Opinión

Diez claves de un flagelo crónico

Por Martín Calveira (*)

1 - La persistencia de la dinámica inflacionaria en un nivel alto no es novedoso; el dato a resaltar es que se establece en un contexto de debilidad en la gestión política, amplia descoordinación sobre las medidas a adoptar, expansión monetaria y señales inadecuadas de algunos candidatos presidenciales.

2 - Es imperante que la gestión económica abandone la dominancia sobre el Banco Central para limitar y, mejor aún, interrumpir la expansión monetaria. En el marco actual, el traslado a precios de los excesos monetarios se observan con mayor celeridad, aún en un esquema de esterilización monetaria dada la creación endógena de dinero.

3 - Se proyecta un contexto con un desempeño inflacionario que puede profundizarse de continuar con la ausencia de un programa concreto. En oposición a la experiencia argentina, es esperable que posteriormente a las elecciones generales de este mes, el actual Presidente convoque a un espacio de diálogo a los efectos de establecer un programa de transición en aras de evitar una escalada peligrosa de toda la estructura de precios.

4 - La ausencia de anclas nominales en la economía es un aspecto negativo para el eventual objetivo de estabilizar. Más aún si el poder Ejecutivo no expone un programa antiinflacionario concreto.

5 - Expectativas de inflación en niveles más elevados configuran decisiones de precios sesgadas hacia el crecimiento, lo cual hace costoso y difícil para la gestión de la política de estabilización. Decisiones de precios en media y alta inflación no solo inducen mayores costos en toda la estructura económica sino que ralentizan decisiones económicas y financieras. Por lo tanto, pueden ralentizar la recuperación de la actividad económica.   

6 -  El problema inflacionario en Argentina es crónico y se sostienen en una fase ascendente. Esto último no solo por factores externos, sino principalmente por la dinámica interna de una economía con distorsiones y ajustes sin resolver, donde se tiene una percepción de riqueza no compatible con la realidad, esto es evidente al observar los ingresos y egresos fiscales.

7 - Ante este panorama no solo se debe mencionar la necesidad de estabilizar e interrumpir la expansión del mercado monetario, sino que es esperable el establecimiento de anclas temporales que incluyan variables como el gasto público, gestión administrada de aumentos de tarifas públicas y tipo de cambio.

8 -  El deterioro del sistema financiero ante el impulso a dolarizar activos, si bien es consecuente del contexto, no solo no es una señal de coordinación sino que se puede transformarse en un evento que derive rupturas a gran escala de los contratos, acelerando y profundizando la crisis dentro de lo cual la aceleración inflacionaria es un común denominador.

9 - La dinámica inflacionaria actual no solo se deriva de excesos monetarios pasados por asistencia al sector público para financiar déficit operativo, sino por comportamientos inerciales ante la ausencia de medidas concretas en un contexto de tensiones políticas, principalmente dificultades autogeneradas, a lo que se suman posturas incorrectas sobre potenciales rupturas y cambios de reglas.

10 - Contrariamente a los discursos y expresiones actuales, la gestión de resolución de desequilibrios macroeconómicos, deterioro social y dificultades financieras se abordan con programas de acuerdos de mediano y largo plazo que subsistan aún frente a un cambio de signo político en la administración pública. Difícilmente se encuentren posiciones dogmáticas y radicales en experiencias de programas de desinflación y ciclos virtuosos de crecimiento y desarrollo económico.

(*) Economista investigador del IAE Business School.