Cultura
El rincón del historiador

Chacabuco, el arte bélico

Por Miguel José Ruffo y María Inés Rodríguez Aguilar *

 

La batalla de Chacabuco, librada en febrero de 1817, señala el momento en que la revolución americana recupera la iniciativa y despliega una ofensiva contra las fuerzas realistas.

Debemos recordar que la revolución chilena había sido derrotada en Rancagua (1814), que Venezuela prácticamente se había perdido, que Lima continuaba siendo el centro de todos los movimientos contrarrevolucionarios en América del Sur. En 1816, el Congreso reunido en Tucumán declaró la independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica y que esta declaración es el fundamento jurídico y político de la campaña libertadora del general José de San Martín.

En 1817, y tras el paso de los Andes, en la batalla de Chacabuco, el triunfo del ejército sanmartiniano, viene a plantar un hito en el curso de la guerra de la independencia; a saber, América recuperaba la ofensiva.

Señalaba Bartolomé Mitre: “Ya no era San Martín el sableador de Arjonilla o de Bailén y San Lorenzo; ganaba las batallas en su almohada, fijando de antemano el día y el sitio preciso y precisamente en este mismo día estaba aquejado de un ataque reumático nervioso que apenas le permitía mantenerse a caballo. Era su cabeza y no su cuerpo la que combatía”.

En esos sentidos Ricardo Rojas afirma: “Va a cumplir cuarenta años, ya no es el sableador de Arjonilla, sino un sereno jefe que mueve la acción de todos. Su inteligencia debe combatir ahora, no su brazo”.

OLEOS

La batalla de Chacabuco como acontecimiento histórico real, ya en su época fue trasladada al arte por medio de la litografía de Teodoro Gericault. En esta imagen, vemos a San Martín, montado a caballo, con el sable desenvainado, en el centro de la composición; con esta centralidad, el artista, asesorado por Ambrosio Cramer, ha querido subrayar el papel primordial que le cupo al general José de San Martín, como inteligente estratega que ideó, organizó y dirigió la batalla.

Posteriormente, Pedro Subercaseaux, pintor chileno de la gesta emancipadora, pintó a principios del siglo XX, el óleo Chacabuco.

En la imagen, vemos a San Martín, montado en un caballo blanco, observando desde un promontorio, junto a los hombres de su Estado Mayor, el ataque de sus fuerzas en la cuesta de Chacabuco. El blanco nítido del corcel, se debe a que es el caballo de la luz radiante, color que corresponde al caballo del héroe. Como éste, en su periplo, asciende de la tierra al cielo, transforma las energías telúricas en energías celestiales y lumínicas y como la luz es blanca, el caballo del héroe, por ser, como dijimos, el caballo de la luz, entonces deviene en blanco.

El paisaje montañoso, el de la cordillera de los Andes, que ha sido dejada atrás, nos lleva a visualizar la relación entre San Martín y la montaña. No se trata de una cuestión de geografía física, sino del simbolismo de la montaña. Esta se caracteriza por su impulso ascensional, relaciona a la tierra con el cielo, ascender por ella es proyectarse a lo celestial y de esta manera, el ascenso al cielo es fusionarse con la luz.

El caballo blanco y la montaña se unen simbólicamente. La luz es la razón y el bien y en este sentido ella nos permite recordar a la batalla de Chacabuco como una batalla limpia y ejemplar.

Dice Bartolomé Mitre: “Resultado de las hábiles combinaciones estratégicas de la invasión, estaba ganada por el general antes que los soldados la dieran, respondiendo a un plan metódico en que hasta los días estaban contados y los resultados previstos”.

En la perspectiva de Bartolomé Mitre, cuando Bernardo O’Higgins se lanzó, con su caballería, a un ataque en profundidad, complicó innecesariamente la acción, obligando a San Martín, a enviar rápidamente a Soler, para que esa acción, ciertamente valiente, pero temeraria, no dificultase el resultado previsto de la batalla.

Es así como, en el proceso histórico real, Chacabuco es un modelo de batalla pensada y planificada y en el arte que la evoca, la luz sugerida, nos habla de la limpieza del acto bélico.

SAN LORENZO

Finalmente, unas palabras que relacionan las imágenes del Combate de San Lorenzo y Chacabuco. Mientras que en la primera de las pinturas el caballo de San Martín es un caballo bayo y este presenta un blanco mate, amarillento; el caballo de Chacabuco es nítidamente blanco.

El primer caballo aún relaciona a San Martín con la tierra; vale decir, con su condición de sableador; el segundo caballo, lo relaciona con la luz, con la razón; vale decir, con su condición de estratega.

Si vinculásemos ambas realidades e imágenes con las divinidades griegas relacionadas con la guerra, nos encontraríamos que el San Martín de San Lorenzo guarda relación con Ares, el dios de la guerra, en todo lo que la guerra tiene de enfrentamiento físico; en cambio, el San Martín de Chacabuco, se vincula con Atenea, divinidad también relacionada con la guerra, pero en todo lo que esta tiene de pensamiento.

Así celebró la victoria en su Cielito Patriótico el oriental Bartolomé Hidalgo:

“Cielito, cielito que sí,

Cielito de Chacabuco,

El Marco perdió el envite

Osorio no gano el truco”.

 

* Directora Nacional de Museos de la Secretaría de Cultura de la Nación y Académico correspondiente de la Academia Sanmartiniana.