Más de treinta años después de la publicación del libro The Restoration of Christian Culture (La restauración de la cultura cristiana), del estadounidense John Senior, aparece la primera traducción al español de esta espléndida obra gracias a una pequeña editorial argentina, Vórtice.
Se trata de un libro luminoso e inspirador de un autor que muestra una fina comprensión sobre la naturaleza y extensión de la actual crisis -la "oscura noche" que atraviesan la Iglesia y el mundo-, y que sorprende por la sencillez de los medios que esgrime para combatirla.
Senior (Stamford, 1923-1999) es poco conocido en nuestro país, pero ampliamente reconocido en medios tradicionalistas del mundo entero. La notoriedad que alcanzó este profesor de literatura inglesa se debió a un programa de humanidades asentado en la tradición, que creó junto a dos colegas en la década del "70 en Kansas, y que llevó a una ola de conversiones a la fe católica.
La restauración de la que habla aquí parte de la parábola del Sembrador. Senior argumenta que "el amor de Cristo sólo puede crecer en cierta tierra", que es "la tierra de la cultura cristiana", donde la música, el arte, la literatura, los juegos, la arquitectura, que él compara con instrumentos de una orquesta, "ejecutan día y noche la música de los que aman".
El problema, como él dice, es que "en el mundo moderno el demonio se ha apoderado de esos instrumentos y ejecuta una danza de muerte, especialmente a través de la televisión, la radio, las grabaciones, los libros, las revistas y los diarios".
Por lo tanto, dice, la restauración de la cultura cristiana en todos sus aspectos, espirituales, morales y físicos, debe empezar por "cultivar el suelo en el cual el amor de Cristo pueda crecer". Y para eso lanza un vibrante llamado a "repensar nuestras prioridades".
¿Cómo? En pocas palabras podría decirse que plantea "romper con el mundo moderno". Volver al estilo de vida de hace cien años, cuando nuestros abuelos vivían por algo que no era ellos mismos. Una vida más pobre, es cierto, pero más sosegada, más hogareña, y que implica un regreso a los barrios y pueblos donde aún se puede caminar a una velocidad normal y comprar en comercios amistosos.
Senior despliega esa primera idea. Postula que trabajar en el mismo lugar donde los niños van al colegio, vender el auto y caminar, permitirá que las mujeres no tengan que salir del hogar para trabajar y poder pagar comida congelada y guarderías, y así sabrán dónde están sus hijos y podrán atender a los ancianos, y la comida tendrá nuevamente sabor a carne y a verdura.
De a poco va desmontando las desviaciones de la vida moderna. En el ámbito doméstico, invita a deshacerse del televisor -y con él, de su filtro laicista- y suprimir otras tecnologías. Y con el tiempo y el dinero ahorrado, comprar un piano para restaurar en nuestros hogares el gusto por la música y la lectura en voz alta junto al fuego del hogar. Un paso en la dirección del amor familiar pero también en la formación de la sensibilidad de nuestros hijos.
El núcleo de su tesis, la llave de la restauración, se diría que es su objetivo de educar en el bien, lo bello y lo verdadero, o como diría Marechal, favorecer el ascenso del alma por la belleza.
En su experiencia de profesor dice que pudo comprobar cómo muchos buenos libros se perdían en espíritus que ya no sabían leer. "La fecundidad de las ideas de Platón, Aristóteles, de San Agustín o de Santo Tomás, no se pueden manifestar si no es en el terreno de una imaginación saturada de fábulas y de cuentos de hadas, de historias y poemas, romances y aventuras: Grimm, Andersen, Stevenson, Dickens, Scott, Dumas y tantos otros buenos libros", apunta. Para remediarlo sugiere la lectura de lo que llama los "mil buenos libros" para niños y adolescentes que todos hemos leído y releído durante el resto de nuestros días.
Y favorecer la experiencia directa y diaria de los niños con los campos, bosques, arroyos y lagos para enriquecer sus experiencias, apreciar la creación y ser capaces de saborear la mejor literatura.
No es que en la literatura no vea ningún peligro. De hecho, reconoce que la literatura inglesa (recordemos que habla a estadounidenses) es sustancialmente protestante y, por lo tanto, María Santísima y el Santo Sacramento brillan por su ausencia. Una omisión "grave" que recomienda compensar con el recurso de la piedad católica y el rol de censores de los padres, un rol que a su juicio no supone la tijera sino la explicación. En definitiva, admite que la literatura puede ser distorsiva también, pero no tiene ese otro defecto de la televisión: su radical pasividad, física e imaginativa.
El programa de Senior se va desplegando de menor a mayor. De las lecturas de los niños pasa a analizar el problema de la educación, o como él la llama, la "des-educación de izquierda" que penetró incluso en los colegios cristianos y cuyo principal defecto es que ha excluido a Dios. De la vida doméstica se anima a pensar en un cambio en la sociedad. Y, cada vez más sutil, de los supuestos para la restauración pasa a tratar el tema de la oración silenciosa.
AUSTERIDAD
El camino que propone es sencillo pero arduo. Augura una vida de austeridad que va a contramano de la obsesión por el bienestar y el consumo.
El autor no se engaña. Admite que la vida hace un siglo era dura, sórdida, peligrosa, sucia, llena de enfermedades y cruel, pero dice que "incluso en las ciudades, como lo atestigua el Londres de Dickens, la vida era sustancialmente humana, rica, bella y libre, comparada con la nuestra, que vivimos en el páramo de esclavos asalariados, encerrados en vulgares burbujas de frialdad y mal gusto barato". Una prueba de que la vida que él propone es posible es que aún subsiste en algunos pueblos de la Europa rural, donde -dice- puede verse una pobreza feliz, con acogedora frugalidad.
La restauración de la cultura cristiana, que para él debe estar centrada en el culto y se sustenta en el auxilio de la Santísima Virgen, plantea un programa exigente porque la realidad es dramática. Senior sostiene que nos encontramos como en tiempos de San Benito, el fundador del monacato, que salvó la fe en una Europa asolada por los bárbaros. Y, precisamente, de San Benito recomienda tomar su Regla, que aconseja para regular nuestras vidas según el ritmo de la oración, verdadero fundamento, junto a la Santa Misa, de cualquier actividad.
El autor no quiere detenerse en la crisis, de la que ya se ocupó en The Death of Christian Culture. Pero lo que dice es suficiente, como cuando habla del drama de la Iglesia, con fieles amontonados como rebaño desorientado y diezmado por lobos transformados en pastores.
Crítico de las innovaciones conciliares, su restauración no estaría completa sin un retorno a la fe de nuestros padres y a la gran liturgia gregoriana y tridentina, a la que llama la obra más refinada y bella, el corazón, el alma y la fuerza determinante de nuestra civilización occidental.
Su exposición, desafiante, a veces radical y un poco idealista, tiene muchas aristas para rumiar. Y sus ideas aún siguen animando interesantes contrapuntos en blogs especializados.
El libro se deja leer con facilidad. Senior apela a leyendas, recorre la historia, se pasea por la literatura e incluye abundantes citas poéticas, lo que de seguro dificultó la tarea del traductor, Rubén Peretó Rivas, pero también le granjeó elogios.
Al pasar las páginas de este maravilloso libro es difícil no sentirse motivado. Y a eso apunta el autor, que no pretende cambiar el mundo sino "sólo la dirección de algunas personas". Porque, como dice, la restauración nunca comienza en las cimas que se desmoronan, sino que siempre lo hace "en las profundidades oscuras de los corazones simples. No nace en los rugidos de los huracanes sino en el soplo de la brisa ligera".