Opinión
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Drogas: la palabra vs. la química

Una joven nos cuenta en un grupo que fue captada para el “trabajo sexual” esclavo a cambio de drogas. Su historia es la de una abandonada en donde reinó la “orfandad” afectiva. El “patrón” que manejaba la droga la dirigía a su antojo y ella como dócil “esclava” seguía sus órdenes.
Otros pacientes roban a sus padres objetos o a extraños para hacerlos “química” o se llenan de deudas con usureros o con narcos que los extorsionan o amenazan. Libertades conculcadas. Temas comunes en la clínica de hoy.
Tuve oportunidad de presentar en la biblioteca del Congreso de la Nación una obra muy interesante de la psicoanalista Dra. M. Luisa Kremer acerca de ¿quién quiere curarse? Es un repaso por las bases del pensamiento analítico y de todos sus fundamentos.
Pregunta interesante y mi posición fue que el “reino de la palabra” como modo de interrogarse por el sí mismo y por las trabas inconscientes de nuestro vivir cotidiano parecen hacer perdido actualidad.
La química parece haber suplantado a la investigación a través de la palabra (sueños, símbolos, lapsus, actos irracionales, etc.). El alcohol, los sedantes autorecetados, la nicotina, la cocaína, el porro, los opiáceos, los alucinógenos son la huida a la pregunta por el ser que somos y nuestro sentido.
Kremer da la impresión de que relata una época que parece lejana y que nos lleva al tiempo del descubrimiento del sí mismo o sea hacer consciente lo inconsciente.
La pregunta que nos plantea el título es clave: hay un quién (alguien libre) o un “nadie” en nuestra época. Preguntarse por el quien es preguntarse por el ser, el sí mismo mientras que el “nadie” masificado que hoy vemos busca respuestas no en el otro sino en pócimas letales o en delirios en acto o en la turbulencia digital fanatizado contra otros imaginarios en la soledad de un cuarto con distintos aparatos.
Época de “nadies” que “lunáticos” en su omnipotencia narcisistica del Ego no se pregunta, sino que ya tiene todas las respuestas.

DEPENDENCIA VS. AUTONOMIA
En el mundo en donde la química da todas las respuestas, aunque duren veinte minutos cada dosis el sujeto va perdiendo la libertad y el automatismo de la compulsión nos lleva a la esclavitud.
Nuestra autonomía va siendo suplantada por la dependencia a un químico y nuestra vida se complica en relaciones tumultuosas que pueden culminar en una sobredosis o en la muerte misma.

¿HAY UN QUIEN CON EL CUAL HABLAR?
Parece todo tan lejano el hecho de preguntarse y dominados por la hibridación humano-tecnológica huimos hacia el mundo de la química en donde el “otro” y los otros como locutores que nos ayudarían a significarnos y a encontrarnos parecen no aparecer. Son tiempos de huida que culminan al final en tiempos que son de esclavitud. Desconocernos huyendo parece ser la meta.
El filósofo surcoreano residente en Alemania, Byung-Chul Han se pregunta a quien contarle algo; el mismo filosofo dice que “vamos a pagar -ya sucede- para que alguien nos escuche”. Y nos sigue diciendo “hoy no hay lenguaje, solo mudez y desamparo, el lenguaje está siendo silenciado”. No parece haber nadie.
Los fenómenos de “orfandad afectiva” magistralmente relatados por Winnicot o Anna Freud o en aquellos estudios que mostraron los fenómenos de “hospitalismo” tal cual lo describe Rene Spitz con un síndrome de “carencia afectiva”, pero en donde hoy ese “hospitalismo” es propio de casas en donde la ternura libidinal es escasa o nula y rodeados de aparatos en donde las palabras no existen en un mundo de apuestas y juegos ; aumentando los trastornos antisociales o los adictivos incluyendo la bulimia y la anorexia.
Parece no haber “otro” ni otros en la ternura del amor, los límites y los valores transmitidos; surge como figura global e imperial la primacía del Ego que el “dealer” vende ante sus hambrientos buscadores.
El polvo blanco o el opioide son la pócima letal que nos permite por un tiempo disociarnos de la realidad a cambio de un “paraíso artificial”.
Todo esto en un marco de una civilización con ciertos rasgos paradigmáticos:
1- Hibridación humano-tecnológica.
2- Devaluación de la palabra en donde el sujeto de la sublimación se vuelve un sujeto hacia una compulsión irrefrenable.
3- Primacía de la Química sobre la Palabra y el encuentro con el otro con una pregunta a develar.
4- Vigencia de la esclavitud desde la paradoja de una mera “libertad que es solo de maniobra” en donde la tecnificación y la química operan como un Poder político al servicio del dominio de las poblaciones.
5- Los estupefacientes son lo valorado en las góndolas de la Postmodernidad en donde el vacío “estupidiza” (estupefacientes y estupidez tienen las mismas raíces idiomáticas).
6- La angustia de muerte que todos tenemos como seres humanos se transforma desde la omnipotencia en desafío a la muerte en una disociación absoluta de la realidad corporal, psíquica y de las consecuencias de nuestras acciones.
7- Tiempos de angustia no asumida, tiempos de huida que magistralmente describió el filósofo y sociólogo francés E. Morín como los de una “megabarbarie masificada en donde prima el individualismo, la errancia de los amores y la masificación de las drogas”. Todo esto al ser un problema masivo de la “polis” (concepto griego de ciudad) se transforma en un problema político.
8- Así en términos de Ortega y Gasset terminamos en un “continuo arresto en casa “cuando en realidad nos salvamos con las cosas” y todo esto surge según él a través de la vocación, la misión y el sentido. Quien tiene vocación misión y sentido nos enseña el maestro filósofo español esta salvado. En el “mar bravío de la vida -nos sigue diciendo – el salvavidas es la cultura “o sea el cultivo de nuestro sí mismo y el ser consciente de nuestro destino. En términos de Víctor Frankl no hay salida humana si no encontramos un ¿para qué?;
Los griegos decían las cosas se solucionan hablando o no se solucionan. El Ágora griego era un ejemplo de ello la gente se reunía a hablar y nen el dialogo entre dos surgía un tercero que era la Palabra como Verdad. En el principio mera el Verbo dice la Biblia; algo olvidado hoy.
En muchos aspectos nos encontramos en el Imperio de la “mudez” que muy bien describe en sus trabajos Stierlin (uno de los padres de la terapia familiar) que cuenta como Federico II (1194-1250) Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico fue llamado en su momento “stupor mundi” (estupor o pasmo del mundo) por sus raras, profundas y excéntricas cualidades que escandalizaban a su entorno ya que se le ocurre como máximo Emperador de su Ego construir una ciudad en donde los niños que nacieran no recibieran ninguna palabra , los aleja de sus familias, los alimenta , los viste, pero nadie les debía hablar. El experimento social que su narcisismo imponía que lenguaje iba a surgir en estos niños. No solo quedaron mudos, sino que murieron todos.
Mas de seis siglos después Rene Spitz descubrió el motivo real de las muertes: la falta de estimulación afectiva y verbal. Surge así el concepto de “depresión anaclítica” consecuente con el alejamiento familiar en los primeros años de vida.
Parecen ser la nuestra épocas de “muerte de la conversación” como dice Sherry Turkle psicóloga americana en 2021 en su libro “En defensa de la conversación” (el poder de la conversación en la era digital). Alerta sobre el peligro que comporta el estar conectados digitalmente pero alejado de los otros y del lenguaje.
El suicidio, una sobredosis, una enfermedad de transmisión sexual son, quizás, las formas de buscar ayuda. Actuar para que alguien intervenga porque todo síntoma es un mensaje.
“Sin testigos nos evaporamos”, decía magistralmente J.P. Sartre. Pero en el mundo de la química-drogas solo se consiguen cómplices …no testigos. El cómplice solo está para “la trampa”. Sólo la esperanza aparece cuando tenemos interlocutores significativos. Pero la química es lo que parece imponerse con su poder económico.