Mientras el mundo seguía con su rutina diaria, una revolución ideológica avanzaba sin resistencia. Bajo falsas consignas de inclusión, diversidad y tolerancia, se desplegó una ofensiva que reconfiguró el sentido común, la educación, la justicia, la cultura y las relaciones humanas.
En Las guerras que perdiste mientras dormías, cómo la ideología woke invadió tu mundo sin disparar un solo tiro; Karina Mariani expone la forma en que la ideología woke ha transformado nuestras sociedades, colonizando instituciones, silenciando disidencias y enfrentando a la población en una batalla cultural sin precedentes.
Con un análisis afilado y documentado, este libro no sólo describe las tácticas de esta guerra silenciosa, sino que también desafía al lector a recuperar el terreno perdido. El libro, que se distribuye tanto en formato digital como en papel a través de Amazon a partir de hoy, cuenta con dos prólogos de lujo, el periodista argentino Dardo Gasparré dice en uno de ellos:
“Si se tratase de encontrar un símbolo y un común denominador de las características de la llamada Agenda 2030 - ahora como tantos de sus objetivos y profecías extendida a 2045 – se llegaría sin vacilar a la épica de las llamadas percepciones de género, sexo, edad, raza, aun especie, que es el hilván secreto y silencioso que las une y las define. Karina Mariani estudia el fenómeno, lo describe y analiza cuidadosamente en este libro que ha merecido una cuidadosa investigación previa, que la autora ha sabido compartir con el lector sin abrumarlo con citas bibliográficas, usando ejemplos e historias que parecen a veces de ficción, aunque reflejen la más estricta e irrefutable realidad. Mariani se ocupa de aclarar que no cree en las teorías conspiranoicas. Más bien debió decir que hace un esfuerzo para no creerlas. La cancelación sistémica de las universidades y de la enseñanza en todos sus niveles, su deterioro y desvirtuación, la pérdida del respeto académico que se ha generado por la prédica y por el ciego acatamiento de las casas de estudios necesariamente coadyuva a la destrucción de la educación, símbolo mismo de la civilización contemporánea en todos sus significados.”
El otro prólogo corresponde al ensayista y periodista español, Javier Benegas, que dice:
“Es habitual caer en el error atraídos por la parte de verdad que en ocasiones en ese error se encierra. En nuestro mundo occidental, tal verdad sería que en nuestro pasado hay sombras oscuras. Y el error, ignorar que la luz se abrió paso en el momento en que la cultura de Occidente cristalizó, como escribe Karina Mariani, en la más ecuánime, tolerante, pujante, rica, solidaria y libre del globo. Sin embargo, apoyada en la inevitable imperfección, la política no se detuvo en ese logro: se extralimitó. Elevó las lógicas imperfecciones de cualquier civilización a la categoría de problemas estructurales. Y armada hasta los dientes de ingeniería social, acabó penetrando nuestra esfera privada. Paso a paso, de forma incremental, políticos, tecnócratas y expertos tomaron cada espacio privado, cada rincón íntimo, convirtiéndose en un monstruo que, como la hidra, tiene infinidad de cabezas, una por cada frente abierto, por cada espacio tomado al asalto. Para salvar al Occidente que ama, Karina Mariani, enfrenta una a una estas cabezas. Con devoción, pero también con extraordinaria minuciosidad, las corta desde la raíz con el filo de una fina inteligencia.”
A continuación, un adelanto de esta lectura imprescindible. Se trata de un extracto del capítulo: Fusión Letal: Identitarismo Sexual y Perspectiva de Género:
“Se ha puesto de moda hablar de "guerras culturales" para explicar los diversos puntos de vista sobre cómo se ordena una sociedad, sobre su estimación de lo que es justo o injusto y sobre cuáles deberían ser las normas sociales que respondan a esa idea de justicia. Lo cierto es que la ideología woke rechaza la idea de justicia sobre la que descansa la cultura occidental, dado que la considera estructuralmente opresora. En cambio, considera que la sociedad se compone de una serie de grupos segregados estancos, que experimentan una cotidianeidad irrespirable signada por el rencor.
Este rencor, esta ira ancestral, están basados en ofensas pretéritas, de décadas y hasta de siglos atrás. Quienes hoy están vivos no las protagonizaron, no las recibieron ni las padecieron. Se trata de ofensas e injusticias que el wokismo vuelve hereditarias, transmitidas, según les convenga, a través del color de piel, del lugar de nacimiento, del género, de la religión. Estas ofensas son adjudicadas a grupos de “opresores”, a pesar de que estos carezcan de culpas o responsabilidades cívicas o judiciales. Por más ridículo e irracional que parezca, el wokismo funciona gracias a este motor vengativo. Su combustible es una venganza sin fin ni redención.
La lógica de esta ideología implica que incluso los matices doctrinales más insignificantes sean vistos como manifestaciones de intolerancia y fobia que deben ser castigadas. Este clima de intransigencia ha conseguido que, para poder sobrevivir en esta distopía, las personas prefieran contradecir a la biología, a las leyes físicas e incluso a lo que ven sus propios ojos, antes que contradecir los demenciales postulados woke.
De forma exponencial, esta ideología ha expandido sus dominios a múltiples áreas como el ecologismo y la justicia climática, el antirracismo estructural, el indigenismo, el anticapitalismo, el anticolonialismo y la reparación histórica, el animalismo y el especismo y tantos más. Sin embargo, es en el crecimiento descomunal de los colectivos sexuales donde consiguió mayores éxitos.
Es particularmente evidente el avance del identitarismo sexual, como el feminismo radical, el activismo LGBTQIA+, el colectivo trans y la militancia queer. Estos colectivos se basan en la premisa de que todos tenemos una “identidad de género" que trasciende la realidad biológica, como si fuera una especie de alma de género. Según este supuesto, la idea de hombre y mujer es un constructo, un “binario falso” que replica la opresión estructural que hay que combatir. A esta visión se la conoce como “perspectiva de género” y se trata de una perspectiva que utiliza a la sexualidad como la base para arengas sobre la necesidad de rehacer la sociedad.
Esta concepción separa al “género” del “sexo” siendo este último otro constructo anclado en la biología a la que también consideran un arma de dominación. El “género” vendría a ser la dimensión espiritual del sexo, una identidad que las personas poseen más allá de la biología, que es moldeable, elegible, cambiable, fluida. La perspectiva de género asume que las cuestiones sobre la sexualidad están vinculadas, por algún extraño sortilegio interseccional, a otros ítems woke como el ecologismo y la alarma climática, o las luchas indigenistas o étnicas, o las demandas anticolonialistas…en fin, que todo tiene que ver con todo.
En un artículo publicado en 1989 titulado "Demarginalizing the Intersection of Race and Sex: A Black Feminist Critique of Antidiscrimination Doctrine, Feminist Theory and Antiracist Politics" (Desmarginalizando la intersección de raza y género: una crítica feminista negra a la doctrina antidiscriminatoria, la teoría feminista y la política antirracista) la abogada Kimberlé Crenshaw utilizó el concepto “interseccionalidad” para describir lo que, según ella, eran opresiones superpuestas de raza y género. Desde entonces, la interseccionalidad se ha convertido en la argamasa que mezcla las múltiples opresiones, otorgándoles preeminencia a unas sobre otras, según convenga en cada ocasión. Lo importante para el wokismo es que, para lograr un verdadero cambio social, es necesario un enfoque interseccional.
La importancia superlativa que tienen la perspectiva de género y el identitarismo sexual en la conquista woke hace que se erijan como una de las banderas más importantes de su cosmogonía, son los cimientos sobre los que se edifica su poder. Se trata de uno de los marcos teóricos más poderosos del wokismo. Sin embargo, es el que más profundamente ha entrado en contradicción, convirtiéndose en un flanco lacerante.
Al igual que otros dogmas que componen el wokismo, el identitarismo sexual no basa sus afirmaciones en evidencia o datos científicos, y presenta un tipo de razonamiento tan incoherente y paradójico que requiere un esfuerzo extra para transitarlo.
Antes del reinado del wokismo, la identidad sexual como paradigma sociopolítico era un factor de análisis de amplio espectro, pero siempre atado a las reglas de la biología. Dentro de este espectro había posturas ideológicas que sostenían que el sexo determinaba roles sociales, mientras que otras posturas consideraban que esos roles eran estereotipos. Para estos últimos, esto significaba que el sexo no era determinante de roles, pensamientos, conductas ni preferencias sexuales. Vale decir que para todo el espectro, el sexo era una realidad naturalmente existente que podía considerarse o no decisor de la vida de las personas. La diferencia se marcaba entre la naturaleza sexual y el comportamiento sexual, pero la biología no era discutible.
Aún reinaba la razón, pero el colapso se avecinaba.
Con la irrupción de la lógica woke en el campo de la identidad sexual, la dimensión biológica pasó a tener un lugar marginal, molesto y ofensivo. Así las cosas, la identidad se convirtió en un factor electivo. Bajo esta lógica el individuo no sólo elige cómo desea percibirse sexualmente sino que también elige cómo desea que el resto de la sociedad lo perciba, imponiendo su autopercepción al resto de la sociedad.
Esta idea abre un sinnúmero de paradojas, porque si la biología es considerada un “constructo”, todo el resto de las cosas también podrían serlo. En consecuencia, esta perspectiva rechaza la categoría de “Verdad”, pero este rechazo se vuelve a la vez ley inalterable y universal. Lo woke rechaza la objetividad racional y la universalidad epistémica en favor de experiencias colectivas victimizantes que anulan cualquier noción de autonomía individual. La tensión que provoca esta paradoja es la que genera una de las colisiones más importantes dentro de la cultura woke.
Para quienes adoptan esta ideología las autopercepciones y sus dogmas tienen la inédita capacidad de fabricar realidad. Y si se puede fabricar una realidad sexual, también se pueden fabricar sus normas y su ética.
Los alcances de esta lógica son infinitos y contrarios a cualquier pulsión de pensamiento crítico, pero sobre todo, son fuente de frustración e ira para cualquiera que crea que puede torcer la naturaleza, el comportamiento y las percepciones de los demás con sólo desearlo. La ideología woke exhibe una hostilidad feroz y despechada hacia quienes no internalizan su lógica; y, siendo incapaz de resolver sus contradicciones, prefiere doblar la apuesta y generar nuevas y más atroces guerras que le permitan seguir ganando terreno mientras todavía se encuentra al timón.
Curiosamente, los salvadores de los oprimidos están urgidos por denunciar injusticias y privilegios, pero siempre desde sus tiránicas posiciones privilegiadas.
Ya están instalados ahí, para sacarlos habrá que dar batalla.”