Son las cuatro y media de la tarde de un viernes y las pesadas puertas de hierro con vidrio de la entrada del colegio Otto Krause se abren. Instantáneamente las personas que esperaban en la vereda de la Avenida Paseo Colón ingresan al edificio con la celeridad de quienes celebran un aniversario de egresados y no quieren perderse un minuto de ese reencuentro.
Algunos han venido con sus familias y otros han llegado desde el extranjero para compartir por unas horas los recuerdos que marcaron sus adolescencias y que les brindó, a través de 6 años de educación, un próspero futuro laboral.
En un costado, se colocaron mesas con los listados de más de 100 ex alumnos que vendrán al encuentro y que están divididos según la especialización estudiada durante su formación en el colegio. Química, mecánica, electrónica/eléctrica y computación son algunos de los nombres que están colocados en las insignias para que se acerquen a obtener su identificación. Y es ahí donde el reencuentro con los amigos y compañeros genera los primeros abrazos acompañados de charlas llenas de recuerdos.
Allí en un rincón, Henry Weinschenk busca caras familiares de quienes 60 años atrás compartieron su vida dentro del Otto Krause. "Recuerdo que cuando ingresé acá tenía 13 años y veía a los de sexto como hombres, que se debían afeitar todos los días. También me preguntaba que hacia allí yo que acaba de salir de primaria con mi guardapolvo. Era un cambio muy grande y un gran salto de primer año a sexto que resultaba intimidante, sobre todo, al principio. Luego te acostumbrabas", resaltó a La Prensa Henry, quien desde hace años fomenta un programa de intercambio entre alumnos del Otto Krause con colegios de Charlotteville en el estado de Virginia, en los Estados Unidos.
A pocos metros Ernesto Rehman, egresado de 1959, espera reencontrase con el resto de sus amigos. Algunos vienen de los Estados Unidos y de Europa. Pese a que en el tiempo han mantenido el contacto, esta celebración de ex alumnos permitirá verse físicamente luego de algún tiempo. "Siento una gran emoción. Empezamos en 1954 siendo unos chicos. El Krause, como le decimos con cariño, era de prestigio. Los laboratorios eran únicos no había otros. De las fabricas venían a hacer ensayos a nuestro colegio", recordó Rehman.
Luego agregó que "el renombre que tenía el Otto Krause en el mundo hacia que si te presentabas en cualquier empresa diciendo que eras técnico egresado de allí se te abrían inmediatamente las puertas. Es más, recuerdo cuando en 1958 vinieron desde los Ingenios azucareros de Tucuman ofreciendo puestos para instalarse allá con comodidades. Esto sucedía por la capacidad técnica que tenían los egresados. Y no era fácil ingresar al colegio ya que eran dos días de exámenes muy estrictos. Sólo los mejores promedios entraban".
"Nos dicen que somos ingenieros pero en realidad somos ingenieros de fábricas. Este colegio cuenta con conocimientos que en otra parte del mundo correspondería a estudios terciarios. Pero acá, los aprendes en el secundario y salís con conocimientos que te permiten construir una casa de planta baja y hasta un piso. Esto es único en el mundo y se enseña acá", recalcó Henry.
Dentro de las paredes de esta antigua institución cursaron sus estudios algunas destacadas figuras como Francisco Salomone, que hizo celebradas obras arquitectónicas en la provincia de Buenos Aires, y Alejandro Bustillo, quien diseñó el edificio del Banco Nación.
PRIMERAS
Pero también el Krause fue testigo del pasó de varias mujeres que sólo siendo adolescentes abrieron camino, en la institución, a las próximas generaciones de alumnas técnicas.
La determinación de Silvia Lozar por estudiar química hizo que la historia del Krause cambiara radicalmente en 1966. "Hice los primeros tres años en el colegio industrial Nø2 Ingeniero Huergo y al año siguiente mi especialidad de química pasaba a turno tarde noche. Entonces me dije de cambiarme al Otto Krause que tenía turno mañana. Cuando me inscribí ahí comenzaron los contratiempos porque hasta ese entonces el colegio era sólo de hombres", recordó a La Prensa Lozar, quien vive actualmente en Cipoletti, provincia de Río Negro.
La insistencia de la adolescente logró atravesar todas las barreras que, según las autoridades educativas, impedían cualquier intento de cursar allí sus estudios. "Me dijeron que no había espacios como baños para alumnas mujeres y que cómo iba hacer para estudiar ahí. Yo les dije que no tenía problemas y entonces me dieron una lista de condiciones. Me puse firme y les recordé que por Ley me tenían que dejar ingresar y finalmente lo tuvieron que hacer", recordó Lozar quien luego de esta primera victoria tuvo que sobrellevar un primer año difícil.
"Tuve que esperar unos días para comenzar las clases porque tuvieron que preparar al colegio. El primer año tuve algunas dificultades como que no me dejaban salir al recreo o sólo podía entrar por Paseo Colón, que era para profesores, y no por la calle México como lo hacían todos los alumnos. Usaba el baño de maestras, en los actos me tenía que formar adelante y no podía ir a la cantina a almorzar en el colegio. El primer año fue difícil pero después en el segundo año me dije que no me iba a pasar de nuevo la misma situación. El primer día entré por México y salí al recreo sin que nadie me dijera lo contrario. Ya no les asombró a los chicos la presencia de una mujer porque me conocían", subrayó la egresada en 1969 que siguió sus estudios universitarios en medicina.
La jornada también trajo desde los Estados Unidos a María Concepción (Kechy) Calvo que acompañada por su hija Jimena, recorrió las instalaciones del colegio recordando su tiempo de estudiante. "Es volver a mi casa. Acá llegué a los 15 años en el turno de enlace que eran las materias entre el bachiller o la escuela normal. Fui la primera mujer graduada en mi especialidad. Recuerdo el primer día era bastante abrumador. Entré a una clase en que eran 36 varones. Imagínate para ellos fue un shock de tener una mujer en el aula. Fue un cambio de mentalidad y actitud", recalcó a La Prensa Kechy, egresada de 1973, mientras comparaba las modificaciones realizadas en distintos sectores del colegio. Así, cambios de funcionalidad en algunas áreas le hicieron recordar el tiempo en que había tenido que trabajar, a la par de sus compañeros, limando distintos objetos para entregar en los trabajos prácticos.
MITOS
Tantos días recorriendo los pasillos y clases del Otto Krause motivaron a que entre los estudiantes y egresados surgieran mitos creados por tantos años de existencia de la institución. "Los sótanos del Krause son míticos. Siempre despiertan a la imaginación y generan mitos. Se dice que hay más subsuelos y túneles que son desconocidos excepto para unos pocos iniciados. También que han ocurrido muchas cosas raras en ese subsuelo, que existe una conexión a casa Rosada y al Puerto o que por un túnel se escapó Perón, lo cual no es verdad. Pero son historias que están", enfatizó riéndose Henry.
Otra leyenda señala que una vez por año la caldera de la maquina de vapor existente en el colegio generaba electricidad para la Casa Rosada. "Era tecnología de 1913 que hoy ya no se usa por disposiciones legales y de seguridad. Pero en su momento indicaban modernidad y aquí se contaba con ese tipo de herramientas para que los alumnos aprendiesen", enfatizó Henry. También las generaciones más jóvenes apelaron a esas historias y hasta hubo una película realizada por un ex alumno sobre el tema.
Pero detrás de estos mitos y leyendas hubo momentos en que la historia del país dejó su impacto dentro de sus clases. "Acá viví la revolución del 55. Me acuerdo que me dejaron entrar acá mientras bombardeaban. Fueron momentos de gran impacto y en que sentí que estas paredes me brindaron contención", recordó Rehman.
CAMADERIA
Sin importar las décadas que hayan pasado, subyace un sólido vinculo que une a todos los egresados sin importar su edad: la camaradería generada por cientos de horas de estudio, mucho esfuerzo y sacrificio, tanto por los chicos como por sus familias. "Vos ves a esta gente que vino hoy al Otto Krause y que son de distintos años pero te cruzas con ellos y hablas en nuestra casa. Es mi familia. Hay camaradería con cualquiera de los chicos de ahora y va a existir en cualquier parte del mundo", enfatizó Calvo.
Otro punto que fue resaltados por los egresados fueron sus profesores. "Eran de primer nivel y muy exigentes. Había uno que daba clases pero no podías preguntar y cuando terminaba agarraba sus cosas y se iba. Era un profesor que exigía que aprendieras y te esforzaras", recordó Weinschenk.
La misma visión sostuvo Ernesto Rehman que destacó que: "Acá tenés un sentido de pertenencia. El Krause une. Una vez que tengamos un sentido similar de pertenencia a nivel país vamos a hacer distintos también. El Krause sigue siendo lo que es por este vínculo de respeto entre los alumnos y sus profesores pero, también, por la visión de país con la que fue creado el colegio. Se buscó generar excelencia para que egresara una élite en que no se diferencia a nadie y estas sólo por capacidad. La oportunidad la tienen todos pero tenés que esforzarte y estudiar".