un oponente disminuido física y futbolísticamente. Se sabe que los alemanes no se rinden ante la adversidad y, con un pasaje a la finalísima en juego, respetarían esa tradición. Seeler, con el peso de sus 33 años y mil batallas, se las ingenió para cederle al implacable Müller el 3-3.
Con diez minutos por delante, el suspenso y la excitación eran amos y señores de la escena. No había tiempo para distraerse. En las tribunas más de cien mil espectadores contemplaban azorados una lucha heroica. Pero apenas 60 segundos después del tanto del joven atacante del Bayern Munich, Rivera, el mismo al que su propio técnico condenaba al ostracismo, sacó un magnífico remate desde fuera del área que resultó inatajable para Sepp Maier.
El golazo del Bambino de oro le bajó el telón a un encuentro inolvidable. Italia y Alemania le habían tributado un homenaje al fútbol con media hora de una tensión asfixiante. Pensar que esa época no estaba prevista la definición por disparos desde el punto penal y el ganador pudo haberse determinado lanzando una moneda al aire… Por suerte eso no sucedió y evitó que el azar arruinara el Partido del Siglo.
Italia 4 - Alemania Federal 3
Italia: Enrico Albertosi; Tarcisio Burgnich, Roberto Rosato, Pierluigi Cera, Giacinto Facchetti; Mario Bertini; Angelo Domenghini, Sandro Mazzola, Giancarlo De Sisti; Roberto Boninsegna, Luigi Riva. DT: Ferruccio Valcareggi.
Alemania: Josef Maier; Hans-Hubert Vogts, Wilhelm Schulz, Bernd Patzke, Karl-Heinz Schnellinger; Franz Beckenbauer, Wolfgang Overath; Jürgen Grabowski, Uwe Seeler, Gerd Müller, Johannes Löhr. DT: Helmut Schön.
Incidencias
Primer tiempo: 8m gol de Boninsegna (I). Segundo tiempo: Gianni Rivera por Mazzola (I); Reinhard Libuda por Löhr (A); 21m Sigfried Held por Patzke (A); 45m gol de Schnellinger (A). Primer tiempo suplementario: Fabrizio Poletti por Rosato (I); 4m gol de Müller (A); 8m gol de Burgnich (I); 14m gol de Riva (I). Segundo tiempo suplementario: 5m gol de Müller (A); 6m gol de Rivera (I).
Estadio: Azteca (Ciudad de México). Árbitro: Arturo Yamasaki, de Perú. Fecha: 17 de junio de 1970.