Opinión
Con perdón de la palabra

El Club Evaristo VIII: el caso de Juan Lavalle

En la última reunión del año, se trató uno de los casos más inexplicables que ofrece la Historia Argentina. Y le tocó presentarlo a Alberto Medrano, buceador de bibliotecas, seguidor de River Plate y admirador de La Máquina, que no llegó a ver funcionar por razones de edad. Con gesto mecánico se acomodó los anteojos sobre la nariz y arrancó diciendo:

-No es fácil formular un juicio terminante sobre Juan Galo de Lavalle. Porque conjuga en sí características muy diferentes. Dotado de un valor temerario, se destacó en las guerras de la Independencia actuando a las órdenes de San Martín. Hermano de leche de Rosas, pactó y combatió contra él. Emblema del unitarismo, alguna vez se declaró federal. Impulsado por su tumultuoso amor al país, se alió con Francia y su conciencia no se lo perdonó. Después de apoderarse del gobierno, utilizado por un puñado de letrados implacables fusiló "por su orden'' al gobernador legítimo de su patria, Buenos Aires. Y la sombra de Dorrego lo acosó por el resto de  su existencia. Pero no vengo a desarrollar aquí una biografía del aturdido generalito sino tan sólo a analizar el insondable misterio que rodea su muerte, un caso policial de solución quizá imposible, sobre el cual sólo cabe tejer algunas hipótesis, seguramente poco  convincentes. Abordaré, como introducción, el tramo final de su vida y, para ello, voy a valerme de un soneto que compuso un amigo mío y que dice: ­

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VA LAVALLE ­

­Taciturno y sombrío va Lavalle ­

al frente de su ejército espectral, ­

le ha ordenado a un soldado que se calle ­

y que guarde silencio a un oficial. ­

No hace mucho perdió en Quebracho Herrado ­

y sufriendo el acoso federal ­

cruza un campo reseco, calcinado, ­

donde brilla lejano un salitral. ­

Lo importunan visiones del pasado, ­

entre ellas, pertinaz y casi real, ­

la sombra del ilustre fusilado. ­

Apresura su marcha el general, ­

porque tiene un encuentro concertado ­

con la muerte y procura ser puntual.­

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"Pues bien, así están las cosas para Lavalle en su interminable retirada hacia el norte. Anda por Tucumán y Salta, se enreda en amores que, sin embargo, no apagan el que profesa por su mujer, Dolores Correas y Espínola. En Metán hace fusilar al coronel federal Mariano Boedo y, según dicen algunos, tiene luego un romance con una hermana de éste, Damasita. Oribe lo vuelve a derrotar en Famaillá y, reducido su ejército a menos de 200 hombres, la noche del 7 de octubre de 1841 entra en Jujuy para pernoctar. Deja su gente a pocas cuadras del centro de la ciudad, en Los Tapiales de Castañeda, y se aloja en la casa de Zenarruza, o de Alvarado que de los dos modos es llamada, la cual está vacía. Viene molido y quiere dormir bajo techo después de bañarse en aguardiente, pues lo habían picado los bichos colorados. Este es el marco y las circunstancias que rodean el caso que les voy a presentar y que ahora trataré en  detalle''.­

Aunque los presentes conocen en líneas generales dicho marco, a Kleiner le pareció oportuno agradecer a Medrano la puesta en escena que llevara a cabo, diciendo: ­

-Gracias por tu recapitulación, que a todos nos ha venido bien y, además, resultó muy interesante. ­

-No hay de qué. Pensé que no estaría de más. Y, para ser honesto, debo decirles que buena parte de la información referida a este  asunto la saqué del libro `Juan Lavalle, una biografía', de Marcelo Moyano. Y, ahora sí, vamos al meollo del asunto. Retomo el hilo del relato.

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AQUELLA NOCHE­

"Quienes, conducidos por el gobernador delegado jujeño, Aberastain, llegan a la casa de Zenarruza son Lavalle, sus oficiales Félix Frías y Pedro Lacasa, una pequeña escolta de ocho soldados y el jefe de ésta, teniente Celedonio Alvarez''. ­

"El edificio tiene un par de patios, un zaguán y dos habitaciones que dan a la calle. Otras dos se encuentran pasando el primer patio y, después del segundo, queda lugar para encerrar los caballos de la escolta.

"Lavalle ocupa uno de los cuartos interiores, Lacasa y Frías comparten uno de los del frente y la escolta se acomoda en el primer patio. Se aposta un centinela en el zaguán, cerca de la puerta. Salvo  éste, todos se entregan al sueño y comienzan a transcurrir las primeras horas del 8 de octubre''. ­

"Clareaba apenas el amanecer cuando una partida, al mando del comandante Fortunato Blanco, se acerca a la casa de Zenarruza. El centinela grita ¡quién vive! y, al oírlo, se levanta Lacasa, que advierte la proximidad de un grupo de paisanos armados, con divisa federal. Blanco le intima rendición a Lacasa, que retrocede y cruza el primer patio gritando ¡a las armas! Lavalle se está calzando las bo tas cuando Lacasa entra en su cuarto y le dice: ­

-General, los enemigos están en la puerta. ­

-¿Qué clase de enemigos son? ­

-Son paisanos. ­

-¿Como cuántos? ­

-Veinte o treinta. ­

-No hay cuidado entonces; vaya usted, cierre la puerta y mande ensillar, que ahora nos hemos de abrir paso''. ­

"Éste es el diálogo que, más tarde, reproduce Lacasa por escrito y agrega: Inmediatamente se cerró la puerta y los soldados corrieron al segundo patio para tomar sus caballos''.  ­

"En la calle, el comandante Blanco advierte que se cierra la puerta, ordena a los cuatro tiradores de la partida echar pie a tierra y hacer fuego contra la cerradura. Por dos veces las tercerolas gatillan en falso, fallando el tiro''. ­

"Lavalle se acerca a la puerta, ordenando al oficial de guardia custodiar la misma. Lacasa, que marcha hacia el segundo patio, retrocede para recoger su freno en la habitación. Después de hacerlo oye unos tiros que hicieron estremecer la puerta, se dirige a ella y, en el zaguán, encuentra a Lavalle caído, ensangrentado y agonizando''. ­

"Mientras tanto, Blanco es informado respecto a que las fuerzas  unitarias están acampadas allá cerca. Presumiendo que puedan haber oído los disparos, se retira. Luego declarará que fueron tres los tiros disparados y se atribuye a un moreno, José Bracho, haber sido  el autor del que abatió a Lavalle, siendo recompensado por ello''.  ­

"Lavalle, ya muerto, quedó tirado en el zaguán, con la cabeza en  dirección a la puerta y con un balazo en la base del esternón''.

"Señores, éstos son los hechos, según los dichos de Lacasa, Frías  y el comandante Blanco''. ­

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INCONGRUENCIAS­

-Hasta aquí, nada extraño se desprende de tu relato -observó Gallardo-. Aunque sé que hay incongruencias inexplicables. Me gustaría oírlas. ­

-Paso a detallarlas. ­

"Estudiada la puerta de la casa, cerca de la cual cayó Lavalle, se  estableció que ninguno de los tiros la había atravesado. A raíz d  ello, se pensó que una de las balas pudo pasar por el ojo de la cerra dura. Sin embargo, éste era menor que el diámetro de los proyectiles que utilizaban las tercerolas. De manera que, si los tiros disparados por la partida que comandaba Blanco no atravesaron la puerta cerrada, ¿de dónde vino el que mató a Lavalle? Habría que pensar que vino de adentro''. ­

"Numerosas hipótesis se tejieron para explicar este acertijo trágico. La más consistente y difundida es la que ofreció José María Rosa en su libro `El Cóndor Ciego'. Allí, fundado en una versión de Bernardo Frías, Rosa informa que, la noche de su muerte, Lavalle estaba acompañado por Damasita Boedo, con la cual vivía una de sus tantas aventuras sentimentales. Recordarán ustedes que Damasita era hermana de Mariano Boedo, a quien Lavalle había hecho fusilar. Y la hipótesis de Rosa consiste en suponer que fue ella quien mató a Lavalle para vengar a su hermano''. ­

-¿Pudo ser así? -preguntó O'Connor.­

-Moyano lo niega terminantemente. Señala en primer término que no existen constancias del romance entre Lavalle y Damasita y mucho menos de la presencia de ésta en la casa de Zenarruza aquella noche. Dice que el único que la sitúa allí es Bernardo Frías, en virtud de una versión conocida de oídas. Y que, en cambio, ni Félix Frías ni Pedro Lacasa, testigos presenciales, la mencionan en ningún momento.  ­

-¿Y si fue un suicidio? ­

-También acoge Rosa esa posibilidad. Reforzándola con el estado de ánimo que podría atribuirse a Lavalle, vencido muchas veces y arrepentido de haberse aliado al extranjero en sus empresas. Apunta Moyano sin embargo que resultaría muy extraño que alguien  se suicidara pegándose un tiro en la horquilla del esternón.

-Si el tiro no vino de afuera, si Damasita no vengó la muerte de su hermano, si Lavalle no se suicidó ¿qué posibilidad queda en pie? ­

-Que alguno de los que estaban efectivamente con Lavalle esa noche lo haya matado. Por una cuestión personal que desconocemos o ante la insistencia de Lavalle por dar pelea y no escapar, con la escolta, por los fondos de la casa. Sin embargo, la lealtad nunca desmentida de los oficiales que lo acompañaban parece invalidar tal hipótesis. Lealtad que se mantuvo más allá de la muerte del general, como lo demuestra la épica retirada de la que participaron esos  hombres, por la Quebrada de Humahuaca, con las tropas federales pisándoles los talones, transportando los restos del jefe a fin de evitar que su cabeza terminara exhibida en la punta de una pica.

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LAS HIPOTESIS­

-¿Por qué no ordenás las hipótesis para votar por alguna de ellas?... O por ninguna -propuso Ferro. ­

-Bueno. Posibilidad uno: venganza de Damasita Boedo. Posibilidad dos: suicidio. Posibilidad tres: asesinato por parte de alguno de los oficiales unitarios, ante la negativa de Lavalle a escapar por los fondos de la casa. Creo que estas son todas las que se desprenden de lo que he expuesto. ­

-Sí -aprobó Zapiola-, pero es posible deducir tres más. -¿Cuáles? ­

-Posibilidad cuatro: que el asesino no haya sido uno de los oficiales sino un soldado.­

-¿A la vista de los jefes y con riesgo de que lo ultimaran en el  acto? No es posible. ­

-Posibilidad cinco: que alguna de las tercerolas, que fallaron de  primera intención, estuviera cargada con una bala de menor calibre al que le correspondía y hubiera pasado por la cerradura. ­

-Una bala de menor calibre tendría una trayectoria errática y nunca se hubiera podido acertar con ella a la cerradura.

-Posibilidad seis: que la puerta no estuviera cerrada sino entor nada, permitiendo el paso de una bala por la hendija entre las dos hojas. ­

-Lacasa dice que estaba cerrada. ­

-Pero una puerta entornada puede parecer cerrada. Bien, ¿a alguien se le ocurren otras posibilidades? ­

Ante el silencio de los presentes, siguió Medrano: ­

-Un último dato para cerrar el debate y agregar un poco más de intriga al caso. Entregada por la provincia de Jujuy, la puerta de la casa de Zenarruza estuvo en el Museo de Luján durante bastante tiempo. Sin embargo, en un momento dado, las autoridades provinciales entendieron que debía volver a Jujuy y la reclamaron. Se accedió al pedido pero, al intentar colocarla, resultó que la puerta no calzaba en su marco. ¿Cuándo se realizó el cambiazo? ¿al enviarla a Luján o al ser devuelta? Nunca se supo. Pero lo cierto es que ya no es posible hacer nuevas pericias en la puerta de la casa de Zenarruza porque la auténtica se ignora dónde está.

En la votación hubo seis votos a favor de que la puerta, al fin de cuentas, no hubiera estado cerrada sino entornada. Dos a favor de la hipótesis de Pepe Rosa respecto a la culpabilidad de Damasita Boedo, con una explicación para explicar el silencio de Lacasa y Frías: que disimularon su presencia por no hacer pública la aventura de Lavalle. Una se inclinó por el suicidio, señalando que, aunque la  postura es forzada, no resulta imposible pegarse un tiro en la base del esternón. Por último, hubo una abstención.

Y, debido a trabas en la importación de coñac español, esa noche hubo que brindar con caña de durazno.­