En el Campus Urbano de Plaza Houssay, en el barrio de Recoleta, abrirá muy pronto Cinépolis, el décimo cine de la compañía. Mientras que en otra zona de la ciudad, el Atlas Caballito en este caso, vuelve a crear la magia desde la pantalla grande. Por un lado, una empresa mexicana; por otro, una nacional, apostando ambas, nuevamente, al mundo de las imágenes.
Justo cuando la pandemia parecía haber corrido el telón de la representación mundial, todo vuelve a empezar. Está bien que, como decía Sebrelli,
¿Cómo será volver al cine después de este tsunami, sintiendo todavía la correntada de una pandemia que mantiene la intimidad del rostro tras un antifaz? Es que estamos hechos para cambiar. ¿O acaso no existió un momento en que
Pero todo vuelve a empezar. Los últimos representantes de la calle Corrientes, sobrevivientes de esa época, el Gran Rex, el Opera, el Metropolitan, el Broadway, se transformaron en teatros o espacios de recitales todo terreno donde conviven hoy, sucesivamente, figuras como Ulises Bueno, Diego el Cigala, Toquinho (en el Gran Rex), con los visitantes del Opera, la estadounidense Bianca del Río, la Trova Rosarina, o las novedades del Festival Internacional de Buenos Aires (Metropolitan).
Y no solamente cambió el rubro de esos cines sino que ciertas salas, fieles a la tendencia mundial, esponsorizaron sus nombres en pro de la deteriorada economía (el Opera y el Metropolitan como ejemplos, adosaron marcas ansiosas de fidelización).
EN LA RUTA
Si seguimos en la ruta de los cines por ese polo de irradiación llamado `Corrientes', un solo espacio cinematográfico mantiene el rubro y sigue dando películas. Es el Lorca, que desde 1968 continúa en el mismo edificio en que funcionaba el Eclair y que, modernizado y ahora con dos salas, exhibe películas de autor. Un faro solitario luego de la desaparición, antes y después en el tiempo, del mítico
CANDY-BAR
Mucha agua pasó bajo el puente hasta que los cines se convirtieron en multicines y se refugiaron en los shoppings. Desplazaron en rendimiento a distintos negocios con los que compartían espacio y cifraron gran parte de su efectividad económica en el rubro gastronómico, que fue transformándose con costumbres de influencia foránea, pero costumbres al fin, con su carga de pochoclo, gaseosas y nachos.
Cada época, y cada vez más, marca desapariciones de cines, suplantados por edificios de varios pisos, iglesias electrónicas, salas de juego, plataformas de remates o negocios de lotería. Pero hay también momentos como este, con salas nuevas de exhibición comercial o de cine-arte, que apuestan a las tendencias que se vienen, a los nuevos directores. Van ejemplos: el Lorca (con `Licorice Pizza', la sorpresa del año); el Cosmos, ahora comprado por la UBA; la Sala Lugones del Teatro San Martín, programada por la Fundación Cinemateca (con estrenos finlandeses); el recuperado Cine Teatro El Plata de Mataderos, o el Gaumont de Congreso, convertido en Espacio Incaa para la exhibición de películas nacionales.
Todos apuestan a sostener el entreteniendo mantienen la esperanza de que el cine con el mejor contenido seguirá replicándose al infinito.