La indefensión aprendida es la reacción de abandono, entrega,
la respuesta de abandono (y evitamiento) que se deriva de la creencia
de que no importa, no hay salida, hagas lo que hagas.
Martin Seligman
En 1967 el conocido psicólogo Martin Seligman comenzó una serie de experimentos en la Universidad de Pennsylvania, que sucintamente resumiríamos diciendo que ponían a unos perros en una situación de recibir un castigo, una descarga eléctrica, es decir un estímulo aversivo en términos comportamentales, del cual no había forma de escapar y en particular no había señales que permitieran predecirlo. El factor fundamental en la experiencia original, era no existía la posibilidad de establecer o generar una estrategia eficaz para escapar de ese estimulo, siendo esta una de las posibilidades que tenemos frente al factor con estimulo negativo, o simplemente castigo.
Al cabo de un tiempo de aprendizaje, establecido el mismo, los perros eran llevados a otras jaulas donde sí existía la posibilidad de escapar de ese piso electrificado, sin embargo estos no lo hacían y sostenían la descarga sin reaccionar. Habían aprendido que estaban indefensos y es así que el experimento se llamó de Indefensión aprendida (Learned helplessness). Si bien la base del experimento era que los animales habían aprendido que no tenían escapatoria, los errores de traducción o la no comprensión del experimento, llevó a que en muchos casos se usara una imagen algo más literaria, pero no por ello menos interesante como desesperanza aprendida. La pérdida de la esperanza.
En estos nuevos días de crisis, que desafía las posibilidades de previsión, de contingencia constante, el experimento de Seligman vuelve a cobrar, una vez más actualidad, (como varios otros de la psicología experimental de esos años, Milgram etc) pero con su variable principal, la parálisis en la respuesta, que quizás sea ahora más evidente. En general hemos (sobre)vivido, todos quienes estamos hace ya algunas décadas en nuestro país todo tipo de crisis, pero con la expectativa de alguna manera, que luego de pasada, inevitablemente vendría algo o alguien con poderes superiores a los nuestros a aportar una solución.
Así la expectativa de un nuevo gobierno, nuevos dirigentes, en su momento inclusive el recurso de imaginar "que vengan los militares", o más recientemente el "que se vayan todos", o nuevas elecciones, hasta en un contexto más moderado, imaginar que un ministro en particular de Economía, cambiaría todo. Es decir, siempre ante la desesperación, la desesperanza, la incertidumbre crónica, como siempre en la historia, la fantasía de la solución mágica, quizás del líder, Mesías, Mahdi o Maitreya que salvará al mundo. Esa fábula permitía elaborar expectativas, proyectarse, así fuera de manera fantasiosa en un futuro diferente, es decir de alguna manera albergar esperanza.
Se nos pregunta mucho que estamos viendo en la sociedad y una que quizás impacta por su mayor intensidad respecto a otras crisis, es una sensación de abatimiento, de no querer luchar más, de sometimiento, se habla de hecho en el mundo se habla de la "Gran resignación". Hoy hablábamos ante una consulta, del cuadro de Burnout o desgaste, pero quizás más concretamente de desencanto, de pérdida de sentido y al mismo tiempo una diversidad de cuadros en los cuales el núcleo es que el sometido a una situación inescapable solo puede imaginar que la no respuesta, o inclusive congraciarse con lo que genera el trauma, le aportará alguna salida. Los cuadros traumáticos como el Síndrome de Estocolmo, o de Berlín (con algunas licencias nosológicas ambos) no son más que formas mediatizadas de ello. En definitiva, el individuo deja de creer en su capacidad de hacerse cargo de la propia vida y de darle algún sentido, la gran búsqueda que popularizara Viktor Frankl. Seligman en sus trabajos posteriores sobre el optimismo, y la felicidad incursiona en la ausencia o presencia de lo mismo, en definitiva, en la búsqueda de sentido en la existencia.
En el mito de Pandora, quien como indica su nombre poseía todos (pan) los dones (Dora), en la curiosidad que la hace abrir la caja, deja librada a la humanidad a todos los males, aunque sin embargo alcanza a cerrarla y queda dentro solo uno, el último, "la esperanza". Es de notar que para los griegos la esperanza era, según algunos autores, algo con connotación negativa y no con la actual o en uso frecuente, positiva.
Quizás la esperanza tenga esa doble cara, como casi todos los aspectos de aquello que es intangible, en la cual puede ser algo que nos motive que nos de fuerzas para seguir un ideal, pero al mismo tiempo algo que nos puede frustrar en la búsqueda de un fin que consideramos implicará un paso a otro estado superador.
Sin embargo, en esta doble cara quizás valga la pena recordar el origen de la experiencia de indefensión aprendida de Seligman y era que a los perros se les enseñaría y podrían lograrlo volver a aprender, a adquirir esas capacidades perdidas.
En la mente está la última defensa o el último bastión en cuanto a nuestra existencia, por algo la lucha se libra encarnizadamente en este terreno.
No todo está perdido si no lo creemos. Somos aquello que pensamos.