Por Olga Fernández Latour de Botas *
Cuesta creer que estemos conmemorando el 46º aniversario del fallecimiento de Augusto Raúl Cortaza, que se cumplió el 16 de secptiembre: tanta es la vigencia de su palabra, tantos los rasgos de avanzada contemporaneidad de su obra como folklorista.
Cuando, hace sesenta años, en ocasión de celebrarse en Buenos Aires el Primer Congreso Internacional de Folklore (5 al 10 de diciembre de 1960), los discípulos del doctor Cortazar pudimos percibir el generalizado respeto y la profunda admiración que sus aportaciones sobre la materia despertaban en los más afamados de sus colegas, supimos también que teníamos entre nosotros a la máxima autoridad de reconocimiento mundial en el campo de la disciplina que, a partir de la propuesta del anticuario londinense William John Thoms en 1846, se conoce como Folklore.
Tal vez tan rotunda afirmación deba fundamentarse para llegar con ella a las nuevas generaciones de estudiosos y, sin duda, no es en este artículo de estricta síntesis donde podrán hallarse todos los argumentos probatorios de nuestro aserto. Sin embargo es claro que, revisando la historia de vida, la acción institucional y la obra escrita del ilustre maestro, su trayectoria aparece cubriendo ampliamente todo el espectro del quehacer correspondiente al Folklore como ciencia antropológica y expandiéndose más allá de sus convencionales límites, a los campos afines de la Historia, la Literatura, la Educación, el Arte, la Tecnología.
Sus precisas y depuradas definiciones, sus propuestas clasificatorias de alcances extendidos ( que hoy diríamos “en red”), su método integral, como teoría nacida de la práctica y como práctica sustentada por sabios fundamentos teóricos acordes con las más avanzadas concepciones científicas de su tiempo, sus contribuciones bibliográficas que excedieron ampliamente el campo del Folklore para abarcar, desde la memorable BADAL, todas las Artes y Letras del país, su ejemplar ejercicio de la docencia, le entrega generosa de sus conocimientos enciclopédicos con selectiva y paternal adaptación a todo ocasional interlocutor en quien vislumbrara vocación por la investigación sobre la cultura y aprecio por los tesoros tradicionales de los pueblos, son algunos de los rasgos que caracterizaron su legado intelectual y afectivo.
Dos trabajos suyos, de edición póstuma, se ubican como cúpulas de la depurada construcción académica que fue cimentando e instalando durante su vida, tempranamente tronchada por una cruel enfermedad. Estos trabajos son: Los fenómenos folklóricos y su contexto humano y cultural. Concepción funcional y dinámica (en Teorías del Folklore en América Latina, Caracas, Venezuela, INIDEF, 1975), culminación genial de su teoría, y Ciencia folklórica aplicada. Reseña teórica y experiencia argentina (Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, 1976), aporte de proyección social, terminado “a mano” por su esposa, la académica profesora Celina Sabor de Cortazar, y publicado por el Fondo Nacional de las Artes con el impulso de comprometida amistad de su querido colega, el profesor don Félix Coluccio.
En la última de las obras nombradas el doctor Cortazar dedica algunas líneas a la consideración del concepto antropológico de “héroe cultural” que podemos resumir como aquel que desea transformar al mundo según sus ideales de bondad, de justicia, de verdad, de belleza.
Tal parece haber sido, en la perspectiva que nos da el tiempo, el destino imaginado, construido y legado, a quienes lo siguieran, por el doctor Augusto Raúl Cortazar: “el folklorista”, aquel que nos enseñó cómo “salir en busca del pueblo”, el de las “andanzas” jalonadas de deliciosas anécdotas, este ilustre salteño de proyección universal a quien evocamos con profunda emoción en un nuevo aniversario de su fallecimiento.
* Directora del Centro de Estudios Folklóricos Dr. Augusto Raúl Cortazar. Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires.
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