Como la hojarasca, en la semana se amontonaron los análisis del primer año de gobierno de Javier Milei. Y, también, como si el destino hubiera querido dar un golpe de efecto, realizar una puesta en escena, el Indec anunció que la inflación acentúa su parábola descendente. Tanto que en noviembre registró 2,4% mensual.
La cifra no deja de sorprender, sobre todo si se la compara con los guarismos que se manejaban 12 meses atrás, cuando los precios estaban en llamas. El proceso tiene sus daños colaterales pero, igualmente, el Gobierno puede colgarse en el pecho el logro a manera de medalla.
En el mes de noviembre, por sector, hizo punta la educación privada con incrementos del 5,1%, seguido por Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles, con 4,5%; Bebidas alcohólicas y tabaco, 4%; Restaurantes y hoteles, 3,6%; Transporte, 3,4%; Recreación y cultura, 3%; y Salud, 2,9%.
A veces los números de la planilla de Excel no terminan por coincidir con las sensaciones de la vida real, con lo que paga el consumidor cada vez que se acerca al mostrador. Sin embargo, esta vez hasta el propio vicepresidente de la Federación Nacional de Almaceneros, Fernando Savore, recalcó que “hace dos meses que los alimentos casi no tienen variación de precios. El precio de la mercadería tiene tendencia a la baja".
La merma paulatina y sostenida de la inflación le permite al equipo económico sopesar la posibilidad de bajar el ritmo devaluatorio del peso del 2 al 1% mensual -el famoso crawling peg que citan todos los economistas-, con lo cual se afianzaría el escenario de retraso cambiario con un equilibrio de 1 dólar = 1.000 pesos.
No habrá dolarización, tal como lo prometió el presidente durante la campaña -y unos cuantos lo habrán votado por esto-, pero igualmente los libertarios pergeñan la legalización de un esquema bimonetario donde el consumidor pueda optar por cancelar su compra con una u otra moneda. Todo, salvo los impuestos, que continuarán abonándose en pesos.
Entre todo lo proyectado al inicio del 2024, uno de los puntos flacos ha sido la acumulación de dólares en las reservas internacionales del Banco Central. En la semana la entidad obtuvo su máximo nivel de los últimos 18 meses, aunque el salto no alcanza para revertir el estado negativo en que se encuentran las reservas netas, lo que dispara la mirada sesgada del Fondo Monetario Internacional.
OPTIMISMO
Diciembre, mes de brindis y almuerzos corporativos, tiene sabor a viernes. Se baja el telón del año y en los encuentros, entre las bandejas que circulan, en algunas mesas pobladas, abundan los datos, se hacen carne los chismes.
Por lo bajo, los empresarios dejan deslizar la sensación de bienestar que les genera esta inesperada estabilidad cambiaria. La certidumbre les permite planificar sobre terreno más firme. Algunos, además, advierten un tibio resurgir de las ventas.
“Todos nuestros clientes, aun aquellos pertenecientes a sectores que hoy están padeciendo la caída del consumo, están invirtiendo fuerte para el año que viene. Hay optimismo en lo que vendrá.
Y parte de esa inversión es en tecnología, para estar a la altura de las circunstancias y ser competitivos”, confiesa una empresaria proveedora de servicios de software a grandes compañías nacionales.
Las versiones del boca en boca encuentran respaldo en algunos informes que dan cuenta del empeño de las empresas por no perder terreno en materia de actualización, pensando en un escenario económico que iría normalizándose. Están en las gateras, a la espera de la señal de largada.
Por lo pronto, de acuerdo a un informe de la agencia MagmaComms, para 2025 el 64% de las empresas latinoamericanas aumentaría su presupuesto de IT (Information Technology).
El movimiento inversor ha traccionado el crecimiento del sector del software, que en el primer semestre de 2024 generó cerca de 2.600 nuevos empleos en la Argentina, cubriendo actualmente más de 156.800 puestos formales en todo el país. La pujanza se refleja en los salarios, cuya media en julio fue de $1.755.000, es decir un 12,8% más en comparación al segundo cuatrimestre y un 234% mayor en términos interanuales. Son números hacen lagrimear a más de un gremio.
Hay en la economía algunas palabras clave. Una de ellas es “expectativa”. Se trata de un motor invisible que mueve los engranajes del mercado. Los empresarios argentinos que miran 2025 le creen ahora a Milei cuando les dice que quitará el 90% de los impuestos. Le creen, aunque el mismo Federico Sturzenegger tuvo que salir a poner paños fríos sobre tanto entusiasmo.
El recorte impositivo, la voluntad de podar la maraña de tributos que soporta el sector privado, tiene unas cuantas aristas. La Nación promete aliviar la presión sobre impuestos que son coparticipables, tal el caso del IVA, lo que provocaría también el desfinanciamiento de las ya de por sí flacas arcas provinciales.
La promesa, además, se topa con un impedimento en el plano de la realidad. La conformación federal de la Argentina le da a las provincias soberanía para instaurar sus propios impuestos, como Ingresos Brutos. Es decir, que la Nación tenga buena voluntad no implica que los gobernadores repliquen esa iniciativa. Mucho menos en casos como el de Axel Kicillof, que hasta se anima a financiar la deficitaria Aerolíneas Argentinas con el dinero de los bonaerenses.
BRILLANTINA
En un año de gestión Javier Milei ha hecho mucho más de lo esperado. En estos días de vorágine la platea ansiosa eleva su figura a la condición de estadista. El tiempo dirá si brilla con luz propia o si sólo lo cubre una brillantina carnavalesca.
Escaldados por décadas de fogonazos económicos y sucesivos fracasos, los argentinos que respaldan a Milei necesitan confiar en su gestión como el náufrago que se aferra al solitario madero en el océano. La prensa extranjera, que recrea su perfil en las portadas de las revistas, intenta comprender, en cambio, la singularidad del personaje libertario. Para propios y extraños se trata de un fenómeno novedoso, disruptivo.
Así las cosas, el furioso ajuste practicado sobre la economía, donde los jubilados fueron el blanco principal, no terminó por hacer mella en el ánimo de una importante franja de la sociedad.
La última edición del Monitor de Humor Social y Político elaborado por la consultora D’Alessio IROL y Berensztein llegó a las siguientes conclusiones:
* La evaluación positiva de la situación económica actual respecto del año pasado mejora por tercer mes consecutivo, ubicándose 5 puntos más arriba respecto del mes anterior con un 47%.
* Con respecto a las expectativas económicas para el año próximo, las perspectivas de mejoría económica continúan superando a las perspectivas de empeoramiento por séptimo mes consecutivo. Un 53% de la población cree que la economía estará mejor dentro de un año y un 44% evalúa que la economía estará peor.
* Al ser preguntados por su situación económica particular, entre los encuestados triunfó el pesimismo, con un 53% manifestando que se encuentra peor que el año pasado. No obstante, este valor representa una mejoría respecto de octubre, en donde un 68% expresó malestar sobre su situación personal.
* La inseguridad permanece en la primera posición como el tema que más preocupa a los argentinos, con el 65%. Le siguen la incertidumbre en la situación económica en segundo lugar, con el 54% y la inflación, que recupera su posición en el top 3 de preocupaciones entre los encuestados, con el 53% en tercer lugar.
Las consultoras y las universidades hacen su trabajo de hormiga para llegar hasta las entrañas mismas del sentir social. Así como “expectativa” es una palabra clave para la economía, “incertidumbre” es otra de kilates similares. El Índice de Incertidumbre Económica de la UCA en noviembre arrojó un valor de 63,7. Es decir, en promedio, por cada 10.000 palabras en mensajes económicos, se detectaron 63,7 palabras vinculadas a incertidumbre. La cifra es similar a la observada en octubre y representa un incremento con respecto a meses anteriores.
Tras un año de gestión se comprende la lógica de mercado que ensaya el Gobierno, esto de que el sector privado debe ser el motor de arranque de la economía y que el Estado sólo debe encargarse de crear las condiciones. Hay, en cambio, un gran signo de interrogación en la administración de lo público.
Así como Néstor Kirchner exhibió números fabulosos a partir del precio récord de la soja y de no pagar los servicios de la deuda externa, Milei flamea el estandarte del superávit fiscal pero no hace obra pública. De hecho, el gasto en la materia es de solamente el 0,7% del PBI. Y, es sabido, no existe Nación en el mundo que pueda crecer, desarrollarse y brindarle calidad de vida a la población a partir del exclusivo criterio de rentabilidad del sector privado.