Fue un escándalo. Flavio Zandoná se cansó de las burlas de Edmundo y con un violento golpe lo dejó tendido sobre el césped del Parque do Sabiá, en Uberlandia. Enseguida Romario lanzó una patada voladora contra el Chino y estalló la gresca generalizada entre los jugadores de Vélez y Flamengo. El árbitro uruguayo Ernesto Filippi no tuvo más remedio que decretar el abrupto cierre del partido en el que el equipo brasileño goleó 3-0 al Fortín por los octavos de final de la Supercopa de 1995. Esa tempestuosa noche, más allá del resultado, quedó en el recuerdo por el nocaut que el defensor le propinó al delantero.
Flamengo había ganado 3-2 el duelo de ida en Liniers. Los cariocas poseían una fuerza de ataque envidiable. El Chapulín Romario, figura clave del Brasil campeón del mundo de 1994, compartía la ofensiva con el díscolo pero efectivo Edmundo y con Savio, un habilidoso especialista en abrir defensas con sus peligrosos desbordes. Ese trío le daba el toque de distinción a un conjunto que no pasaba su mejor momento en lo institucional y que para dar un golpe de efecto había contratado a un famoso relator, Washington Carlos Nunes Rodrigues, más conocido como Apolinho, para desempeñarse como técnico.
Vélez vivía sus horas más felices a las órdenes de Carlos Bianchi. Apenas diez meses antes había puesto de rodillas nada más y nada menos que al Milan en Japón para adueñarse de la Copa Intercontinental. Estaba José Luis Chilavert, ese arquero símbolo que lideraba a un conjunto que hizo historia en Liniers. Chila no estaba solo. Lo acompañaban Roberto Trotta, el Negro Marcelo Gómez, Christian Bassedas, el Turquito Omar Asad, el Turu José Oscar Flores, el Pepe José Basualdo… El Fortín no tenía nada que envidiarle a su rival.
La revancha, en suelo brasileño, imponía a los del Virrey la obligación de ganar al menos por dos tantos para instalarse en la siguiente instancia. En esos días los goles logrados como visitante no se computaban dobles en caso de igualdad en la llave. Otros tiempos… Si hasta existía una competición como la Supercopa en la que participaban todos los campeones de la Copa Libertadores por el sólo hecho de haber sido alguna vez los mejores del extremo sur del continente americano…
Los visitantes salieron a atacar con todas sus fuerzas. No tenían otra alternativa. Se expusieron a las letales réplicas de Flamengo. Muy temprano Savio se escapó por la punta izquierda y envió un centro que Mauricio Pellegrino -el actual DT fortinero- introdujo en su propio arco. El partido no podía haberse hecho más cuesta arriba para Vélez.
El Fortín estaba contra la espada y la pared. La desesperación lo llevó a adelantarse todavía más. Bastó con que Edmundo recuperara una pelota en el medio y la tocara para Romario para terminar de desarticular la última línea adversaria. El Chapulín se la devolvió y el Animal decretó el lapidario 2-0 ante la casi nula oposición del paraguayo Chilavert.
Rodrigo, quien había reemplazado a Savio, recibió un largo pelotazo y se internó en el área llevándose a la rastra a Zandoná. Su centró encontró al implacable Romario, quien con toque sutil -muy característico de su repertorio goleador- estableció el 3-0 para los de Apolinho.
Los brasileños empezaron a jugar con los nervios de sus oponentes. Edmundo, un especialista en las provocaciones, no tuvo mejor ocurrencia que burlarse de Zandoná contándole hasta tres, en clara referencia a los tantos que había conseguido Flamengo. Intercambiaron insultos y de pronto salió el cachetazo del Animal a la mejilla del defensor, quien se lo devolvió. El atacante se alejó del lugar y parecía que todo había terminado. Pero el Chino, con la sangre en el ojo, le dio un artero golpe de espaldas con el antebrazo izquierdo que dejó al delantero dormido sobre el césped. Si hubiera sido en un ring, le habrían contado hasta diez…
Romario decidió vengar a su compañero y saltó sobre Zandoná con una patada voladora. Fue la mecha que hizo explotar la bomba de tiempo en la que se había convertido el partido. Ya no hubo espacio para el fútbol. Los golpes iban de diestra a siniestra. Y viceversa. El bochorno dijo presente con una virulencia obscena. El árbitro Filippi optó por el mal menor y detuvo el juego/pelea.
Flamengo accedió a los cuartos de final con un marcador global de 6-2 y llegó hasta la final, en la que sucumbió a manos de Independiente. Vélez se despidió preso de la furia y la impotencia. Zandoná, tan furioso e impotente como todos los fortineros, quedó instalado en la memoria colectiva por el nocaut que le propinó a Edmundo. Pero el Chino tampoco ganó esa noche. El único vencedor fue el escándalo.
Flamengo 3 - Vélez 0
Flamengo: Paulo César; Aguinaldo, Claudio, Ronaldao, Lira; Marcio Costa, Djair, Nelio; Savio, Edmundo, Romario. DT: Apolinho Rodrigues.
Vélez: José Luis Chilavert; Flavio Zandoná, Roberto Trotta, Mauricio Pellegrino, Raúl Cardozo; José Basualdo, Marcelo Gómez, Claudio Husaín, Christian Bassedas; Fabián Fernández, Omar Asad. DT: Carlos Bianchi.
Incidencias
Primer tiempo: 5m gol de Pellegrino (V), en contra; 22m Fabiano por Aguinaldo (F); 39m Pingo por Lira (F). Segundo tiempo: Fernando Pandolfi por Husaín (V); 12m José Oscar Flores por F. Fernández (V);16m gol de Edmundo (F); 21m José Luis Sánchez por Bassedas (V); 32m Rodrigo por Savio (F); 37m gol de Romario (F); 45m se suspende el partido por enfrentamientos entre los jugadores.
Cancha: Parque do Sabiá (Uberlandia). Árbitro: Ernesto Filippi, de Uruguay. Fecha: 3 de octubre de 1995.