Opinión
Con perdón de la palabra

El Club Evaristo (entrega XXXII): el caso del cura y el cacique

Después de la fuga del inspector municipal no habían ocurrido sucesos dignos de mención en el Asturias. Fuera del incremento de su clientela, que ya molestaba decididamente a Avelino quien, impaciente, repetía:

–¡Pero qué le habrá visto toda esta gente a mi negocio, que no tiene nada fuera de lo común!
En cuanto a Los Evaristos, sorteaban como podían las dificultades suscitadas por el rumbo incierto de la economía nacional; O’Connor disfrutaba su recuperada condición conyugal y esperaba un nuevo hijo, tardío; el fútbol era origen de las discusiones más enconadas entre los miembros del club.
Con motivo de los avatares económicos, Medrano, que estaba con algún kilo de más, acuñó una frase memorable cuando dijo:
–Realmente, parece una ley física inexorable: el peso argentino siempre baja y el peso propio siempre sube.
 

EMPERADOR DEL DESIERTO
Fue a Ferro a quien le tocó exponer un caso que, aunque no tuviera nada de policial, pareció oportuno traer a colación para compensar la truculencia de los tratados en la sesión anterior. Comenzó por presentar a uno de los protagonistas del asunto:
–Juan Calfucurá, o Callvucurá –dijo– fue verdaderamente un emperador del desierto. Fundador de la dinastía de los curá –piedra– su nombre quería decir Piedra Azul. Su hijo, Manuel Namuncurá, llevaba por apelativo Pie de Piedra, y sería padre del beato Ceferino.
”El asiento de la federación presidida por Calfucurá estaba en las Salinas Grandes, entre las actuales localidades de Hidalgo y Rolón, en el deslinde de las provincias de Buenos Aires y La Pampa. Salinas de las cuales era tributaria Buenos Aires que, desde la época colonial, debía organizar expediciones periódicas hasta allí para aprovisionarse de sal. Contaba el gran cacique con secretarios blancos, quienes redactaban las comunicaciones que sostenía con personalidades tan importantes como Rosas, Urquiza o Mitre. Comunicaciones que llevaban su sello, troquelado por un platero santafecino, donde decía General Juan Callvucurá Salinas Grandes, luciendo doslanzas cruzadas, una flecha y un par de boleadoras.
Sus cambiantes relaciones con los gobiernos argentinos lo llevaron a combatir en Cepeda, a favor de Urquiza, comandando una fracción de sus temibles lanceros. Derrotó a Mitre en Sierra Chica y a Otamendi en Iraola. Vencido finalmente por Rivas en San Carlos sufrió hasta tal punto la derrota que murió de disgusto al poco tiempo”. “Las variaciones en la manera de escribir su patronímico obedecen a que el idioma araucano era solamente oral, de manera que las palabras del mismo se escribían por aproximación fonética”.
”Pues bien, en 1859, después de tomar parte en la batalla de Cepeda, Calfucurá asoló con 2.000 lanzas parte de la provincia de Buenos Aires, arrasando todo a su paso. El 29 de octubre se hallaba frente a 25 de Mayo, demorando el ataque a la población. Que estaba librada a su suerte, pues las tropas de la Comandancia se hallaban lejos y las que guarnecían los fortines Cruz de Guerra y Mulitas estaban sin caballada”.
”Demoraba el cacique la destrucción del pueblo cuando, ante su sorpresa y la de sus hombres, vieron venir hacia ellos un personaje estrafalario. Se trataba del párroco de 25 de Mayo, un italiano llamado Francisco Bibolini, que lucía una sotana descolorida, un chambergo cubierto de polvo y montaba un matungo tordillo de andar desparejo. Avanzaba al tranco, sin mostrar temor alguno, ni siquiera cuando la indiada se le echó encima, provocando una espantada del matungo, que dio con su humanidad en tierra pues el gringo no era buen jinete. Ocurría esto a orillas de la laguna del Médano Partido”.
”Se puso el clérigo de pie después del revolcón, Calfucurá contuvo a sus guerreros y, desmontando, inició un largo parlamento con el recién venido. Hablaba el cacique su media lengua, que entreveraba palabras araucanas con términos castellanos, mientras el sacerdote lo hacía en cocoliche, pues nunca había terminado de dominar el español”.
”Nunca se supo qué se dijeron aquellos singulares interlocutores. Aunque, posiblemente, Bibolini habrá insistido respecto a la inutilidad de hacer una matanza en el poblado indefenso y habrá ofrecido proveer a los indios de víveres, yerba y aguardiente, amén de algunas prendas de colores estridentes. Pero, eso sí, como contrapartida no debían matar hombres ni llevarse mujeres cautivas”. ”Consideró Calfucurá el asunto, se prolongó el parlamento y, finalmente, cura y cacique se dirigieron juntos al pueblo, que recorrieron seguidos por los terribles lanceros de la Federación Araucana”.
“Calfucurá durmió en la parroquia y, al día siguiente, recibidos los regalos prometidos, los integrantes del malón se fueron como habían venido, sin causar ningún mal a los pobladores de 25 de Mayo”.

EL MONOLITO
”Hoy, un monolito recuerda el encuentro de Calfucurá y el padre Francisco Bibolini, junto a la Laguna del Médano Partido que, desde entonces, se llama Laguna del Cura”. ”Guardadas las distancias, este episodio ocurrido en la pampa argentina recuerda al protagonizado por el Papa León I, el Grande, cuando detuvo a Atila ante las puertas de Roma”.
–Muy buen relato –aprobaron varios–. Que justifica ampliamente que nos hayamos ocupado de un asunto sin ribetes policiales.
–¿Y contiene algún punto que podamos debatir –preguntó Pérez, casi por compromiso.
–El único aspecto que podría dar lugar a ciertas deducciones, sería tratar de establecer en qué consistió el parlamento entre el cura y el cacique –sugirió Zapiola–. Pero carecemos de todo indicio al respecto.
–No te creas –intervino Alvarado. –Sabemos que Bibolini era un buen sacerdote, según lo demostró al jugarse por sus feligreses del modo como lo hizo. Y un buen sacerdote no pierde oportunidad para hablar de Dios. Para hablar de Dios y ayudar al prójimo. Ya sabemos en qué forma ayudó a sus feligreses, que eran su prójimo. De manera que bien podemos presumir que, además, aquel día, junto a la laguna, aprovechó para hablarle de Dios al cacique. Y que éste, por las dudas, pudo preferir no disgustar al Dios que, con respeto y devoción, le mencionaba el cura. Esa es mi hipótesis respecto al contenido del parlamento sostenido junto la laguna que todavía se llamaba Del Médano Partido. Y que quizá haya influido para que Calfucurá viniera a ser abuelo de un santito”.
Las palabras de Alvarado fueron recibidas con un aplauso.