Por Martín Calveira *
La inflación del mes de abril fue 6% mensual, resultando en un aumento interanual del 58%. Se sigue sosteniendo un nivel mensual relativamente alto para el objetivo de estabilización macroeconómica, es decir, de estabilizar las variables macroeconómicas de la economía.
El nivel de variación mensual del Indice de Precios al Consumidor (IPC) se posiciona similar al de los meses de enero de 2014 y septiembre de 2019, períodos en los que se generaron depreciaciones bruscas del tipo de cambio a los efectos de una corrección, caso año 2014 y con la crisis derivada de las elecciones PASO de 2019.
En la comparación respecto del mismo mes del año anterior, el crecimiento del 58% se constituye como el mayor desde el inicio de la década de 1990 y previo a la implementación del régimen de Convertibilidad. Por lo tanto, debe establecer una nueva alarma para la gestión de político-económica, pues es un nivel similar a la de un régimen de inflación moderada-alta.
Se plantea un doble desafío para la gestión económica dado el sesgo contractivo no deseado que implica la gestión de estabilización de la inflación y, más complejo aún, influir sobre las expectativas. El problema más apremiante que tiene actualmente la gestión económica es la inflación. No solo por su sostenibilidad sino por los efectos inmediatos y de segunda ronda que se observan en la economía de inflación crónica.
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Los costos se presentan de mayor intensidad relativa en los sectores de menor capacidad adquisitiva debido a que los mayores aumentos mensuales se evidenciaron en vestimenta (9,9%), salud (6,4%) y alimentos y bebidas (5,9%). También en términos interanuales, los bienes vinculados con vestimenta y alimentos muestran mayor intensidad con aumentos del 73,4% y 62,1%, respectivamente.
El efecto inmediato es un ajuste en el poder adquisitivo de los ingresos, principalmente de los asalariados y con mayor intensidad de los que están en el sector informal. Mientras que los efectos de segunda instancia están relaciones con nuevos ajustes de precios como consecuencia de aumento de costos y, como ocurre en nuestro país, efectos del aumento de financiamiento monetario del déficit operativo del sector público que genera un exceso de saldos monetarios.
Una inflación crónica no solo implica ajuste en variables nominales (tasa de interés, tipo de cambio y precios) y precios relativos, sino que las decisiones de consumo e inversión se afectan por revisiones y ajustes de riqueza en algunos sectores. Estos últimos afectan esencialmente a la inversión, a lo que se agrega la opacidad en los beneficios futuros.
Los programas exitosos de estabilización y desinflación durante la década de 1980 y 1990, como el caso de Israel, contienen un set de medidas y anclas donde la cohesión política sobre el programa fue determinante, en acuerdo a lo que aludió recientemente el ministro Guzmán.
* Investigador del IAE Business School, escuela de negocios de la Universidad Austral.