La pasada semana se hicieron públicas las propuestas al Gobierno de España, elaboradas por un comité de 50 personas expertas independientes sobre la exposición a los dispositivos con el fin de proteger a niños y adolescentes de internet. Profesionales de la neuropediatría y de psicología analizaron los efectos en el cerebro del uso de las pantallas en los menores.
Entre las 107 medidas planteadas en el informe, a petición del Ministerio de Juventud e Infancia español, para avanzar en la protección de los menores en los entornos digitales, se encuentran no exponer a la infancia a dispositivos digitales hasta los seis años y no darles un móvil con conexión a internet hasta los 16 años, entre otras recomendaciones.
En concreto, los expertos instan a no exponer a la infancia a dispositivos digitales entre los 0 y los 3 años. Desaconseja también su uso entre los 3 y los 6 y sólo recurrir a ellos en caso de necesidad y de forma puntual para mantener un contacto social, familiar o por determinación judicial, siempre bajo la supervisión de un adulto.
En consonancia con lo anterior, recomiendan limitar el uso que los adultos hacen de las pantallas en presencia de los menores de seis años.
Según explica Teresa Andrade, neuropediatra de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica (SENEP), se sabe que “hay cierta susceptibilidad personal” a las pantallas, es decir, hay niños a los que se les puede exponer un tiempo a las pantallas y no van a manifestar ningún tipo de efectos en el cerebro, pero hay otros a los que por un tiempo mínimo ya van a tener problemas en el neurodesarrollo.
“Como no podemos saber qué niño tiene esa facilidad para desarrollarlo, la recomendaciones es limitarlo a todos los menores de seis años”, señala la neuropediatra de la SENEP, sociedad médica que ha participado en la elaboración de las recomendaciones.
Cuando el cerebro está en desarrollo el impacto de las pantallas puede ser muy acusado, sobre todo en esos menores de seis años. De hecho, estudios científicos han descrito que se producen alteraciones tanto estructurales como funcionales del cerebro con el uso de las pantallas.
“A nivel estructural nos referimos a que se ha identificado menor volumen, menor tamaño de ciertas estructuras en el cerebro de los menores que se exponen a pantallas; y a nivel funcional, lo que se ha visto es que determinados circuitos cerebrales, que están conectando distintas regiones cerebrales, no se están desarrollando bien en un cerebro que está en desarrollo”, explica Andrade.
Son los “circuitos” que se encargan del lenguaje, el aprendizaje, de la atención y de la regulación de las emociones.
“No sabemos el tiempo que se necesita para que las pantallas impacten en el desarrollo del cerebro de los menores, lo que sí se sabe es que solo con que estén expuestos ya aumenta la probabilidad estadística de terminar como un problema en el desarrollo”, incide.
MAS CONSULTAS
Sobre ello, la doctora afirma que la investigación sobre este tema de las pantallas siempre ha llamado la atención en áreas como la neuropediatría, por el “muy alto” número de pacientes que tienen problemas de atención, de aprendizaje, de lenguaje y a la hora de relacionarse.
“Cuando nosotros para hacer las historias de estos pacientes preguntamos sobre muchos factores y sobre hábitos, nos dimos cuenta desde hace ya bastantes años de que hay relación. De hecho, el grupo mayoritario de pacientes que vienen a consulta por problemas en el neurodesarrollo pasan un tiempo excesivo frente a las pantallas”, subraya la neuropediatra de la SENEP.
A modo de ejemplo de los efectos de las pantallas en el cerebro de los menores, la experta subraya que el riesgo de retraso en el lenguaje puede multiplicarse hasta por seis cuando los bebés menores de 12 meses las ven más de dos horas al día.
“Y se ha relacionado con la aparición de problemas en área social con lo se ha denominado el pseudoautismo por pantallas, que es cuando tenemos niños pequeños que tienen tantos problemas en el lenguaje como problemas en el área social. Imitan a un cuadro de autismo, pero cuando se retiran las pantallas, los síntomas empiezan a disminuir”, apunta.
A partir de los 6 años, aquellos niños expuestos a dispositivos pueden tener menos probabilidad de desarrollar la lectura de forma temprana, y más dificultad de aprendizaje de las matemáticas.
“De hecho, algunos artículos han vinculado que si los niños en edad preescolar están viendo muchas horas de pantalla, el riesgo de terminar diagnosticado de un trastorno del neurodesarrollo, de los más frecuentes en la población, que es por déficit de atención e hiperactividad, se puede multiplicar de forma significativa”, sostiene.
DOPAMINA
Pero, además, con la visualización de las pantallas, el cerebro libera dopamina, un neurotransmisor que produce sensación de placer. de forma que la persona obtiene una “gratificación inmediata”.
Así, cuando el cerebro está sometido a estímulos repetidos que liberan dopamina, percibe sensación de bienestar. Eso termina activando el circuito de recompensa cerebral, que es el mismo que se pone en marcha en otros comportamientos adictivos como el de las drogas o el juego, señala la doctora.
“A muchas familias les ha preocupado comportamientos que han observado en sus niños pequeños y adolescentes que se han puesto agresivos cuando les han interrumpido el uso de pantalla porque recuerdan a síntomas similares a los del síndrome de abstinencia”, comenta la neuropediatra de la SENEP.
ADOLESCENCIA
La doctora y profesora de psicología de la Universidad Complutense de Madrid Laura Labrador también señala que las pantallas pueden tener impacto en el rendimiento académico, en la atención y el patrón de sueño de los adolescentes, así como un aumento de la ansiedad y el estrés.
Sin embargo, defiende el uso de la tecnología por parte de los adolescentes, siempre con un control parental.
Laura Labrador argumenta, entre otras cosas, que ayudan a los adolescentes a tener solvencia y competencias con la tecnología, lo que, a su juicio, es “fundamental en los tiempos en los que vivimos”.
Además, suponen una “fuente de conexión social” para los chavales y les ayuda a apoyar su identidad.
“También es interesante que tengamos en cuenta que todos tenemos derecho a entretenernos y divertirnos y el ocio de ahora no es el mismo de antes y no supone una fuente de conflictos. En general, no hay más incovenientes que beneficios”, considera Labrador, quien además es creadora y directora del proyecto de divulgación científica de vídeo podcast “Psicolab Studio”.
Y estima que el uso de las redes también les ayuda a tener recursos de sensibilización sobre la salud mental.
No comparte la recomendación de que hasta los 16 años los adolescentes no puedan tener un móvil con conexión a internet. En su opinión, la clave es el control parental para el buen uso.
“Si los chavales tienen dipositivos y ejercemos un buen control parental con ellos, es un protector frente a que tengan problemas mayores. Si les quitamos esa oportunidad, estamos quitándoles el derecho a protegerse. De repente con 16 años les abres las puertas de internet sin haberles educado”, destaca Labrador.
NUEVAS EVIDENCIAS
Por su parte, la Asociación Española de Pediatría (AEP) actualizó también hace unos días sus recomendaciones en cuanto al uso de pantallas en la infancia y la adolescencia, a partir de “nueva evidencia científica”.
El objetivo es aprender a utilizar las tecnologías de “forma positiva” y disminuir los riesgos que conlleva el uso inadecuado.
Según subraya la AEP, la nueva evidencia científica muestra que hay una “fuerte asociación” entre el tiempo que los padres pasan frente a la pantalla y el de sus hijos, “sobre todo durante las comidas y en el dormitorio”.
Estos estudios han relacionado, además, ese tiempo de pantallas que dedican padres y madres con la frecuencia de rabietas en sus hijos para llamar su atención.
Pero también confirman los distintos impactos de las pantallas en el desarrollo del cerebro a diferentes edades de los menores.
Las recomendaciones actualizadas de los pediatras son:
De 0 a 6 años:
Cero pantallas, no existe un tiempo seguro.
Como excepción y bajo supervisión del adulto se puede usar para el contacto social con un objetivo concreto. Por ejemplo, que la persona que está al otro lado de la pantalla le cuente un cuento o le cante una canción.
De 7 a 12 años:
Menos de una hora (incluyendo el tiempo escolar y los deberes).
Limitar el uso de los dispositivos con acceso a Internet.
Priorizar los factores protectores: actividades deportivas, relaciones con iguales cara a cara, contacto con la naturaleza, sueño, alimentación saludable, etcétera.
Si se decide que utilicen un dispositivo es recomendable: que sea bajo la supervisión de un adulto, con dispositivos fijos y evitar el baño y dormitorio.
Pactar límites claros previamente tanto en tiempo como en contenidos adaptados a la edad.
De 13 a 16 años
Menos de dos horas (incluyendo el tiempo escolar y los deberes).
Si se permite el acceso a dispositivos -sin ser la única medida que se tome- instalar herramientas de control parental.
Priorizar el uso de teléfonos sin acceso a internet.
Retrasar la edad del primer móvil inteligente (con conexión a internet).