Cultura
POEMAS FAMOSOS

Cuando Villurca emuló a Madrid

En 1617 Lope de Vega estrenó la comedia La niña de plata, ignorada, en general, por los puntillosos índices de la mayoría de las historias de la literatura española. Sin embargo, esta obra, casi olvidada, incluye uno de los poemas más célebres del autor, el soneto que –a modo de muy ingenioso juego– se va explicando a sí mismo mientras se desarrolla, hasta alcanzar su feliz corolario:

Un soneto me manda hacer Violante

que en mi vida me he visto en tal aprieto;

catorce versos dicen que es soneto;

burla burlando van los tres delante.

 

Yo pensé que no hallara consonante,

y estoy a la mitad de otro cuarteto;

mas, si me veo en el primer terceto,

no hay cosa en los cuartetos que me espante.

 

Por el primer terceto voy entrando,

y parece que entré con pie derecho,

pues fin con este verso le voy dando.

 

Ya estoy en el segundo y aun sospecho

que voy los trece versos acabando;

contad si son catorce, y está hecho.

 

ENTRA EN ESCENA LUIS ALPOSTA

Hacia 1978 don José Gobello tuvo la generosidad de invitarme a formar parte de la Academia Porteña del Lunfardo. Agradecí la deferencia pero, por razones de comodidad, trabajo y vocación, desistí de incorporarme. Sin embargo, concurrí, más bien como espectador y oyente, a algunas sesiones en la antigua sede de la institución, lugar que vagamente recuerdo ubicado en la calle Lavalle, cerca de los Tribunales.

Allí conocí al que era, a la sazón, el académico más joven: Luis Alfredo Alposta. Habremos intercambiado algunos pocos diálogos. Y creo que nunca más volvimos a vernos, hasta que…

Algunos años más tarde emigré de la calle Matienzo, en Las Cañitas (y, por ende, de mi Palermo querido), y me afinqué en Villa Urquiza, cerca de la esquina de Ceretti y Olazábal. A pocas cuadras, Bucarelli y Mendoza, vivía Alposta. La cercanía vecinal en nuestra Villurca hizo que, cada tanto, compartiéramos algunos momentos de amable charla sobre temas más profanos que sagrados.

Nacido en Buenos Aires, en 1937, Luis es médico homeópata y miembro de la Academia Porteña del Lunfardo desde el año 1968 y de la Academia Nacional del Tango desde el 2000. Como estudioso de ambas disciplinas, ha publicado, entre otros libros, El lunfardo y el tango en la medicina (1986) y El tango en Japón (1987). Asimismo ha compilado una Antología del soneto lunfardo (1978). Edmundo Rivero (cuya biografía redactó con el título de Todo Rivero) ha musicalizado y grabado sus tangos El jubilado, Tres puntos, El piro, A lo Megata

Además –y este punto es el que viene más al caso– ejercía el envidiable don que la providencia no ha querido otorgarme: el de la creación lírica.

Uno de sus libros de poemas (Con un cacho de nada, 1986) registra un soneto, ligeramente lunfardesco, cuyos dos primeros versos son paráfrasis del de Lope y cuya general intención lúdica es exactamente la misma que animara al poeta español:

 

Un soneto me pide el amor propio

y en mi vida me he visto en tal apuro.

Si cuatro versos ya me dan laburo,

antes de los catorce será un opio.

 

De las formas no quiero ser esclavo.

Además, sobre el tema ya se ha escrito.

En el séptimo verso lo medito

y no sé si plantarme en el octavo.

 

¿Seguir o no seguir? Ésa es mi duda.

Pues la cosa se me hace peliaguda

al tratarse de historia tan junada.

 

Pero ya falta poco, y lo importante

es ahora encontrar la consonante

y dar esta cuestión por terminada.

 

Nótese cómo, en el segundo cuarteto, Alposta encuentra la manera de disculparse por la heterodoxia que implica el cambio de rima. También, la humorística alusión a Hamlet en el noveno verso.

En resumen: el madrileño, en el siglo XVII, y el porteño, en el XX, supieron jugar, sonreír y triunfar.