Esta semana nos enteramos que al rey Carlos III de Gran Bretaña se le ha diagnosticado un cuadro tumoral, más precisamente un cáncer de próstata. La noticia ha generado una diversidad de reacciones, conmocionado a medios, dirigentes y público en general de todo el mundo. De alguna manera, imaginamos erróneamente que los problemas importantes no les ocurren a personas de relevancia pública, aunque la realidad muestre casi lo diametralmente opuesto. La figura del eterno príncipe Carlos, finalmente ahora Carlos III, sus décadas de espera por la corona, su participación preponderante en las campañas por una agenda global, lo han puesto en un lugar de alta exposición, aún mayor al que por su cargo tiene. De allí que la noticia adquiriera tanta notoriedad y de alguna manera nos permitiera pensar en algo que los filósofos y médicos clásicos han señalado siempre y es que la enfermedad, al menos en los aspectos internos, nos iguala, llevándonos a confrontar con las mismas dudas y angustias.
Un diagnóstico de cáncer puede provocar muchos desafíos, ya que no puede experimentar una enorme variedad de emociones y pensamientos.
Si bien no hay una forma que pueda ser correcta de afrontar el cáncer, ya que cada uno experimentará el proceso de manera personal, hay algunas estrategias que pueden ayudar a manejar el estrés y la incertidumbre de esta situación.
Algunas de ellas:
1. Informarse sin intoxicarse: la primera información es la que aporta el profesional y equipo tratante, de allí se definirá la capacidad de entenderse con un equipo, ya que es posible que se trate de un largo camino y es esencial al igual que en todo tratamiento médico estar confiado y cómodo. Poder anotar las dudas, los temores, inclusive luego de hacer alguna búsqueda por internet y llevárselo al profesional puede ser una buena idea. Al mismo tiempo hay que tener mucho cuidado con fuentes de información alternativa y no contrastada, que en general proporcionan y sugieren tratamientos milagrosos. Es necesario investigarlo bien y poderlo plantear a su médico. Pero también limitar la búsqueda, ya que estar buscando los últimos datos puede proporcionar más de una fuente de angustia. En última instancia, tendrá que confiar en alguien y escuchar los pro y contra de lo que le es presentado como alternativas en las diferentes etapas y características de una patología tumoral específica. Conocer los inconvenientes o efectos secundarios de un tratamiento también es de suma importancia
2. Buscar apoyo: especialmente, no encerrarse, no considerar que se está en una situación dramática única, dado que por ésta pasan y han pasado millones de personas. Buscar apoyo en el núcleo cercano, ya que permite plantear dudas sobre factores tan concretos como la posibilidad de realizar y ser acompañado en un tratamiento o inclusive aspectos financieros, no solo por tener que enfrentar un tratamiento que puede ser costoso, como quizás por el lucro cesante u otras características. Vivimos en una sociedad concreta vehiculizada por el dinero, y no es deshonroso saber que es un tema que debe ser planteado y previsto. También puede ser aconsejable participar en grupos de pares de los cuales hoy hay hasta modalidades virtuales. Escuchar cómo otros han enfrentado los mismos miedos y fantasías negativas y cómo lo han manejado, puede ser de suma utilidad. Si bien lo que sirve para uno no sirve para otro en algunos casos, en otros, el saber que alguien pasó por lo mismo y cómo manejo diversos factores, suele alivianar mucho la carga.
3. En relación con lo anterior, es bueno -siempre lo es, pero en estas circunstancias más- ser claro y abierto en la comunicación. Ser honesto consigo mismo y con los demás sin dramatizaciones, pero tampoco buscando una falsa fortaleza, ayuda a que los demás, personal médico, familiares y amigos nos asistan. También sirve para que los demás entiendan cuándo es un temor a simplemente controlar y cuándo la alarma es algo a considerar con mayor gravedad. Permitir a los demás acompañar cuando se desea estar acompañado, pero más importante comunicar sin conflictos cuando se necesita estar solo y que esto no necesariamente es algo negativo, ayuda a limpiar los aspectos emocionales de la comunicación.
4. Planificar con anticipación: los médicos informarán los diversos tiempos que llevan las diferentes instancias y etapas del tratamiento y eso permitirá anticipar, en nuestra vida cotidiana con los demás, en el trabajo, en las obligaciones que dependen de nosotros. Al mismo tiempo, les permitirá a los demás saber si pueden o no suplir esa asistencia solicitada o, por el contrario, qué actividades simplemente deberán ser dejadas de lado y anticipar para que los demás no sufran las consecuencias de manera intempestiva. La planificación financiera, como comentaba antes, también es sumamente importante. Planificar con anticipación puede ayudar a reducir el estrés y a centrarse en el tratamiento y la recuperación.
5. La mala noticia puede ser una buena y es que si no era antes el caso llegó el momento para cuidar la salud de manera integral. No solo el estrés, sino una dieta equilibrada, beber mucha agua, descansar lo suficiente y hacer ejercicio regularmente es fundamental. Aquí viene también el asesoramiento profesional y terapéutico en general, ya que posiblemente deba modificar de alguna manera específica la dieta, o exista cierto régimen de ejercicios a realizar u otros no. De manera general, la introducción de técnicas psicofísicas, como la meditación, relajación, ejercicios de respiración, en sus diversas formas o yoga, Tai chi, son aconsejables. Con respecto a estos dos últimos, la misma acotación que con el ejercicio: un buen maestro de yoga o Tai Chi conoce qué ejercicios puede hacer en la condición por la que atraviesa. De manera general, igualmente comunique y consulte con su médico las decisiones que tomó en cada uno de estos temas.
6. Mantener la rutina: tiene un diagnóstico, no una condena. La vida debe y puede seguir de manera corriente, y más aún con los tratamientos actuales. No modificar la vida sustancialmente, sólo eventualmente mejorando aspectos como señalaba antes, es lo más indicado.
7. Aceptar los cambios: quizás las técnicas de aceptación sean las más indicadas, entendiendo que esto no es resignación, sino que algunas consecuencias de los tratamientos o de la propia evolución de la enfermedad pueden cambiar desde nuestra imagen corporal, así como nuestra energía, por ejemplo. Es perfectamente válido y hasta aconsejable, si lo afectado es la imagen corporal, buscar soluciones estéticas, o vestimentarias, y nada de ello debe implicar sentir un menoscabo, sino adaptarse a un proceso que posiblemente sea momentáneo.
8. Concentrarse en lo positivo: es difícil a veces pensar que esto es posible, sin embargo, puede ser una época en la cual uno se plantee cuestiones a las cuales no le ha dado importancia en la vida o, especialmente, deje de prestarle atención a otras a las cuales le ha dado excesiva sin tenerla. Es el momento de pensar qué relaciones tenemos con los demás y de qué tipo, que nos hace bien, y practicar la gratitud como ejercicio. A la vez, dedicarse a abandonar cuestiones que sin duda empezarán a verse con otra mirada y que quizás nos han preocupado mucho pero que en esta situación vemos desde otra perspectiva. El optimismo no es negación sino un lugar desde el cual uno mira esa realidad que previamente ha aceptado.
9. Planteos existenciales: es una buena etapa para dejar que el sentido de lo que pasa se manifieste sin buscarlo desesperadamente. Un diagnóstico de cáncer puede hacerle reflexionar sobre la vida y sus diferentes avatares. También puede que busque una conexión más profunda consigo mismo, con los demás o con un poder superior. Puede ser el momento de una búsqueda espiritual, entendido esto en el más amplio sentido y no exclusivamente religioso. Para encontrar sentido en su situación, puede explorar su espiritualidad, participar en actividades que sean importantes o contribuir a una causa que le sea significativa. También puede buscar orientación de un consejero, un líder espiritual o un mentor que le ayude a dar sentido a su experiencia.
10. En relación a lo anterior, es el momento de vivir en presente. Un diagnóstico de este tipo puede proyectarnos mucho y de manera negativa hacia el futuro, analizando o rumiando casi, múltiples alternativas negativas. Si bien hay que planificar como decía antes, al “Amor Fati”, amar lo que el destino nos proporciona, se le suma otro aforismo conocido y es el “Carpe Diem”, el vivir el presente y buscar en él todas las riquezas del ahora. Una forma de esto es practicar la atención plena que es participar con y en la realidad, sin emitir juicios sino ver qué es lo que develan. Al mismo tiempo, nos permite ver que hay cosas que podré controlar, y allí poner todas las energías y otras sobre las cuales deberé estar muy atento, pero solo podré observar, y no por eso es angustiante sino es la característica de la existencia humana.
11. Por último, no es una mala idea sino todo lo contrario buscar ayuda profesional. En muchos casos, hoy los equipos aportan grupos de apoyo y psicooncología, pero en caso de no tenerlo, es el momento para buscar un sostén que pueda ya no solo apoyar y contener, sino evaluar si no se están presentando cuadros clínicos psicológicos que puedan complicar el cuadro de base. No se está volviendo loco o mostrando debilidad, sino que está haciendo lo más atinado, como es seguir con todo un tratamiento integrado. Esto es una parte muy importante del todo. En algunos casos, inclusive una medicación momentánea puede ser un enorme alivio y permitirá no seguir sosteniendo una carga que se puede hacer muy pesada.
En conclusión: afrontar un diagnóstico de cáncer puede ser un proceso difícil y estresante, pero no hay por qué hacerlo solo. Hay que recordar que uno no pasa a estar definido por su cáncer y que la vida se ha detenido, sino que también puede ser una señal para un cambio positivo en la propia.