Opinión
UNA MIRADA DIFERENTE

Carta a Papá Noel

La lista de pedidos imprescindible que es el mejor regalo en el árbol de Navidad de los argentinos.

Querido Father Christmas, Santa Claus, San Nicolás, como quiera que te llames o te llamen, donde quiera que estés:

Más allá de todas las ideologías, pasiones, opiniones, discrepancias, ironías, descalificaciones, fanatismos, discusiones teóricas serias o no, odios, rencores, enojos, insultos, berrinches, ambiciones, carpetazos, conventilleríos y peleas a tirones de pelo de las comadres políticas, la columna quiere hacerte llegar su lista de deseos para la sociedad argentina que durante el año ha hecho todos los esfuerzos humanamente posibles para portarse bien y comportarse como un niño obediente y casi heroico. 

Perdón por lo largo del pedido, pero es importante no dejar escapar las oportunidades, que se presentan muy pocas veces en la vida de los pueblos, y no es cuestión de desaprovecharlas ni de dejar que se vuelvan una desilusión, o de terminar cayendo en los mismos errores que tanto daño nos han causado.

Esta es la lista de regalos que te pedimos para esta noche del 24 de diciembre que esperamos que nos acompañen y nos guíen los próximos tres años, y muchos más, si fuera posible:

Falsos benefactores

Que el país no le pida al Fondo Monetario, ni a ningún otro benefactor, préstamos adicionales por ningún concepto y con ningún propósito ni excusa. Ese mecanismo, que ha resultado un trágico TOC, ha servido siempre para ocultar las barbaridades, cuando no los negociados de los funcionarios y de los prebendarios de todos los estamentos. De paso, para crear nuevos negociados, nuevos ricos y más deuda, siempre en nombre del bienestar de la sociedad, que ha llegado al pozo dónde está luego de tantas ayudas. 

Casi siempre el concepto está férreamente unido a la idea central de que el Estado tiene que controlar el tipo de cambio de las divisas, o sea la teoría de “vivir con lo nuestro”, que enmascara un proteccionismo que ha pervertido todos los estratos del sistema, no sólo los empresarios y sindicales. Fuertemente impulsado por las teorías mussolinianas de Perón, aunque ya habían sembrado su virus un par de décadas antes, y que hoy configuran el estándar económico nacional. 

Esto no es lo mismo que renegociar los plazos de pago de la deuda, que debe hacerse y que esta vez deberían cumplirse, una suerte de regalo secundario que también integra la lista de deseos. 

Que el país no sólo salga del cepo cambiario prontamente, un detalle casi, sino que adopte, luego de un siglo de robo combinado entre el Estado y las empresas y sindicatos, el formato de mercado libre de cambios, con un tipo de cambio único sin intervención ni administración estatal, uno de los pilares del atraso y la corrupción. Y de la inflación amiga.  Eso incluye la eliminación de retenciones y recargos y cualquier otro recurso que disfrace el intento de crear diferentes tipos de cambio aplicables a cada sector, a cada producto, a cada provincia. 

No se visualiza otra manera de crecer que permita cumplir el sueño fundacional del Presidente y corazón de su campaña, de volver a hacer de Argentina una potencia mundial. No lo será sin ese requisito. 

Y habría que agregar que un tipo de cambio libre y único ayudaría a reducir la importancia e influencia del prebendarismo, el proteccionismo y el amiguismo, que funciona hábilmente como supuesta ayuda y como amenaza latente a cualquier apertura o signo de seriedad. El círculo rojo es negro. El triángulo de hierro no es un buen mecanismo de libertades. 

Que se estudien, reduzcan y eliminen los regímenes especiales del tipo Tierra del Fuego, no sólo por la injusticia impositiva y el aumento de precios que conllevan, sino por el ejemplo de corrupción multipartidaria y multisectorial que se refriega día a día en la cara de la sociedad. Estos regímenes se aplican no solo a provincias privilegiadas, sino a empresarios privilegiados que han sabido mantener sus ventajas a través de gobiernos de diversas tendencias, lo que muestra su rara habilidad, para darle algún nombre.

Que se abandone toda idea de influir sobre la Justicia, en el sentido que fuera, incluyendo la necesidad de que garantice la impunidad a cambio de favores, y asegure tolerancias y perdones a vulgares hampones disfrazados de políticos que han invadido el proscenio nacional. 

En tal sentido, un regalo navideño imprescindible es que se olvide el pacto-capricho-compromiso de la designación de Ariel Lijo en la Corte, ya suficientemente contaminada por la presencia de su juez-mentor para el cargo. Un potente símbolo que sería un mensaje complementario político, social y económico fortísimo. 

Que dentro del plan de eliminación de leyes inútiles, complicadas y dudosas, se elimine la obligación para las empresas extranjeras de asociarse con una empresa local para presentarse en una licitación. Este punto, al que no se le ha dado ni relevancia ni trascendencia, garantiza la continuidad de la corrupción en las contrataciones con el estado, una causal de gran influencia en la corrupción endémica nacional, que garantiza el robo. Recordar el caso Odebrecht y su socio en Argentina. No sólo de Hotesurs ni de Lazaros Báez vive el hombre. 

No es cuestión de abogar de palabra para evitar la corrupción en el Estado, sino de no subcontratarla o tercerizarlo usando el sistema privado, como viene ocurriendo en el país. Una gran cantidad de los reputados grandes empresarios nacionales, que mágicamente ahora se han especializado todos en petróleo y gas, tienen un pasado dudoso en materia de negociaciones, licitaciones y concesiones del estado, en prórrogas sin licitación por varias décadas a sus concesiones, y en maniobras guardadas bajo secreto del sumario. 

La causa de los cuadernos, cajoneada justamente por el sistema corrupto judicial-político-comunicacional, tuvo como protagonistas y confesos culpables a muchos de los que ahora se promocionan como los futuros salvadores de la patria. Ello ha ocurrido con gobiernos de todos los signos, y se ha heredado como un bien de familia por los grupos (en el múltiple sentido del término) involucrados. 

Pensando en el mediano plazo, un cambio en ese sistema daría mucha más credibilidad a cualquier promesa o proyecto de volver a la Argentina grande. No es interactuando o canapeando codo a codo con ellos que se garantiza la libertad económica que se pregona. En otras palabras, no hace falta YPF para negociar con Shell. Es cierto que hace falta YPF para que esos grupos hagan grandes y fáciles negocios. 

Mejor equipo

Que el Gobierno avance en la consolidación de su equipo de trabajo mejorando la calidad de sus funcionarios y asesores. Lo que pudo ser atribuido en una primera etapa a la falta de una estructura política o de experiencia política, debería ser subsanado urgentemente. Luego de serenada la estampida, recién ahora viene el momento del trabajo profundo, serio, meduloso e inteligente que todavía no se hizo, pero que es imprescindible para que el buen resultado no sea circunstancial, sino cuidadoso, trabajado y sostenible.

Eso no ha ocurrido. El Presidente no está asesorado por equipos preparados y conocedores de cada rubro, sino por intuiciones, prejuicios, deseos, resquemores y conveniencias precarias y a veces de bajo nivel técnico y hasta ético. La suerte de campaña que se acaba de iniciar para transformar LLA en una suerte de movimiento, más que partido a nivel nacional, como se sostiene, es pobre en ideas, en figuras, en sustento académico, en formación y en talento. 

La velocidad de revoleo conque los funcionarios son reemplazados, casi siempre acusados de falta de lealtad o de tener ideas propias, nunca con argumentos técnicos sólidos, garantiza que esos cambios no serán demasiado fáciles de realizar, ni que su capacidad será demasiado apreciada. 

La calidad de los remplazos tampoco es un indicador de una tendencia a la mejora cualitativa, ni siquiera a una mejora en la honestidad, un punto que no es menor para la credibilidad en el proyecto económico y hasta en un proyecto político hegemónico. 

Que el Gobierno evolucione y pase de autodefinirse como libertario a considerarse y actuar como liberal, que acaso es el resumen de la lista de regalos que se espera que deje en las medias el trineo de los renos voladores. No existe exactamente en los libros una definición filosófica ni sociológica de lo que es el libertarismo. Y se nota. Tomar el camino liberal no significa repetir un par de definiciones personales sobre la concepción de las interrelaciones sociales. 

Es organizar el sistema político y económico en torno a un grupo de conceptos básicos que excluyen la corrupción y el sectarismo como modo de conseguir poder y dinero. Tanto en el sector público como privado. ¿Se está haciendo eso aunque sea en germen? ¿Habrá que empezar a arrojar sobre el tapiz cotidiano nombres e historiales de las figuras relevantes sobre las que el país pone hoy sus esperanzas?

Que el Presidente madure. Tal vez el más difícil de complacer de todos los pedidos. Madurar en lo personal y en lo político. Ser capan de confiar y delegar en quienes no son sus compañeritos de juegos infantiles, ni sus familiares referentes, ni sus niñeras o servidores. Apoyarse sicológicamente en quien lo desee, pero en lo político y lo técnico ser un estadista capaz de formar un equipo que en cada área concreta sepa más que él. 

Incluye en abandonar el autoelogio y el autobombo, la idea del premio Nobel, rechazar el halago complaciente e interesado de quienes quieren lucrar con su circunstancial prestigio basado en titulares de periódicos. La columna vuelve a recordar El Burgués Gentilhombre, la sátira de Moliere, donde un comerciante es convencido por unos ladrones de que ha sido designado Noble del Reino, con toga y título incluidos. 

Usar la prédica, la persuasión y el poder del ejemplo para convencer, no el insulto, la descalificación, el escarnio y la ironía de barrio. El enemigo no está donde él cree. Quien lo asesoró, estimuló o acompañó en su idea de insultar, descalificar y agraviar a quienes no piensan como él o a quienes osan sugerirle cualquier idea que no sea la que él sostiene en un momento determinado (que puede cambiar la semana que viene) no lo ayuda ni es su amigo ni un asesor confiable. Así nadie le dirá si “el rey está desnudo”. No le sirve. 

Otro Milei

Esta carta a Papá Noel podría ser la carta del propio Milei. El país necesita de Milei, pero de otro Milei, más grande, que vuele más alto, que se eleve, que supere las discusiones de comadre de sainete, que no abandone sus principios y crea que los sigue como el primer día, que no se convierta a otra escuela económico-social, según pasan los días o según alguien convence a sus asesores. 

De modo que el Presidente bien podría suscribir esta lista de deseos, si no creyera en una de esas que la Navidad es una superstición de ignorantes porque no es la fe que él profesa últimamente. 

Tal vez él no necesita el regalo de esos cambios. Pero el país sí. 

Feliz Navidad para usted, y para usted, y para usted…