El movimiento punk fue la revelación de un malestar de época, una corriente que discrepaba con los estereotipos impuestos por el establishment, con la educación formal, las reglas del arte y la estética y con la hegemonía en los medios de comunicación. Dado que todos estos estamentos sociales están absolutamente copados por una ideología que da por válida la teoría de género, según la cual los hombres son la fuente de todos los males y están obligados a deconstruirse si es que quieren ser aceptados, el Día del Padre como homenaje al rol masculino dentro de la familia debería ser una celebración punk.
Hoy, en más de 70 países, es el Día del Padre, tradición en homenaje a la vida de Henry Jackson Smart, veterano de la guerra civil de EEUU, finalizada en 1865. Las razones para recordar al buen Henry no tienen que ver, no obstante, con su participación en la guerra sino con su regreso a casa, una modesta granja en Washington. La pobreza y la miseria de posguerra no fueron las únicas tragedias que asolaron a su familia, ya que súbitamente enviudó y debió encarar la tarea de criar en solitario a sus seis hijos. Tal fue el empeño de Smart en el cuidado de su cría y en tan duras circunstancias mantuvo a su familia feliz y unida, que hacia el año 1909 una de sus hijas, Sonora Smart Dodd, quiso convertir el cumpleaños de su padre, el 19 de junio, en un homenaje a “los padres” en memoria de “su cariño y su devoción”. En 1966, Lyndon Johnson firmó una proclamación que declaraba el Día del Padre el tercer domingo de junio, fecha que se universalizó. Lo tierno de la efeméride no debería tapar el hecho de que esa entrega incondicional del Padre, que provocó el homenaje de Sonora, es objeto de controversia al punto de estar en duda la palabra misma y sus derivaciones.
¿Hasta cuándo estará permitido festejar al padre? ¿Falta mucho para que el rol del patriarca sea mala palabra? En vista a lo extendido de la idea del patriarcado como el epítome de la malignidad, en virtud de la criminalización del varón y la exigencia machacona de dinamitar toda expresión de la condición masculina, y en función del afán institucional de invisibilizar el rol paterno, es que el día del Padre debería convertirse en una festividad antisistema. Un día de resistencia que desafíe los pliegues del pensamiento único.
El concepto de patriarcado no siempre fue negativo. Pero el monopolio académico de las teorías de género aplicadas a absolutamente todo lograron maridar la evolución de la cultura occidental a la condición masculina. Así, toda historiografia feminista es contraria a la evolucion de Occidente, a sus costrumbres, ciencia, cultura y tradiciones porque estas mismas estan hechas a imagen y semejanza de una masculinidad (siempre tóxica) que hay que revisar. En consecuencia, las guerras, hambrunas, crisis y otras desgracias de la historia de la humanidad se deben al hecho de que se trataba de una sociedad gobernada por varones o androcéntrica. Nótese que se inscribe en la condición ontológica del varón la violencia, la dominación, el autoritarismo y otros males que se presenten. Ya volveremos a esto, pero antes un poco de teoría:
Gerda Lerner en su obra La Creación del Patriarcado, sintetiza el análisis teórico del feminismo radical que sostiene que la primera forma del patriarcado apareció en el estado arcaico cuya unidad básica de organización era la familia. Luego el desarrollo de la agricultura durante el período neolítico impulsó la superioridad de los hombres sobre las mujeres, las cuales eran instrumentales en provecho de esa familia. Según la autora el “sesgo androcéntrico” presente en la teoría de la evolución darwiniana barrió prejuicios de las ciencias naturales, pero no modificó la visión mantenida durante siglos acerca de la inferioridad “natural” de las mujeres. La civilización griega como segundo pilar del sistema ideológico de la civilización occidental estuvo compuesta por una sociedad de clases esclavistas y totalmente patriarcales. Para la autora la opresión y la explotación económica están tan basadas en dar un valor de mercancía a la sexualidad femenina y en la apropiación por parte de los hombres de recursos y personas. Como se extrae de sus reflexiones, el sistema que se instauró hace 40 siglos se consolidó tanto que a pesar del paso del tiempo no se alteró el predominio masculino sobre la esfera pública, las instituciones y el gobierno.
Simone de Beauvoir avanza en esta teoría en su libro El Segundo Sexo afirmando que la falacia androcéntrica se encuentra incrustada en todas las construcciones mentales de la civilización occidental y no puede ser rectificada “añadiendo” a las mujeres sino que es necesaria una reestructuración radical del pensamiento, ya que durante 2500 años, las mujeres se han encontrado en una situación de desventaja educativa, privándoseles de las condiciones para crear un pensamiento abstracto. La única forma de solucionar los desaguisados acumulados en siglos de historia sería, entonces, ver la realidad desde una perspectiva de género.
La cuestión teórica puede ser poco atractiva pero si no se entiende esto no se entiende el ahínco adoctrinador que surge de los estudios de género y tampoco se entiende por qué el mundo se volvió tan loco que ya mira con malos ojos a las palabras “papá y mamá”. El lector sagaz ya se habrá preguntado, en función de la teoria feminista si la mujer en la historia no pintó nada o si entre las víctimas de la esclavitud y de la dominación no hubo hombres. Detalles.
El Día del Padre es un día conmemorativo que refleja la influencia del varón en el seno familiar, o sea varón + familia: el armageddon feminista. Tal vez por eso valga la pena revisar algunas distopías que están ocurriendo ahora mismo. El uso negativo del concepto de patriarcado se refiere a una organización social en la que el varón tiene una situación de supremacía. En Occidente ese concepto de patriarcado simplemente no existe y las mujeres no tienen ningún impedimento legal ni en los ámbitos laborales, ni en los políticos ni en los culturales para para acceder a los mismos destinos que los hombres. Curiosamente es en Occidente donde se interponen las exigencias más ásperas del feminismo que no ha plantado cara a la parte del mundo donde las mujeres valen menos que los perros.
Que exista una jornada en la que se ensalzaban los valores del varón en su condición de padre es una especie de recreo en el permanente adoctrinamiento contra el monstruo del “machismo”, la fórmula del sexismo malo que se diferencia del “feminismo” que es un sexismo bueno, vaya uno a saber por qué. Como sea, el hombre no se merece que hablen bien de sus cualidades, de sus aportes ni, en síntesis, de él. En la vertiente política la criminalización del varón a surtido efecto: leyes de Violencia de Género, políticas de discriminación positiva para las mujeres, presupuestos exclusivos para la mujer, justicia feminista como las fiscalías de mujeres, tratamiento desigual en las normas frente a los hijos, y hasta una sobrecarga impositiva para varones, reflejan lo que la política piensa de la condición de ser varón: un ente inferior en la escala social y al que se debe castigar por su condición de nacimiento. Un ícono de todo lo malo que se debe deconstruir o perecer.
El establishment usa arteramente la estadística y la propaganda para abrevar a la perspectiva de género. Toda muerte violenta de una mujer es un femicidio, y todo femicidio es más importante mediáticamente que la muerte violenta de un hombre. La sociedad considera que a los hombres se los mata por una disputa, un robo o un ajuste de cuentas, en cambio a las mujeres se las mata exclusivamente porque se odia su condición sexual. Un hombre viola a una mujer, entonces todos los hombres son potenciales violadores. Un hombre asesina a una mujer, todos asesinos. De usar las estadísticas tan maniqueamente contra las mujeres podríamos decir que son todas potenciales filicidas dado que son las mujeres, estadísticamente las mayores agresoras de niños. Pero todos sabemos que eso no sería justo y que el razonamiento es falaz, por lo tanto sería una terrible injusticia legislar en función de ese razonamiento. Sin embargo ese es el argumento de las regulaciones sobre violencia de género que hacen diferencia tanto sobre las penas como sobre los resarcimientos a las víctimas dependiendo del sexo del perpetrador. Un camino sectario, injusto e inconstitucional que criminaliza al varón por su condición.
Los deconstructivistas de los años 70 afirmaban que en toda sociedad existe un conjunto de prácticas de poder que determinan el régimen de verdad, si revisamos los mensajes que surgen de los espacios de gobierno, de educación y de cultura, veremos que no existe resquicio que deje sin aplicar la perspectiva de género que tiene rigor de “verdad oficial”, que nadie osa rebatir y que reza que: vivimos en una sociedad patriarcal pletórica de violencia generalizada contra las mujeres. El mismo patrón de diferenciación sexual de base biológica sería ya una forma de violencia simbólica patriarcal que elabora roles de género humillantes y denigratorios para las mujeres. Por eso la perspectiva de género insta a desconocer la condición biológica de nacer mujer, que determinaría una afiliación sumisa en la valoración social.
La cosa es bien confusa, porque por un lado se criminaliza al varón por su condición de nacimiento pero se niega esa condición natural a quien nace mujer. O sea que todo lo relativo a la mujer es un constructo de dominación masculina producido por su predador que es el hombre cuya violencia intrínseca no es constructo ni ocho cuartos. Y para sumar más confusión se dice que no hay ninguna tarea que sea exclusiva a un género por naturaleza pero se exige por vía legal que haya cupos de paridad de género en todas las áreas, en base al constructo estadístico que quieren dinamitar.
En resumen el sexo biológico es una “construcción social” si se lo relaciona con la femineidad. Para el caso de la masculinidad sí que vale y se lo utiliza como factor de negatividad y violencia potencial. Lo biológico no significa nada, salvo que se nazca hombre que lleva al patriarcado tallado en sus genes. Por eso se persigue la masculinidad hasta en sus manifestaciones más inocuas, como concepto de mansplaining que vendría a ser una forma de menosprecio del varón hablante si quien escucha es una mujer y le supone una capacidad de comprensión inferior. O el manspreading que es la postura de los hombres cuando se sientan con las piernas abiertas. Mirar con deseo o decir piropos es delito, y toda manifestación de hombría es “masculinidad tóxica” a la que los varones deben renunciar.
Toda esta locura implica políticas públicas que van contra la mitad de la población. Si la gracia de las grietas es gobernar administrando bandos opuestos, el feminismo ha logrado determinar una división social muy superadora de la lucha de clases marxista. Una grieta enorme donde una mitad de la población vive bajo sospecha de ser violador o asesino, temeroso de sus relaciones laborales o sociales, portadores de una masculinidad dispuesta a sojuzgar a la mujer.
En este contexto, la aventura de ser padre impone enormes desafíos. Quienes abrazan la paternidad enfrentan no sólo la incertidumbre natural relativa al cuidado de sus hijos sino su condición de ciudadano de segunda, una subclase social que carga con más obligaciones y menos derechos y cuyo segundo plano es socialmente aceptado. Para la perspectiva de género, la masculinidad es una condición patológica de la que los hombres deben abjurar deshaciéndose de su identidad y eso se ha transformado en una premisa gubernamental.
Thomas Paine: “Si ha de haber conflictos que sea mientras yo viva, que mi hijo pueda vivir en paz”. Esa idea de sacrificio asociada a la paternidad tal vez sea la que exprese mejor el Día del Padre. En la vida real hay padres como Paine o como Henry Jackson Smart. Padres que se desviven por sus hijos, viajan apretados durante horas a sus trabajos y soportan todo para custodiar su bien prioritario. Cocinan, juegan, limpian vómito, enseñan a andar en bici, no duermen hasta que no saben a sus hijos seguros en sus camas. No es un logro de ningún ingeniero social ni de las nuevas masculinidades, los padres siempre amaron a su cría, no necesitan deconstruirse para eso. Para todos los padres cuyo amor por sus hijos es tan fuerte que son capaces de enfrentar a un ideario que les es tan hostil, vaya este saludo en el día de la celebración más contrasistemática del mundo. Porque celebrar el Día del Padre is the new punk.