Agustín Laje sorprende al declarar que su formación se la debe más a autores de izquierda que de derecha. Lo atribuye a que asistió a un colegio secundario ultraizquierdista y a que en la carrera de Ciencia Política que cursó en la Universidad Católica de Córdoba tomó clases con el principal discípulo en la Argentina de Ernesto Laclau, un nombre que también domina sus lecturas.
"Creo que la derecha tiene que aplicar la estrategia que Laclau postuló para las izquierdas -asegura respecto del presunto teórico del kirchnerismo-. No vería mal un populismo del signo nuestro, en el sentido de apelar al pueblo desde nuestras ideas. Construir un nuevo sujeto pueblo que es el pueblo al que le interesa tres cuernos si se dice "todos", "todas" o "todes", o si en la universidad se pone un baño mixto o no; que le importa un c... lo que Florencia de la V diga en Showmatch sobre el aborto. A ese pueblo que todavía tiene un resquicio de sentido común es al que nosotros tenemos que apelar y constituirlo políticamente usando las teorías de Laclau".
En la biblioteca mental de Laje también hay un espacio prominente para el marxista Antonio Gramsci. Lo toma como otro modelo posible para la derecha actual, que podría "abrevar en su idea de revolución intelectual y moral, hegemonía, bloque histórico, muchos conceptos que le hicieron muy bien a la izquierda culturalista, y son necesarios para la derecha".
Pero no todo es izquierda. Entre los pensadores afines a sus ideas, menciona en primer lugar al economista austríaco Friedrich Von Hayek, luego al liberal francés Alexis de Tocqueville y por fin al conservador irlandés Edmund Burke. En los últimos años agregó otros dos autores favoritos: "Uno es Allan Bloom, un conservador de los Estados Unidos. Su libro célebre es El cierre de la mente moderna. Y el otro es un marxista, Terry Eagleton, que hace una crítica a la posmodernidad desde el marxismo que me parece espectacular."
En comparación, Nicolás Márquez puede parecer más previsible. Su lista incluye a Mariano Grondona, al que define como "muy influyente y muy pedagógico" en nutrir sus años de juventud, cuando tenía "una visión muy liberal". Eso cambió con la lectura de Vicente Massot. "Massot es un pensador del realismo político -distingue-. Me hizo cambiar muchos paradigmas, inclusive jurídicos. Porque yo soy abogado y para mí la norma era muy importante. Massot me hizo entender que lo importante es el poder fáctico, que la norma en todo caso es construida para sostener ese poder fáctico que existe antes que la norma".
Otros nombres son el tradicionalista brasileño Plinio Correa Oliveira y dos autores a los que valora "desde el punto de vista narrativo": Carlos Alberto Montaner y Juan José Sebreli. "La pluma de esos tipos me hizo ver que uno puede leer un libro de historia o un análisis político sin que sea aburrido, porque son impertinentes, porque son desafiantes, porque adjetivan, y yo me identifico mucho con eso", explica.
Márquez también se reserva una sorpresa en su lista de lecturas: Santo Tomás de Aquino, al que estuvo estudiando durante todo un año. Llegó a él por curiosidad y por su defensa del "orden natural". "Y como cada vez que hablamos si la homosexualidad es buena o es mala yo tengo que estar debatiendo eso porque es la parte que me tocó escribir en el libro, dije que llegó el momento de conocer un poco acerca de Santo Tomás, porque me iba a reforzar conceptos."