Los resultados de un estudio publicado en la revista Environment International confirman que los tampones de varias marcas pueden contener metales tóxicos como plomo (Pb), arsénico (As) y cadmio (Cd). Los tampones son especialmente preocupantes como posible fuente de sustancias químicas como estas, ya que la piel de la vagina tiene una mayor capacidad de absorción que la de otras partes del cuerpo.
Además, los productos son usados de manera mensual por un gran porcentaje de la población. Entre el 50 y el 80 % de quienes menstrúan, usan tampones durante varias horas al día.
"A pesar de esta gran preocupación potencial para la salud pública, se ha hecho muy poca investigación para medir los químicos en los tampones", expresa la autora principal Jenni A. Shearston, investigadora de la Universidad de California en Berkeley.
La investigación, en la que también participaron las universidades estadounidenses de Columbia y la Estatal de Michigan, es la primera que mide los metales en tampones.
"Con preocupación, encontramos concentraciones de todos los metales que analizamos, incluidos algunos tóxicos como el arsénico y el plomo", recalca Shearston, quien aclara que su estudio, de momento, "no demuestra si estos metales pueden salir de los tampones o si pueden ser absorbidos por el cuerpo o contribuir a algún efecto sobre la salud".
Se sabe que los metales pueden aumentar el riesgo de demencia, infertilidad, diabetes y cáncer. También dañar el hígado, los riñones y el cerebro, así como los sistemas cardiovascular, nervioso y endocrino. Además, pueden perjudicar la salud materna y el desarrollo fetal.
“Aunque los metales tóxicos son ubicuos y estamos expuestos a niveles bajos en cualquier momento, nuestro estudio muestra claramente que los metales también están presentes en los productos menstruales, y que las mujeres podrían estar en mayor riesgo de exposición al usar estos productos", declara la coautora Kathrin Schilling, profesora de la Universidad de Columbia.
Los investigadores evaluaron los niveles de 16 metales (arsénico, bario, calcio, cadmio, cobalto, cromo, cobre, hierro, manganeso, mercurio, níquel, plomo, selenio, estroncio, vanadio y zinc) en 30 tampones de 14 marcas diferentes. En total, analizaron 60 muestras.
Los productos se compraron entre septiembre de 2022 y marzo de 2023 en tiendas físicas de Estados Unidos, de la Unión Europea y el Reino Unido, así como de dos grandes minoristas en línea. Las concentraciones de metales variaron según el lugar de compra, si eran de marca o genéricos, y si eran orgánicos o no.
Respecto a esto último, las concentraciones de plomo eran más altas en los tampones no orgánicos, pero las de arsénico eran más elevadas en los tampones orgánicos.
Sin embargo, encontraron que los metales estaban presentes en todos los tipos de tampones. Ninguna categoría tenía de forma consistente concentraciones más bajas de todos o la mayoría de los metales.
Estos elementos metálicos pueden llegar a los tampones de varias maneras. Por una parte, el algodón con el que están fabricados podría haber absorbido los metales del agua, el aire, el suelo, a través de un contaminante cercano (por ejemplo, si un campo de algodón estuviera cerca de una fundición de plomo).
Por otra, algunos “pueden ser incorporados de forma intencional durante la fabricación como parte de un pigmento, blanqueador, agente antibacteriano, o algún otro proceso en la fábrica que produce los productos. Hemos revisado patentes que sugieren que algunos metales pueden añadirse intencionalmente como agentes antimicrobianos o para el control de olores", apunta Shearston.
"Realmente espero que se exija a los fabricantes que analicen sus productos en busca de metales, especialmente de metales tóxicos", subraya la investigadora, que añade: "Sería emocionante ver cómo el público reclama esto, o pide un mejor etiquetado en los tampones y otros productos menstruales".