Opinión
Con Perdón de la Palabra

El Club Evaristo XII: el caso del Padre Mugica

Con la exposición de Kleiner se cerró la primera ronda de expositores del Club Evaristo. Concluía el otoño y un anticipo invernal sorprendía a los peatones demorados con ráfagas heladas. En cuanto al expositor, cabe informar que Claus es un hombre muy grande, de cara redonda, ojos celestes y pelo lacio, pajizo.

Eduardo Ferro, presidente en funciones, consideró oportuno hacer una introducción a las palabras de Kleiner, que hablaría sobre el asesinato del Padre Carlos Mugica.

A la década de los setenta se la conoce como Los Años de Plomo, porque se vio ensangrentada por una guerra tremenda entre la guerrilla insurreccional, que se había propuesto alcanzar el poder para instaurar La Patria Socialista, y las fuerzas que la reprimieron sin reparar en medios para imponerse. La guerrilla eligió el terrorismo como arma para derrotar al poder constituido. Y éste respondió con la misma arma, tiñendo de ilegalidad su defensa de las instituciones. La guerrilla fue derrotada y triunfó la represión. Pero, paradójicamente, el transcurso del tiempo determinó que los vencedores fueran vencidos en el plano político y cultural, mientras los derrotados terminaron por triunfar en ese plano. Lo cual ha dado lugar a que unos estén presos mientras los otros ocupan cargos de gobierno. Situación ésta que ha determinado que las heridas abiertas en los 70 permanezcan abiertas, sin miras de cicatrizar.

”Como creo necesario que se restablezca la concordia entre los argentinos, no me parece conveniente que tratemos aquí casos vinculados con dicha guerra, contribuyendo así a prolongarla. Pero, sin embargo, no es posible borrar ese período de nuestra Historia y pasarlo por alto como si no hubiera existido. De manera que propongo abordar sólo uno de esos hechos, que es el que hoy tratará nuestro amigo Claus. Un hecho emblemático que, además, cuenta con el ingrediente suplementario que suponen las dudas que existen respecto a quiénes fueron los autores del asesinato del Padre Mugica: las Tres A o Montoneros”.

–No estoy de acuerdo –expresó Pérez–. Hay que animarse a tratar incluso esos asuntos espinosos.

–Yo en cambio coincido con Ferro. No tiene sentido echar más leña al fuego –contestó Zapiola.

–Así es –convino Medrano.

–Resolvámoslo por mayoría –propuso Fabiani.

Y, puesto el asunto a votación, se impuso la postura de Ferro, resolviéndose que el único caso que se trataría, respecto a la guerra de los setenta, sería el del Padre Mugica. El cual pasó a exponer Kleiner de este modo:

–Empezaré por describir a la víctima, que fue Carlos Mugica Echagüe, nacido en Buenos Aires en octubre de 1930, hijo de Adolfo Mugica, diputado por el Partido Conservador y canciller en el gobierno de Frondizi. Carlos empezó la carrera de Derecho, que abandonó a los veintiún años para ingresar en el Seminario Metropolitano de esta ciudad. Se sintió solidario con la gente modesta al comprobar el sentimiento de ésta ante el derrocamiento de Perón en 1955.

Una vez ordenado trabajó con Monseñor Iriarte, obispo de Resistencia y en la parroquia del Socorro del Barrio Norte porteño; fue profesor de Teología en la Universidad del Salvador, se ocupó de las familias pobres en la parroquia de Santa Rosa de Lima, en Buenos Aires. Se interesó por las ideas del Che Guevara y de Mao Tsé Tung y, en los años 60, fue asesor espiritual de la Juventud Estudiantil Católica (J.E.C.), de la cual llegó a ser presidente Carlos Gustavo Ramus, y a la que ingresó Mario Firmenich y otros que, con Fernando Abal Medina fundaron la primera célula de Montoneros. Mugica los formó en la cosmovisión de Theilhard de Chardin, Emmanuel Mounier e Yves Congar, contribuyendo a formular la Teología de la Liberación. Formó parte del movimiento Sacerdotes para el Tercer Mundo. No propició sin embargo la lucha armada, que sí apoyaba el Padre Alberto Carbone, asesor nacional de la JEC”.

”Los artículos de Mugica, reunidos caprichosamente, fueron publicados en el libro Peronismo y Cristianismo, en 1973. Al volver Perón, Mugica tomó una postura crítica respecto a Montoneros. Y, en diciembre del 73, expresó públicamente: Como dice la Biblia, hay que dejar las armas para empuñar los arados. Después de una entrevista con López Rega manifestó que se había enterado de muchas cosas que no sabía, recibiendo una amenaza explícita de Montoneros. El 11 de mayo de 1974 fue muerto a balazos cuando subía a su pequeño coche, estacionado en la puerta de la iglesia de San Francisco Solano, en Villa Luro.

PRIMERAS VERSIONES

Las primeras versiones imputaron el crimen a Montoneros. Éstos les echaron la culpa a las bandas armadas de derecha. López Rega acusó también a Montoneros y le puso el nombre del Padre Mugica a un barrio recién construido por el Ministerio de Bienestar Social en Ciudadela. La izquierda culpó a la Triple A. Antonio Cafiero a Montoneros.

Algún testigo del hecho dijo haber visto al asesino, dando de él una descripción coincidente con la de un cabecilla de la Triple A llamado Rodolfo Eduardo Almirón. Nunca se estableció sin embargo de dónde vino el ataque al sacerdote, que está enterrado en la capilla Cristo Obrero de la Villa 31.

–¿Cómo era Mugica? –preguntó Gallardo.

–Un muchacho buen mozo, con una sincera inquietud social, desinteresado, excelente jugador de fútbol, atrapado, lamentablemente, por la dialéctica marxista que se había difundido por el mundo, incluida la intelectualidad norteamericana que no fue ajena a su seducción.

–¿Y quién creés vos que lo mató?

–Yo estoy condicionado para creer que fue Montoneros y es muy posible que así haya sido nomás. No hay que olvidar que, poco antes del asesinato, Montoneros amenazó formalmente a Mugica. Cuya postura contra la violencia incomodaba seriamente a la guerrilla. Fíjense que Ramus, Firmenich y Abal Medina, adoctrinados por el Padre Carbone, se presentarían en sociedad asesinando al general Aramburu. O sea que, desde el principio, se revelaron poseedores de una crueldad implacable. Aunque, a decir verdad, tampoco puede descartarse a la Triple A como autora de la muerte de Mugica, ya que López Rega era capaz de cualquier cosa.

–La decisión de matar a Mugica recuerda la matanza de Ezeiza donde, según parece, Montoneros trató de liquidar a Perón por considerarlo un obstáculo para la instauración de la Patria Socialista que propiciaban. Muestra una fría determinación, actuando incluso contra quienes formalmente eran sus compañeros de lucha. También el asesinato de Vandor muestra esa terrible determinación –apuntó Medrano.

–Como se imaginarán –volvió a opinar Ferro–, no vamos a aclarar en esta amable sobremesa una cuestión que ha dado lugar a muchas controversias y respecto a la cual, además, existen fuertes condicionamientos ideológicos. Pero, para cumplir con las reglas del club, votemos a fin de establecer, a nuestro leal saber y entender, si al Padre Mugica lo mató Montoneros o la Triple A. Yo creo que fue Montoneros.

Y la de Ferro fue la opinión triunfadora. Pero no por unanimidad: Pérez y Alvarado votaron en el sentido de que la autoría del crimen debía atribuirse a la Triple A. Fabiani vaciló bastante antes de decidirse pues, para él, por principio, la culpa siempre tenía que tenerla los peronistas. Y, en este caso, había que optar entre dos posibles autores, peronistas ambos, aunque con distinto grado de lealtad para con el carismático líder. Finalmente, también votó como Ferro.