El equilibrio de la campaña electoral se quebró de manera inesperada el martes en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos cuando buena parte del mapa de la Unión se tiñó de rojo. El triunfo de Donald Trump lo devuelve a la Casa Blanca, lugar de donde se fue tras gobernar el país entre los años 2017 y 2021.
Muy lejos, en el sur de Sudamérica, la victoria republicana abre una ventana a la ilusión del gobierno argentino, que a partir de la buena relación que existe entre Javier Milei y Trump proyecta la posibilidad de lubricar algún tipo de financiamiento que le permita eliminar el cepo cambiario, de una vez y para siempre.
En enero del año próximo, cuando Donald Trump vuelva a tomar las riendas de los Estados Unidos, comenzará a escribirse un nuevo capítulo de la historia mundial, donde cobrarán singular protagonismo el proteccionismo económico, las políticas de industrialización, China, la guerra entre Ucrania y Rusia y el conflicto en la Franja de Gaza.
MOTIVOS
“Hay una parte del triunfo de Trump que va a estar sobredimensionado por las características del sistema electoral. En la práctica se trata de un país partido en dos mitades. En segundo lugar, se trata del tercer republicano en los últimos 36 años que logra la mayoría tanto en votos como en el colegio electoral. Eso ya lo coloca en un lugar especial que ni el Trump de 2016 pudo obtener”, explica Patricio Talavera, politólogo y analista internacional.
“En tercer lugar, hay una cuestión muy importante: las candidaturas no se improvisan. Harris (Kamala) no era la candidata al inicio de este año, no pasó por el proceso de primarias y básicamente no cotejó su electibilidad con los electores porque el que ganó las primarias fue Biden. -recalca el experto-. Su candidatura fue precedida de un proceso absolutamente tortuoso entre el 23 de junio y el 21 de julio, fecha del debate Biden-Trump. Eso implicó una guerra civil interna que le hizo un inmenso daño al partido Demócrata, colocándolo como un partido centrado en sus propias prioridades y en su propia agenda antes que en las prioridades de las personas.
-¿Es decir que parte del resultado se debe al armado fallido de los demócratas?
-Era muy difícil que una campaña armada a partir de una candidata que se pasó cuatro años diciendo que lo mejor que le podía pasar al país era Biden, para luego explicar que lo mejor era que Biden se bajara y la votaran a ella, tuviera recorrido.
-¿Detecta otros motivos?
-En cuarto lugar, estamos hablando de un rendimiento muy malo por ese problema de credibilidad original. Harris estará en torno de los 65 millones de votos. Esto es un retroceso del partido Demócrata al nivel de Obama (Barack) 2012. Trump amplió y consolidó su coalición con los latinos. Estamos hablando sobre todo de latinos hombres. También con los afroamericanos. En distritos donde el 97% son latinos, sobre todo en la zona fronteriza de Nogales, Texas, tiene los mejores rendimientos para una candidatura republicana en 30 años. Incluso en lugares históricamente demócratas como Nueva York, Harris hizo la peor votación desde finales de los ‘80. Sencillamente la campaña de Harris no colectó y lo que vimos fue una censura a los últimos cuatro años de gobierno, corporizado en un voto rechazo que supo canalizar Trump.
-Algunos analistas hablaron del ‘voto supermercado’. Es decir el impacto de la inflación sobre la sociedad. ¿Qué opina?
-Creo que es más sofisticado que eso. Estamos hablando de una inflación de 3 puntos anuales. Hay que ir, en cambio, por el lado del nivel de los ingresos, que están estancados. La capacidad adquisitiva del norteamericano se percibe estancada. Creo que eso es clave. Hay algo que es muy sensible en las democracias occidentales y es la debilidad de liderazgo. La sensación de que no hay nadie al mando, de que el Demócrata se trata de un partido que hace lo que sea para mantener el poder, incluso tirar por la ventana un presidente con derecho a la reelección, como ocurrió con Biden. Ahí hay fotos que se superponen como los resultados de la política exterior: Afganistán, Medio Oriente, Ucrania. La percepción además de que la polarización social aumenta. El Estado realiza recortes sensibles, esto tampoco se dice. Aproximadamente 30 millones de norteamericanos se quedaron sin cobertura médica por decisiones de Biden, en los Estados que definieron la elección como Pensilvania, Michigan y Wisconsin.
ARGENTINA
-¿Qué debería esperar la Argentina de la presidencia de Trump?
-Hay que esperar cuáles son las autoridades designadas, ver cuál es el gabinete. Esto llevará algunos meses pero claramente la victoria de Trump implica una mejora en la situación del gobierno argentino de conseguir un puente de financiamiento para salir del cepo. Implica además un mayor eco de las expectativas positivas del mercado con respecto a la administración de Milei. Comercialmente, en cambio, la filosofía de Trump es bastante distinta y hay que ver cómo impacta en los mercados emergentes.
-Trump promete aranceles a las importaciones, defensa de la industria y nacionalismo. ¿Cuál es el punto de contacto con la doctrina de Milei, que es internacionalista?
-Creo que Milei va a ir por el lado de la afinidad ideológica, por la guerra cultural contra la agenda Woke y la agenda 2030. Y va a tratar de transformar esa afinidad en un puente financiero que le permita obtener capitales y préstamos para salir del cepo. Esa es la apuesta.
-Más allá del resultado electoral, Milei había anunciado el alineamiento incondicional con los Estados Unidos.
-Eso quedó claro y el Gobierno lo ha sostenido desde el inicio.
ECONOMIA
-Trump monta su discurso en reconstruir el sector industrial de los Estados Unidos, el cinturón de óxido, en un mundo que cambió y donde se imponen las cadenas globales de valor. ¿Hay algo de mito en todo esto?
-Creo que es el ideal al que quiere volver el obrero norteamericano del cinturón de óxido. Percibe que ya no le alcanza el dinero para ser dueño de su casa, tiene problemas para conseguir viviendas en las ciudades de mediano porte. Eso impacta en sus decisiones de formar familia. Se ven compitiendo con los latinos. La inmigración es otro tema. La dureza de la gestión Biden es hija del descontrol. Somos duros porque no estamos pudiendo controlar el afluente desatado desde el Tapón de Darién en la frontera colombo panameña. La gente tampoco puede renovar el auto con la frecuencia que lo hacía. El obrero ve un deterioro relativo donde me miro al espejo como ciudadano norteamericano y veo que mi generación va a vivir peor que la de mis padres. Eso es devastador.
-Trump sacó muchos votos en Estados fronterizos. Sin embargo, promete una política migratoria dura. ¿Por qué lo votaron?
-Porque sencillamente los latinos han dejado de ser latinos, han pasado a ser ciudadanos norteamericanos. Y la apelación exitosa de Trump es porque no le habla a los afroamericanos en idioma afroamericano, a los latinos en castellano o a los protestantes o Amish en idioma Amish. Les habla como a una unidad de ciudadanos norteamericanos preocupados por la economía, por la inmigración, por la convivencia y por la política. Los incluye. Ahí es adonde Kamala (Harris) los divide apelando a Beyoncé, hablando en español. Trump, en cambio, los une y forma una confederación del malestar bajo el sello ‘Somos América’.
-¿Desarrollará una política económica proteccionista, tal como lo pregona?
-Basta ir a los indicadores de Bolsa. Volaron Intel, Nvidia y las empresas de inteligencia artificial y microchips. El mercado se está adelantando a una política proteccionista que busca detonar las dependencias extranjeras de la industria norteamericana, volver a potenciar la competencia con China y protegerse del traslado de empresas a país con mano de obra más barata.
-Trump gobernó cuatro años y el electorado luego le dio la espalda. ¿Qué errores no debería repetir?
-El tuvo también una situación anómala que fue la pandemia. Gran parte del triunfo de Biden puede leerse en sentido de censura a la gestión de la pandemia. Si las elecciones hubieran sido en 2019 el plano hubiera sido otro. Lo que observamos es un país absolutamente dividido en mitades casi exactas, que se censuran mútuamente, que se desconocen y básicamente piensan y tienen aspiraciones que en muchos casos son excluyentes.
-¿Qué proyecta en el plano internacional, fundamentalmente en la guerra en Ucrania?
-Creo que las felicitaciones tempranas de Zelenski (Volodomir, presidente de Ucrania) es el mejor ilustrador de las primeras implicancias de la victoria de Trump. La Otan se va a reformular y Europa tendrá problemas porque Trump llega en un momento de extrema debilidad para los liderazgos europeos. Con la caja europea dividida, esto tendrá un impacto en los gastos. Implica que Estados Unidos en algún momento se desentienda de la seguridad europea. Trump tiene una concepción más cercana a los republicanos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, más vinculada a su entorno estratégico. Hablamos de un Estados Unidos más vuelto hacia sí mismo y no expandido por el mundo.
-¿Qué ocurrirá con China y la competencia por el liderazgo global?
-Hay que esperar cómo se estructura la relación con Rusia. Con China vamos a ver una escalada de confrontación, sobre todo en lo que hace a la situación de Taiwán. El gran ganador de la noche va a ser Israel, que ve llegar a un aliado incondicional a la Casa Blanca para sus políticas vinculadas a la Franja de Gaza.
Por Embajada Abierta
El claro y extendido triunfo de Donald J. Trump que lo llevará por segunda vez a la Casa Blanca fue posible porque la economía pesó en los votantes estadounidenses más que otros factores políticos, ideológicos y culturales, y que los demócratas fallaron en ofrecer alternativas para evitar un castigo a la gestión de Joe Biden.
Cuando todavía se cuentan los últimos votos para definir la magnitud de la victoria del repubicano Donald J. Trump frente a la vicepresidenta demócrata Kamala Harris, los datos conocidos permiten identificar algunas causas, así como vislumbrar consecuencias para el país y para el resto del mundo.
En las encuestas a boca de urna realizadas durante la jornada electoral del 5 de noviembre (casi la mitad del padrón había sufragado por anticipado), la economía y y la inflación dominaban las preocupaciones de los votantes, delante del riesgo democrático, delante de la cuestión migratoria o del derecho al aborto.
Y los votantes que tenían a la economía como preocupación central terminaron dándole el voto a Trump con una proporción de 8 a 2.
Según las mismas consultas, al menos el 80% de los votantes había decidido su voto en septiembre y menos del 10% durante los últimos días, lo cual relativizó el potencial daño en los indecisos de la agresiva campaña de Trump, incluso en los siete estados más disputados donde se terminó imponiendo.
Fue la primera vez desde 2002 que los republicanos ganaron un voto popular: George W. Bush y el propio Trump llegaron a la presidencia gracias a su mayoría en el Colegio Elector pero habiendo sido derrotados en las urnas por los demócratas Al Gore y Hillary Clinton.
Trump obtuvo casi 72 millones de votos, unos dos millones menos que en 2020. Pero mientras Joe Biden lo había derrotado sumando 81,2 millones de votos, Kamala Harris apenas reunió 67 millones. Estas cifras hablan a las claras de una desmovilización general de votantes, y más todavía de los demócratas.
A lo largo de todo el país, que se tiñó de rojo salvo en algunos estados costeros y pocos interiores, Trump mejoró sus márgenes de apoyo respecto de 2020, y según los analistas reunió a la coalición republicana más diversa en décadas.
En cambio, si bien con poco tiempo Harris montó una campaña eficiente de 100 días tras la renuncia de Biden, su discurso sobre democracia y derecho al aborto fue incapaz de revertir el malestar social con el alza del costo de vida post pandemia (70% de los estadounidenses declaraban que el rumbo del país era equivocado).
Pese a los excelentes indicadores de actividad económica y desempleo, Harris cargó con la pésima imagen de Biden y la memoria de los estadounidenses de una época de mejores ingresos reales y nivel de vida general, incluyendo el acceso al crédito para vivienda, bajo la primera Administración Trump.
Ni siquiera afectaron a Trump sus excesos verbales y los de sus seguidores, que le merecieron a Harris calificarlo como “fascista”, mientras él la tildaba de “izquierdista radical” y su vice James D. Vance la trataba de “basura”.
Tampoco su condena en un juicio civil en Nueva York por 34 cargos (espera sentencia en noviembre) y otras tres causas abiertas por su rol en la incitación al violento asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 y por delitos penales que se le atribuyen haber cometido en esa época. La Corte Suprema ya determinó la inmunidad penal de los presidentes en ejercicio (salvo en juicio político).
De hecho, un demócrata, Josh Stein, se alzó con la gobernación de Carolina del Norte, un “battleground” que sin embargo Harris acabó perdiendo. En al menos otros siete estados se aprobaron por voto popular medidas en favor de fortalecer el derecho al aborto, mientras su electorado se volcaba en la nacional por Trump.
La ola roja alcanzó estados tan demócratas como Nueva York o Nueva Jersey, que si bien mantuvieron su color político permitirán a los republicanos controlar el Senado -clave para diseñar la Corte Suprema, de por sí conservadora- y disputar la Cámara de Representantes, lo que daría un enorme poder legislativo a Trump.
Lo que históricamente ha sido una ventaja electoral en las democracias se ha convertido en un lastre en el ciclo actual: ser oficialista. En el último año, la mayoría de los gobernantes de todo el mundo se han visto obligados a abandonar sus cargos o han obtenido resultados muy inferiores a los esperados en las urnas (por ejemplo, Reino Unido, Japón, Francia, Alemania, Austria, India, Sudáfrica). Los próximos son profundamente impopulares y se espera que pierdan pronto el poder (Canadá, Alemania, Noruega).
También se verificaron algunos cambios en la demografía electoral que favorecieron a Trump. Así, Harris no consiguió un apoyo tan masivo de las mujeres (54% contra 57% de Biden en 2020), lo mismo pasó con los jóvenes (52% contra 61%). Trump, de su parte, ganó una mayor proporción del voto de menores de 30 años que cualquier candidato presidencial republicano desde 2008.
En el estado de Florida, el condado de Miami-Dade -de predominio latino- había respaldado a la demócrata Hillary Clinton por 30 puntos en 2016 y a Biden por 7 puntos en 2020. Ahora, Trump ganó por casi 12 puntos.
El apoyo de votantes sin estudios universitarios de muchos grupos étnicos y minorías sugirió un cambio importante en la división política del país: menos divididos por etnia, y sus profesionales urbanos y trabajadores más distanciados.
Según el WSJ, desde 2016 Trump atrajo al Partido Republicano a blancos de clase trabajadora pero ahora lo amplió en esa franja a todas las etnias (9% a 11%).
LA GUERRA
A nivel global, el mayor perdedor es Ucrania. Trump ha dicho repetidamente que pondrá fin a la guerra allí en 24 horas, lo que podría lograr si congela el conflicto a lo largo de las líneas territoriales actuales, con Rusia de facto consiguiendo mantener la tierra que ha conquistado.
En Medio Oriente, un ganador puede ser el premier israelí, Benjamin Netanyahu, que puede esperar un mayor apoyo de Trump. que tiene a Irán como gran enemigo y cuenta con el apoyo de varios líderes árabes desde hace años, tras la firma de los Acuerdos de Abraham.
Durante su campaña, renovó su intención de reactivar otra guerra: la comercial que abrió con China y Europa en 2018-2020. “La palabra más linda del diccionario es arancel”, dijo en The Economic Club of Chicago.
Hacia adentro, Trump impulsa recortes de impuestos como en 2017, en especial para las grandes corporaciones (del 21% al 15%), más que para la clase media.