Ciencia y Salud

Cerrando ciclos: reflexiones sobre el fin de año en una Argentina que lo vivió todo

"Debes estar dispuesto a arder en tu propia llama: 
¿cómo podrías renacer si antes no te conviertes en cenizas?" 
Así habló Zaratustra-Friedrich Nietzsche

Los ciclos son el modelo de desarrollo y funcionamiento de todo aquello que existe. Tenemos ciclos históricos, culturales, políticos, sociales… en suma, y también los tenemos personales, anímicos, hormonales, es decir, nuestra vida está atravesada por ciclos de todo tipo, en los cuales tenemos el rol de espectadores en la mayoría de los casos, como los ciclos de la naturaleza, pero sin embargo quedan unos importantes a nuestro cargo, sobre los cuales podemos hacer algo. 
No podemos modificar el día y la noche, el amanecer y el ocaso del día, pero sí ciertos rituales cíclicos, quizás algunos imperceptibles, que hacen a nuestra persona. Entre ellos está el cierre de un año y el comienzo de otro: así, diciembre no es un mes que pase desapercibido, ni en el calendario ni en las emociones. 
Estamos inmersos en un medio interno, el de nuestro organismo, pero también en uno externo que inevitablemente influye sobre nosotros. Termina otro año en Argentina y este 2024 que no ha sido simplemente un año más. Vivimos una enorme diversidad de eventos que generaron un caleidoscopio de emociones y pensamientos: cambios políticos, desafíos económicos y, para muchos, una montaña rusa emocional ligada al riesgo concreto de la subsistencia diaria. Al cerrar esta nueva sección o capítulo de nuestro libro, hacemos balances, prometemos cambios, revivimos conflictos familiares, y sí lo logramos, también intentamos celebrar y disfrutar. Pero ¿por qué este ritual de fin de año nos pesa tanto, al punto de poner a algunas personas en reales e intensas crisis? 
EL BALANCE ANUAL
Desde los estoicos como Marco Aurelio, que aconsejaban reflexionar diariamente sobre nuestras acciones, hasta el psicoanálisis que nos invita a entender el pasado para proyectar el futuro, el ser humano ha sentido siempre la necesidad de mirar hacia atrás para poder avanzar. Pero el fin de año exacerba esta práctica: aun cuando sabemos que no es lo aconsejable, a veces queremos evaluar todo en solo un mes, como si cada diciembre fuera la última oportunidad para enmendar o planificar, y eso comprendido en el “todo”, a veces no nos damos cuenta puede llegar a ser al conjunto de nuestra vida una tarea imposible.
En nuestra sociedad, en muchos casos la realidad no permite hacer balances positivos, ya que tenemos a la vista un enorme muestrario de lo que no funcionó de la manera que esperábamos, y así es fácil caer en la trampa de sentir que hemos "perdido el año" y a la vez refugiarse detrás de esas “buenas excusas” que nos provee sin cesar la cotidianeidad. Sin embargo, si tomamos un momento para no dejarnos llevar por la tormenta informativa externa y empezamos a ver menos datos y con mayor perspectiva, es muy factible que veamos cosas muy positivas logradas en el año, por nuestro propio esfuerzo y no centrarse en los conflictos políticos, económicos o sociales. Así, la idea de balance global puede ser sustituido, por la capacidad de recolectar los buenos momentos personales y logros sobre los cuales tenemos que estar agradecidos. Quizás las malas noticias sean múltiples, pero eso no debe evitar ocuparse de la propia esfera de acción. Ver qué está bajo mi control y qué no, puede ser una opción que permita destrabar un flujo mental detenido en la rumiación negativa.
 

LAS PROMESAS DE AÑO NUEVO: ENTRE EL MITO Y LA ESPERANZA
Las promesas son tan universales que hasta han sido estudiadas científicamente. Un estudio varias veces citado sobre este tema el de Norcross y Vangarelli de la Universidad de Scranton, (The resolution solution: longitudinal examination of New Year's change attempts) refiere que solo el 8% de las personas cumplen sus resoluciones de Año Nuevo. ¿Por qué? Porque muchas veces intentamos cambiar desde un lugar de culpa, del deber impuesto desde una supuesta normativa exterior y no desde el verdadero deseo. Por ejemplo, podemos querer "bajar de peso" porque nos sentimos mal con nuestro cuerpo o "ahorrar más", porque nos pesa la inestabilidad financiera, pero la idea del goce de un cuerpo y/o finanzas en estado, no se plantean como opciones positivas, asertivas, y ligadas al deseo, que serían las alternativas que permitirían construir un camino virtuoso.
Hay un filósofo, Søren Kierkegaard, habitualmente identificado con temáticas sombrías, que sin embargo se interesó mucho sobre la felicidad. En "O lo uno o lo otro" (1843), Kierkegaard aborda la felicidad desde dos perspectivas: la estética y la ética. La felicidad estética se asocia con el placer y el disfrute superficial, mientras que la felicidad ética implica un compromiso más profundo con el sentido de la vida y la responsabilidad personal. Según él, la verdadera felicidad no es inmediata, sino que surge de la autorrealización y la relación con lo trascendente. Para él, "la vida solo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero debe ser vivida mirando hacia adelante". Tal vez, ese mirar para adelante incluya aceptar la realidad sin volverla dramática por lo que supuestamente dejamos de lado, sino quizás pensar en ser nosotros mismos, mejores, pero no buscar ser otros. Abordar cuestiones trascendentes puede ser algo mucho más cercano y factible de lo que la propia palabra sugiere. Así no se trata de llegar a cumplir al pie de la letra propuestas ideales, sino ver cómo podemos ser mejores, así sea en una mínima instancia y entender que un cambio es difícil y por lo tanto ser realista y humilde es fundamental. 

UN CLÁSICO DE LAS FIESTAS: LAS CRISIS FAMILIARES 
¿Quién no ha vivido una discusión en la mesa navideña? La tensión familiar no es exclusiva de Argentina, pero quizás aquí tenga una intensidad particular. Las diferencias políticas, económicas o simplemente generacionales explotan justo cuando intentamos celebrar. La violencia que vivimos en ámbitos públicos se multiplica en la vida cotidiana, y con los más cercanos. Sin embargo, esto puede representar una oportunidad. Zygmunt Bauman planteaba como uno de los aspectos de la modernidad líquida es que no establecemos conversaciones profundas. Quizás esos roces familiares son reflejo de una carga emocional importante y así la oportunidad de establecer una charla algo más profunda sin que por ello el tema a abordar sea el conflicto, sino simplemente la escucha empática. Quizás no vamos a cambiar a ese familiar molesto, pero sí podemos cambiar nosotros la perspectiva desde la cual lo vemos y escuchamos, quizás sea la oportunidad de probar como es escuchar en lugar de discutir o imponer.

CELEBRAR EN TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE
Los grupos de rock que llegan a la Argentina o quienes se interesan por el futbol en nuestro país, exaltan nuestra capacidad para festejar.  No es fácil y espontaneo festejar un gol de Messi en el mundial, pero no tanto en otras situaciones: ¿cómo hacerlo cuando el contexto social, político etc., es adverso?
Una de las cuestiones fundamentales es la de estar menos en contacto con la catarata de información, noticias, redes etc. y más en contacto con las propias necesidades y deseos así, por ejemplo:
*Redefinir el éxito: Preguntarse: ¿Qué sería un logro de este último tiempo?  ¿qué aprendí? ¿A quién ayudé? ¿En qué crecí?
*Simplificar las celebraciones: recuerdo un conocido que competía con sus vecinos por ver quien tenía el mayor poder de fuego (y de compra) con la pirotecnia. La opción es otra: encontrar el sabor de lo simple. No hace falta gastar una fortuna en regalos o cenas elaboradas, pero si destinar un momento a la conexión humana, que puede estar en situaciones o personas impensadas.
*Agradecer por el año. Cada vez está más en claro que la gratitud es un práctica indispensable y de resultados excelentes para nuestra vida psíquica. Un estudio meta analítico de Day y Rafferty sobre la gratitud en el ámbito de la salud demuestra la importancia que está adquieriendo la investigación sobre este tema (Gratitude in Health Care: A Meta-narrative Review).
 

UN CIERRE QUE NO ES UN FINAL
Otro filósofo, Friedrich Nietzsche, decía que "la vida sin música sería un error". Tal vez, el cierre de año no debe ser una despedida, sino un nuevo desarrollo, un puente a otro tema, una improvisación o simplemente una modulación para volver al tema principal, es decir una música que sigue sonando eternamente, donde los silencios en la partitura son esos momentos para estar en silencio, meditar y volver a tomar el siguiente compás que quizás devele nuevas aventuras. 
En esta Argentina tan vibrante y compleja, el desafío no es solo sobrevivir, sino hacerlo con esperanza. No en los demás necesariamente o la decisión de algún político sino en nosotros mismos. Cerramos ciclos, y eso implica cubrir etapas que nos han nutrido, y al mismo tiempo también abrimos puertas. 
Que este diciembre, en medio de balances, promesas y celebraciones, encontremos lo que realmente importa: el amor, la conexión y la oportunidad de empezar de nuevo, y en realidad aceptar que somos humanos.  

"Todo nacimiento entraña su muerte, todo encuentro su despedida, toda plenitud su desgaste. Así, cada paso hacia la realización es también un paso hacia la pérdida." 
El Lobo Estepario-Hermann Hesse