Mi madre y las cosas
Por María José Eyras
Paradiso Ediciones. 125 páginas
“Y me enseñó a ordenar. Quizá escribir se parezca un poco a ordenar en pequeñas cajas”, dice en algún momento la narradora de Mi madre y las cosas, la novela corta de María José Eyras -escritora y arquitecta- que se lanzó recientemente.
Autora también de La maternidad sin máscaras y del libro de cuentos Un detalle trivial, Eyras siente necesidad de explorar el vínculo madre e hija tantísimas veces visitado por la literatura.
Mi madre y las cosas es una autobiografía ficcionalizada que nos permite a los lectores introducirnos en el mundo de una familia argentina conformada por profesionales de clase media originaria de Dolores, provincia de Buenos Aires.
“Si no ordenás, las cosas te tapan”, insiste la madre. Ese personaje, con una formación patriarcal, a medida que avanza el texto, se vuelve ciertamente amenazante. “Con el tiempo, me doy cuenta de que mi madre no habla, dicta sentencias”, reflexiona la narradora. Y lanza uno tras otro, un sinnúmero de ejemplos respecto de cómo su progenitora vive una verdadera pasión por cierto orden en los roperos, los muebles y hasta en la vida de sus hijos. Y enfatiza en su relación tan especial con los objetos, sean repasadores, agarraderas o termómetros.
Esta hija que habla de su madre parece no querer privarse de nada. Disecciona a esa mujer que la marcó tanto. Habla de sus respuestas rápidas y decididas para todo. “Aquella imagen de mi madre con la sémola es la única en que la recuerdo inclinándose hacia mí, dulcificada por el amor”, dice en otro momento.
Se trata de un hija en cierta forma saldando cuentas con su madre, poniéndola en evidencia, pasándole facturas.
El estilo es el de textos cortos, microrrelatos, encadenados por momentos, que van y vuelven en el tiempo. Se trata de estampas, mojones, con un elevado grado de descripción.
La emoción genuina llega cuando el paso de los años y de tantos recuerdos muestran la vulnerabilidad de esa madre superpoderosa. Ahí aparece algo de humanidad que da aire y respiración a tanta meticulosidad y detalle.
Juan Carlos Antón