El ruinoso presente de nuestro maltratado país, degradado, a la deriva y en vías de disolución, y la ya aceptada noción de que la raíz del problema es moral o cultural, más allá de lo económico, es el sustrato en el que germinó la idea de este libro: convocar a una serie de intelectuales de un amplio espectro para que ellos piensen cómo debería ser el resurgimiento de la Argentina.
La idea nació de un intercambio epistolar entre el editor Eugenio Gómez de Mier y el incansable y prolífico Pedro Luis Barcia, a la sombra de las posibilidades de cambio que habría ofrecido, a juicio del primero, la elección de 2021.
Con vistas, entonces, a los nuevos comicios que tendrán lugar este año, el objetivo primario de los impulsores de este volumen fue ofrecer una hoja de ruta con “propuestas concretas” y “vías de solución efectivas” para los dirigentes que sean elegidos, con el propósito secundario de que esa guía, o “manual”, o “programa de acción”, como también lo llaman, pudiera ser de utilidad para la sociedad toda.
Pensadores renombrados como el ahora fallecido Abel Posse, Vicente Massot, María Sáenz Quesada, Luis Alberto Romero, Rosendo Fraga o el propio Barcia, aportaron sus reflexiones sobre el país, así como aquellas propuestas “concretas” sobre lo que consideran que habría que hacer para ponerlo otra vez de pie.
Entre los 36 convocados a aportar su mirada hay académicos, historiadores, filósofos, escritores, diplomáticos, profesores, economistas, médicos y periodistas. Disciplinas muy diversas, como diferentes son también las áreas afectadas por problemas que aquí son considerados como "básicos”.
El resurgir de la Argentina (Docencia, 446 páginas) es, por lo tanto, un volumen colectivo, con Barcia como coordinador, que reúne las intervenciones de dichos intelectuales.
Las respuestas fueron luego arracimadas por áreas temáticas, tales como “enfoques generales y culturales”, “educación”, “salud”, “política”, “historia” y “economía”, con la singularidad de que se ha logrado conceder a todas ellas una balanceada proporción.
Barcia había adelantado a los futuros autores, a modo de orientación, o para inspirarlos en su tarea, algunos de los “problemas de base” que él identifica en el país.
Entre muchas otras cuestiones, en su convocatoria el académico enumeraba el amortecimiento de los valores, el relativismo axiológico, el adoctrinamiento ideológico escolar, la cultura de la cancelación, el desapego de nuestra historia nacional, la exaltación del facilismo o la degradación del lenguaje. Un modo discreto e inteligente de encarrilar las reflexiones hacia aguas profundas, que debe ser reconocido como el primer y decisivo mérito del libro.
PRIORIDADES
Claro que la decadencia en la que estamos sumidos es tan vasta y compleja, y tan distintas las áreas en las que se manifiesta, que eso se traduce en las diferentes prioridades que ven los autores según su especialidad. Aunque, en realidad, no pocas veces detrás de esas prioridades asoma una distinta idea de resurgimiento. En clave más bien moral para algunos; socioeconómica o relacionada con el progreso y el bienestar para otros.
Entre los primeros se cuentan Barcia, Posse, Jorge Saltor, Roberto Bosca, Claudia Peiró y Graciela Assaf de Viejobueno, por citar solo a algunos. Entre los segundos, Juan José Llach, Jorge Castro, Marcelo Elizondo, José Emilio Burucúa, Alieto Guadagni o Patricio Murúa. Aunque es cierto que las líneas a veces se entrecruzan y así hay quienes, aun tomando como norte la economía, admiten un componente moral en la cuestión.
La fecunda reflexión de Posse, que abre el libro y que quizás sea su último escrito publicado, está salpicada de agudas y dolidas consideraciones sobre el rumbo de nuestro país, con esa mirada penetrante que lo distinguía, entre nostálgica, amarga y esperanzada. Una mirada honesta sobre el país y el mundo, cuya crudeza se atemperaba por el dulzor de su prosa florida.
Con esa honestidad, no duda en trazar este certero diagnóstico: Argentina es una "potencia en decadencia y en disolución de su sentido vital y existencial".
Un extravío que no considera casual sino que atribuye, entre otros, a “ministros de Economía de los últimos lustros, muy capacitados pero cultural y metafísicamente limitados”, que "apostaron la Argentina a una globalización rosada, a un seudo nuevo orden donde los valores nacionales, el Estado, la dignidad diplomática, las tradiciones y la calidad de vida nuestra parecían antiguallas a echar por la borda".
Para hacer frente a esta penosa realidad, un cambio que él llama "el gran viraje", Posse se inclina por la necesidad de "un Pacto nacional de renacimiento patriótico" que solo veía posible como fruto de la pasión.
RECONQUISTA
"Se trata de reconstruir la esencia de nuestra patria", dice en su ensayo, un objetivo que supone "reconquistar los poderes ante la universal ofensiva sinárquica, que se esconde detrás de los políticos en juego apariencial", y recuperar "una dimensión religiosa y poética que nos eleve de la chata visión positivista" que hoy predomina.
Ese “gran viraje” incluye como punto central “prevenir la infección subcultural mundial”, según Posse, quien, con sus alusiones a “la comunidad desorganizada” y a la sinarquía, parece hablarle a un peronismo histórico hoy dormido.
* Como la de Posse, algunas reflexiones son más abarcadoras y otras más delimitadas al campo de especialidad de quienes escriben. Pero incluso entre estas últimas hay intervenciones muy interesantes.
El economista Juan José Llach, por ejemplo, ofrece una explicación muy clara de cómo funciona el mecanismo de opresión tiránica por vía económica, en un escrito en el que reclama una mejora del federalismo para alcanzar el crecimiento con equidad.
Lo mismo podría decirse sobre el aporte del profesor de Ciencia Política de la UBA Alejandro Alvarez, quien demuestra cómo las corporaciones fueron colonizando la educación universitaria. Y otro tanto vale para el médico y académico Abel Abino, por citar solo tres casos. Albino -aun cuando se ciñe estrictamente a los problemas que observa en el campo de la salud- ofrece un retrato conmovedor de las consecuencias neuronales de la indigencia, un escrito que refleja sabiduría y humanidad, con un amor digno de mención.
Esa sabiduría, que es propia de la experiencia acumulada en un oficio, se deja ver también, en otro orden, en las observaciones que comparte la doctora en Filosofía y profesora Paola Delbosco sobre cómo educar. El suyo es un texto bellísimo, cálido, con apuntes nutritivos sobre los que merece la pena volver.
La educación es tal vez el instrumento en el que con mayor frecuencia se asientan las proposiciones de los autores.
* El mosaico de reflexiones es, como ya podrá verse, muy variado, como lo es también el estilo de quienes escriben: más filosófico en algunos casos, más volcado a las ciencias duras en otros, con tintes más líricos (Posse) o más académicos (Llach; la presidente de la Academia Argentina de Letras, Alicia María Zorrilla, o Romero).
DEFENSA
En cuanto a los temas elegidos, estos van desde el problema de la emigración hasta el lenguaje inclusivo, desde el declinante nivel de comprensión lectora de los jóvenes hasta la olla a presión que representa el conurbano bonaerense, desde el necesario reequipamiento de la Defensa hasta cómo se construye hoy la historia y sus consecuencias.
Algunos enfoques elegidos son, de suyo, más abarcadores, porque atraviesan las disciplinas y brindan una clave de interpretación más integral.
En varios de ellos se reconoce un horizonte religioso no siempre explicitado.
Saltor, que es doctor en Filosofía y profesor en la universidad de Tucumán y en la Unsta, por ejemplo, enuncia un interesante paralelo entre la novela 1984 de Orwell y la Argentina (podría haber dicho "el mundo" y seguiría siendo válido) para explicar cómo se ha cambiado el sistema de creencias, la historia y los valores vigentes.
La periodista Claudia Peiró, licenciada en Historia, ve en "los valores" la "nervadura vital de la sociedad, los cimientos de nuestra unión como nación", en un escrito en el que clama por el resurgimiento ético de la Argentina y el fin de los discursos políticos reduccionistas, dirigidos solo a la dimensión material de las personas.
Barcia identifica a la anomia como el peor cáncer que corroe a la Argentina y sugiere como antídoto una educación actitudinal y normativa. El ex presidente de la Academia Argentina de Letras y de la Academia Nacional de Educación explica cómo esa enseñanza ha sido desplazada en la educación de los niños, quienes en cambio hoy son expuestos a materias como Construir Ciudadanía, cuyos ejes temáticos son los Derechos Humanos y Memoria de la Dictadura. Barcia ofrece propuestas concretas para afrontar ese problema en cada etapa del aprendizaje.
Bosca, que es profesor emérito de la Universidad Austral y director del Instituto de Cultura del Centro Universitario de Estudios, ofrece por su parte una pedagogía sobre una virtud olvidada, la piedad patriótica, partiendo del supuesto de que el patriotismo es un eje unitivo de la nación, mientras que el doctor en Filosofía Carlos Hoevel, ex director de investigaciones de la Universidad Católica Argentina (UCA), señala que, lejos de un Pacto de la Moncloa, hay que quebrar el pacto que ya existe entre políticos y empresarios, quienes toman al Estado como un botín.
* La ausencia de Dios como algo buscado por el sistema, y la sustitución de la religión cristiana por una religión del poder y del dinero, es mencionada sin eufemismos por Saltor.
Al olvido de Dios se refiere asimismo Francisco Muscará, ex profesor de la UCA y de la Universidad Nacional de Cuyo. Y también algo de la relación entre fe y política se encuentra en Assaf de Viejobueno, quien se manifiesta convencida de que la argentina vive una crisis metafísica, en un ensayo en el que cita a Castellani y en el que se dedica a analizar la perversión de la democracia, la falta de representatividad de la dirigencia y las falsas opciones electorales que afrontan los simples ciudadanos.
Del mismo modo, un horizonte religioso puede hallarse en el ensayo de Bosca, en el que el autor aboga por una nueva pedagogía sobre el amor a la patria, que se desmarque tanto del nacionalismo católico, como del “aspecto adusto y arcaico” de las concepciones integristas, y de los ambientes de ideologías autoritarias y estilos patriarcales. A esa misma virtud de la pietas alude Assaf.
* Otro elemento de interés en las exposiciones es ver cuándo comenzó la decadencia a juicio de los intelectuales, lo que dice mucho sobre cuál conjeturan que es la raíz del problema o de qué índole es el resurgimiento que auspician.
Entre los pocos que arriesgan una fecha predominan los que sitúan su inicio hace ochenta años, época que coincide con el surgimiento del peronismo (Saltor, Massot, Patricio Murúa). Otros ubican el retroceso en un arco temporal no precisado de "varias décadas" (Ana María Borzone, Hoevel, Llach).
En no pocos casos la inmoralidad se asocia al populismo. Menos frecuente entre las diversas intervenciones es encontrar una fecha sobre el origen de la decadencia vinculada al desfondamiento religioso de la población.
* Lo que sí pueden encontrarse son diálogos involuntarios. Por ejemplo, hay distintas visiones sobre el globalismo (como amenaza en Posse, Peiró o Bosca; como ayuda o imperativo en Murúa, Marcelo Elizondo o Jorge Castro).
Miradas contrapuestas también pueden encontrarse en torno a lo que sería la salida más viable. Massot ofrece una verdadera clase de realismo político, al reconocer no solo que la sociedad ha tenido su cuota de responsabilidad en la ruina, sino, sobre todo, que atacar las causas de la decadencia llevará décadas, y que “políticamente se impone empezar por los efectos”, es decir, por la reorganización del Estado, tesis que coincide con la idea de los coordinadores de este libro, de que la obra sirva como “hoja de ruta” para la nueva dirigencia. Algo a lo que Assaf parece responderle.
Para la ex profesora de Filosofía del Derecho de la Unsta, el “círculo infernal” que representa la imposibilidad de llevar adelante los cambios necesarios en el sistema, porque están en manos de una clase política que los resiste, debe quebrarse “de abajo hacia arriba”, mediante un cambio de mentalidad y un cambio en el corazón de los argentinos, por más que lleve dos o tres generaciones.
* Así como existen esos desacuerdos, también hay muchas coincidencias y algunas de ellas muy elocuentes. Es el caso de los historiadores Luis Alberto Romero y María Sáenz de Quesada quienes, entre tantos asuntos para elegir, coincidieron en poner bajo el microscopio a la nueva historia oficial sobre los años setenta.
En Romero, su interés sobre el tema no es nuevo pero sí confirma que es un asunto al que viene dándole vueltas.
Con gran acierto, el historiador observa el poder que ha tenido la memoria histórica para perturbar toda discusión pública.
Esta presencia intrusiva del pasado, en sus palabras, "define a priori y rígidamente a los actores, conforma ideas y posicionamientos maniqueos, alienta los comportamientos excluyentes y facciosos, y hasta bloquea los diálogos". Una observación que exige ser profundizada.
Lo cierto es que, de la historia a la economía, de la salud a la educación, la mirada que aportan aquí los intelectuales está llamada a enriquecer el debate y a contribuir a que los argentinos eleven la mirada por sobre la coyuntura más inmediata, que es lo único de lo que se ocupa la agenda pública.
En todos los autores se aprecia un sano desafío a la corrección política y, aún en los más entusiastas, un prudente equilibrio entre la necesidad de contagiar su pasión por ese "gran viraje" del que habló Posse, y la cautela que impone nuestro triste presente, con esa distancia tantas veces mencionada aquí entre el horizonte mental de la dirigencia y de sus representados. Pero hay una convergencia notable en la necesidad de motorizar ese cambio. Y este libro es un buen comienzo en esa dirección.