Actualidad
Destacan la necesidad de fomentar el dialogó para evitar mayor cantidad de casos de bullyng

Cuando la escuela es el infierno

La mayoría de los conflictos escolares cuentan con señales previas que si no son atendidas pueden escalar en el tiempo. La falta de empatía con el otro se potencializa con el uso de las redes sociales.

”No quiero ir más al colegio". Esa frase, tan simple como desgarradora, resonaba en los oídos de Sofía, una madre desesperada que veía cómo Solar, su hija, una niña de apenas 10 años, se apagaba día a día. Las risas habían dado paso a las lágrimas, la alegría a la angustia. El colegio, ese lugar que debería ser sinónimo de aprendizaje y crecimiento, se había transformado en un escenario de terror.

Sofía recuerda con nitidez el día en que todo cambió. Solar le contaba como se reían de ella en el recreo, había un empujón "accidental" en el pasillo, un apodo cruel que se repetía como un eco en el patio. Al principio, intentó restarle importancia, pensó que eran "cosas de chicos". Las agresiones se volvieron cada vez más frecuentes, más intensas, más crueles. Su hija se aislaba, sufría ataques de pánico, se negaba a salir de casa.

"Mami, me dicen fea, me dicen gorda, me dicen que soy tonta", le confesó un día, con la voz quebrada por el llanto. Sofía sintió que el corazón se le partía en mil pedazos. Intentó hablar con los maestros, con el director, pero la respuesta siempre era la misma: "Son cosas de chicos, ya se les va a pasar". Pero no se les pasó. El acoso se intensificó, se trasladó a las redes sociales, se convirtió en una pesadilla sin fin. Sofía, desesperada, terminó buscando ayuda profesional y evalúa sacar a su hija del colegio.

“Hace 30 años que trabajo en tema de bullying y de convivencia escolar. Hubo cambios enormes que, aparte de la irrupción de la tecnología en el aula, en la vida de los menores, que cada vez se le da un dispositivo digital desde más chicos. Ellos no saben manejarse en grupo, no saben manejar un grupo de WhatsApp, no saben qué se puede decir y qué no. Pero, además, si se piensa sobre la situación que acontece afuera de la escuela, no se convive de la misma manera. Cómo caminamos por la calle, nos chocamos entre todos, nadie pide disculpas”, dijo a La Prensa María Zysman, psicopedagoga y fundadora de "Libres de Bullying".

Luego agregó que “Se observa un progreso en la concientización sobre el acoso escolar. Las campañas en los colegios y la preocupación del personal docente y no docente evidencian una mayor atención a la salud emocional de los estudiantes. Sin embargo, persiste una dificultad para establecer una colaboración fluida entre la escuela y la familia”. Así, existe una tensión entre ambas partes, donde se intercambian acusaciones y responsabilidades. “Las familias exigen a la escuela acciones que exceden su ámbito, mientras que los docentes reclaman una participación más activa de las familias en la formación de valores. Esta falta de cooperación genera desconfianza en los niños y dificulta la intervención temprana frente al acoso”, señaló la psicopedagoga. Un ejemplo concreto de la necesidad de un dialogó fluído entre los padres y las escuelas es cuando los menores utilizan términos como "mogólico".

“Resulta inadmisible que frente a situaciones de discriminación no se actúe de inmediato”, explicó Zysman. Luego agregó que “Es alarmante escuchar a niños de tan solo nueve años usar expresiones como "autista" o "le voy a dar a tu vieja" de forma agresiva. La falta de reacción ante estas conductas indica una normalización de la violencia verbal, lo cual agrava el problema. Es crucial intervenir con firmeza cada vez que se produzca una agresión, generando un espacio de reflexión sobre los valores que se están transgrediendo”. En tanto, la escuela tiene un rol fundamental en la promoción de la convivencia respetuosa. Pero desde hace tiempo se observa que “se han perdido hábitos básicos de cortesía. En algunos casos, se requieren carteles que recuerden a los niños saludar al llegar o despedirse al irse, acciones que antes se daban por sentadas”. Esta pérdida de las habilidades sociales “se relaciona con la falta de comunicación en el entorno familiar. El uso excesivo de dispositivos móviles ha reemplazado la conversación cara a cara. Los niños ya no se reúnen a hablar en la mesa, ni siquiera recurren a un llamado telefónico para pedir ayuda o información, ya que lo encuentran todo en internet. Esta ausencia de diálogo impacta directamente en su capacidad para relacionarse con los demás”.

SEÑALES PARA OBSERVAR

Es crucial estar atentos a las dinámicas que se generan en el aula y prevenir cualquier dificultad de comunicación. “Se debe observar las interacciones entre los estudiantes, el clima general, cómo juegan y si existen niños aislados. Es fundamental identificar a aquellos que buscan desesperadamente ser aceptados, que van de un grupo a otro sin éxito, que son ignorados o burlados”, destacó la fundadora de "Libres de bullying". Consultada sobre cómo distinguir entre un problema de convivencia y lo que puede ser considerado como bullyng, la especialista afirmó que: “es importante no etiquetar cualquier conflicto como bullying. Las peleas, las separaciones y los cambios de amigos son situaciones normales en el desarrollo social de los niños. Cuando se sobreutiliza el término "bullying", se pierde de vista su verdadero significado que se caracteriza por una agresión intencional y repetida que busca humillar y aislar a la víctima. No se trata de un conflicto aislado, sino de un patrón de maltrato que causa un daño significativo”.

Aunque la burla generalizada en un grupo no siempre constituya bullying, es una señal de “alerta que se debe atender. Si los niños recurren a la burla como única forma de interacción y no logran organizar un juego de manera constructiva, es necesario intervenir para enseñarles otras formas de relacionarse”. La dificultad radica en identificar cuándo la burla tiene una intención de dañar y cuándo no. “Es clave observar la dinámica del grupo. Un niño que lastima a otro sin querer generalmente mostrará preocupación y tratará de ayudarlo. Pero si constantemente hay un niño excluido, ignorado o lastimado, es evidente que existe un problema que requiere nuestra atención. Debemos estar atentos a estas señales y actuar para promover un ambiente de respeto y convivencia saludable”.

Las docentes se preguntan con frecuencia cómo identificar la intención detrás de las acciones de los niños. Ciertos apodos, como "gordo"o "explotado", evidencian una clara falta de respeto y es allí “donde se debe intervenir. Más que casos de bullying, observamos un patrón de destrato generalizado que refleja la incapacidad de reconocer y valorar al otro”. En tanto, previo al bullying también “sucede que se decide quien pertenece o no a un grupo. Cuando alguien establece eso, ya todos los demás quieren pertenecer y ahí hay una herramienta de poder para decidir si el otro viene o no viene. Es lo que más abunda, es un bullying que tiene que ver con esto, con la exclusión social y con el no registro, vos no perteneces o sos invisible”.

DESHUMANIZACION

Por otro lado, es importante recordar “que los niños aprenden por imitación. Si los adultos nos destratamos entre nosotros, ya sea cara a cara o en grupos de WhatsApp, difícilmente podremos enseñarles a los niños a relacionarse de forma respetuosa. Debemos trabajar en nuestro propio comportamiento y ser modelos positivos para ellos”. Otro punto destacado por la especialista es el uso contante de las redes sociales por los menores y el impacto deshumanizador que genera. “Cuando se pierde de vista que el que está del otro lado es una persona y se lo trata como un usuario, como un ‘nick’ o como un nombre, una foto, le decís cualquier cosa. No aparece un freno y cuesta regular ciertas cuestiones que en la presencialidad no se haría”, enfatizó la psicopedagoga.

Por otra parte, muchas veces navegar en las redes genera una falsa seguridad. “A los chicos en los colegios en que doy charlas les cuento una anécdota de una instagramer que transmitiendo en un vivo con 5 mil personas se avergonzó porque por la ventana veía a un vecino que la estaba mirando. La joven tuvo que ir a correr la cortina para tener más intimidad y seguir transmitiendo con su público. Era paradójico que hiciera eso frente a tanta personas que la estaban mirando igual que su vecino y eso no le daba pudor”, recordó Zysman. Luego agregó que “los chicos siempre me responden que “claro que no es lo mismo”. Pero yo lo que busco es que para ellos sea lo mismo. Los 5000 que estaban del otro lado son personas, no robots, y les pasa de todo. Entonces, claro que hay chicos que les cuesta diferenciar a veces y hablan en la presencialidad como hablan en la virtualidad, y son lenguajes distintos”.

CAMBIO CULTURAL

La especialista hace hincapié en la necesidad de un cambio cultural profundo, que promueva la empatía, el respeto y la solidaridad. Una transformación que debe comenzar en los hogares, continuar en las escuelas y extenderse a toda la sociedad. "Las escuelas tienen que pensar antes qué van a hacer cuando pase. Es decir, tener un acuerdo de convivencia y de consecuencias respecto a las transgresiones en las normas de la escuela. Esto debe estar acordado con las familias", propuso Zysman. La prevención es clave para combatir el bullying y el acoso escolar. Para esto es necesario “enseñar a los niños y niñas a resolver conflictos de forma pacífica, a reconocer y respetar las diferencias, a decir "no" a la violencia. Es fundamental crear espacios de diálogo y escucha, donde las víctimas se sientan seguras para pedir ayuda”.

“No sé si vamos a lograr que todo lo teórico se baje a la práctica, pero la idea es que el día que una escuela no tenga que decir más que es “inclusiva” será el momento en que realmente lo sea”, concluyó María Zysman.