Opinión

El 18 de octubre de Milei y el 17 de Axel Kicillof

Los agentes del mercado que se congregan en el Sheraton de Mar del Plata, en la reunión anual del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (Idea), esperan con poca ansiedad el monólogo que el Presidente les ofrecerá este mediodía. Ya registraron los mensajes principales del gobierno de boca del ministro de Economía, Luis Caputo, que ocupó el atril el miércoles. En un ambiente predispuesto al aplauso el titular del Palacio de Hacienda colmó casi todas las expectativas del público, salvo una: no dio ninguna pista plausible sobre la incógnita principal del mundo empresario: el momento en que se levantará el cepo cambiario. Caputo sólo ratificó la voluntad de eliminarlo ·en el momento oportuno”.

CIFRAS QUE AYUDAN
El cepo es una medida intervencionista que regula el precio del dólar, un desvío heterodoxo en el relato liberal del oficialismo que ha servido para cumplir con el objetivo principal de bajar la tasa de inflación. Milei llega al encuentro de Idea en un momento económico auspicioso: consiguió que la inflación quebrara la barrera de los cuatro puntos (algo que muchos de sus colegas profesionales eran escépticos de que ocurriera) el riesgo país también traspasó momentáneamente una barrera y la brecha cambiaria se estrechó significativamente al compás del descenso de la cotización de los dólares libres. Hay quienes contraponen esos logros, que para Milei son estratégicos, con los signos de recesión que no terminan de esfumarse. El PBI se redujo 1,7 en el segundo trimestre, con bajas fuertes en el comercio (15,7 por ciento), en la construcción (22 por ciento) y en la industria (17,4 por ciento en el segundo trimestre; según lunes la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (Adimra), la industria metalúrgica registró en septiembre una caída anual de 7,3%, con 14,1 por ciento de caída en el período enero-septiembre, comparación con igual lapso de 2023. Una señal alentadora: entre agosto y septiembre hubo una mejora de 0,8 por ciento.
A esas objeciones el Gobierno responde a veces con cifras no siempre consistentes o solo circunscriptas a algunos sectores dinámicos (el agro, por caso) y, en general, con la convicción de que la reactivación es una conclusión inevitable del proceso de estabilización que estaría en marcha.
Para no perturbar ese proceso el cepo tarda en ser levantado y probablemente subsistirá hasta el año próximo. También se postergan otros pasos de sinceramiento. El Gobierno suspendió temporariamente, por ejemplo, la convocatoria a audiencia pública para la revisión tarifaria quinquenal del transporte de electricidad, que podría disparar aumentos de tarifas y, por esa vía, frenar la estrategia antiinfacionaria. Los empresarios tienen paciencia estratégica: “Podríamos bancar durante un período razonable que no haya aumento de tarifas si eso hace -dentro de un plan más general- que baje más rápido la inflación”, declaró, por ejemplo, Marcelo Mindlin, el número uno de Pampa Energía.

MACRI: ¿COMPUERTAS ABIERTAS?
El Gobierno está afianzando sus posiciones en el círculo rojo, aunque subsisten dudas relacionadas con factores de confianza institucional y con la sustentabilidad del firme programa que Milei se muestra decidido a llevar adelante contra viento y marea.
Tal vez en virtud de esas percepciones, y a pesar de las prevenciones de su núcleo más próximo –el triángulo de hierro-, el Presidente empieza a levantar las compuertas del dique que obstaculizaba hasta ahora una asociación más fluida con el macrismo, una relación que parece indispensable con el horizonte de las elecciones de octubre 2025. Cambios recientes en la secretaría de Energía y en espacios del ministerio de Capital Humano han abierto vacantes para integrar cuadros provenientes del Pro, un reiterado requerimiento de Mauricio Macri.
El macrismo fue un aliado central para sostener el veto de Milei a la ley de financiamiento universitario, como lo había sido cuando se discutió el veto sobre jubilaciones. Esos fueron favores sin contraprestación directa y Macri hizo saber que el Gobierno no debía esperar que la conducta se repitiera si no había signos claros de una asociación más firme y abierta de parte del oficialismo. Habrá que ver si el curso que parece abrirse tiene continuidad.
Milei cuenta con una gran libertad de movimiento facilitada por el hecho de que no se perfila frente a él ninguna fuerza alternativa, sólo convergencias opositoras que se conforman puntualmente en el Congreso, principalmente suscitadas por el temor a que el Presidente llegue a establecer, con su estilo energético, un gobierno de rasgos autoritarios basado en decretos antes que en leyes. Esas oposiciones no están unidas por un programa, ausencia que también se registra en el elenco de gobernadores, donde las urgencias particulares de los distritos prevalece sobre la articulación de intereses comunes frente al poder central.
SU MEJOR ALUMNO
La fuerza opositora más numerosa, el peronismo, atraviesa un momento de reavivado debate que muy probablemente sólo en parte podrá contenerse en un marco interno, en paralelo con procesos de fragmentación.
La aspiración de Cristina Kirchner de presidir el Partido Justicialista cargó emotivamente el debate. En primera instancia, su presencia en ese cargo, desde el cual pretende administrar una depuración ideológica (“enderezar lo que se torció”) dejaría automáticamente afuera a un considerable contingente de peronistas no kirchneristas, tanto del sector político como del gremial.
Pero el conflicto disparado por esa aspiración de la señora conmovió incluso a sectores de una u otra manera encuadrados en el propio kirchnerismo. El gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, venía trabajando su candidatura a la jefatura del PJ desde hace meses, con viajes por todas las provincias. Como el cargo no tenía entonces suficientes atractivos, Quintela contaba con que tenía un camino expedito y sin competencia. Hasta que de pronto, sorpresivamente para la mayoría y por cierto para él, apareció la candidatura de la señora de Kirchner.
¿Qué fue lo que la movió? Operaron varios factores, pero los principales fueron: la certeza de que el fallo final en el llamado Juicio de Vialidad, que Casación difundirá en algunos días, confirmará la sentencia de primera instancia que, entre otras penas, incluye la prohibición de ejercer cargos públicos. La jefatura del partido se convertiría en un sitial alternativo desde el cual podría mantenerse en el escenario político y ejercer influencia.

NUDO DE TENSIONES
Justamente esta posibilidad, referida a la confección de listas de candidatos en la provincia de Buenos Aires, fue un nudo de tensiones con el gobernador del distrito. Axel Kicillof mantiene un distanciamiento de hostilidad contenida con el hijo de la expresidenta, Máximo Kirchner, jefe de La Cámpora y presidente del PJ bonaerense. El gobernador temió que estuviera iniciándose una maniobra de asedio destinada a condicionar su gobierno y la candidatura presidencial de 2027 por la que ya está trabajando.
Por ese motivo Kicillof no dio ninguna declaración de apoyo a la postulación de Cristina (una omisión que el kirchnerismo le facturó públicamente) y, en cambio, ayudó discretamente a Ricardo Quintela a mantener viva su candidatura, destinada a competir con Cristina (probablemente condenada a perder, pero destinada a relativizar la convocatoria de Cristina). Por ejemplo, el presidente del PJ chaqueño, Jorge Capitanich, que es funcionario del gobierno bonaerense, facilitó a Quintela el respaldo distrital que le faltaba para legalizar su postulación.
La silenciosa pulseada entre Cristina y Kicillof alarmó al ecosistema kirchnerista y esa alarma se extendió a otros socios de Unidos por la Patria: el reflejo defensivo común implicaba clamar por que la sangre no llegara al río, por evitar que se pusiera en riesgo una unidad que en el Congreso, sirvió para activar algunos dispositivos para enfrentar el agresivo programa de Milei.
Por eso se generó mucha expectativa sobre la reunión (que no pudo ser secreta pero consiguió ser hermética) entre el gobernador y la señora.
Kicilof tenía programado un acto en Berisso por el 17 de octubre y mantuvo el silencio sobre la candidatura partidaria de la expresidente, con lo que incrementó el suspenso sobre su actitud y obligó a esperar por las señales que se disponía a dar en su discurso. Cristina no estuvo presente. Tampoco Ricardo Quintela. El gobernador pareció interesado en mostrar neutralidad.
La mayor parte de la extensa pieza que Kicillof pronunció, respaldándose en un ayudamemoria de su atril, estuvo destinada a enfrentar a Javier Milei y sus ideas (“La única lucha que me interesa es contra Milei”, dijo, dirigiéndose a “los que esperan palabritas” sobre Cristina). Fue una manera de subrayar que él no quiere pelear con Cristina. Y no fue la única: nombró varias veces a la expresidenta y a Néstor Kirchner, dijo que con ella “tuvimos los mejores años”. De todos modos, quizás por primera vez en su carrera, el nombre que más repitió fue el de Juan Domingo Perón: parecía apurado por mostrarse peronista.
Utilizó a Milei como contrafigura de su gobierno: detalló realizaciones de orden productivista, social y de seguridad de su gobierno, y subrayó que “no hay libertad sin justicia social”. Otro mensaje al Presidente.
Destacó que en la provincia “sabemos lo que hacemos” y podemos hacerlo para todo el país. “Axel presidente”, reclamó la multitud. Insistió en reivindicar derechos y realizaciones de las provincias argentinas (“En las provincias argentinas se producen los recursos”), dibujando así un perfil federal. Y finalmente volvió sobre el tema interno: “No me interesa disputar ninguna interna, tengo que conducir un gobierno” , “Aquí no sobra nadie, todos y todas somos iguales”. “Tenemos que construir una alternativa”. Citando a Perón una vez más concluyó pidiendo “unidad”.
El gobernador usó su acto para mostrar que si el kirchnerismo necesita un candidato a presidente él está dispuesto y en condiciones de pelear con el Presidente, pero que lo que se necesita es unidad y no repetir experiencias ruinosas, como las del vicariato de Alberto Fernández.