Algunos añoran los tiempos en que la soja estuvo a 600 dólares y el viento de cola empujaba al país, pero esos tiempos no volverán en el corto plazo y menos de la mano de la soja. Aún los valores de producción son convenientes pero a todos los embarga la pregunta: ¿hasta cuándo durarán los buenos tiempos?
Si la tonelada cae por debajo de los 300 dólares la situación se hará más compleja. Los fletes no han bajado aún, ni tenemos estructuradas formas de traslado más económicas, las zonas periféricas cada vez pueden tolerar menos esta presión y aunque las retenciones se han reducido, el cultivo de la soja no tiene el mismo atractivo, lo que por un lado es un alivio. El monocultivo no es lo mejor para un país.
Justamente este es el momento de pensar y prever algo más para el futuro. La propuesta que van a leer no debe interpretarse bajo la luz del realismo mágico, al que somos tan propensos. Esto no es magia ni la salvación mesiánica. Sino la obtención de otras variedades de cultivos que pueden hacerse fuera de las zonas núcleo y lograr un procesamiento local que le otorgue una plusvalía al producto. Me refiero al cáñamo o cannabis sativa que tiene la "desgracia" de compartir el mismo nombre con la planta que produce marihuana.
PUNTO CLAVE
La divisoria de aguas en este tema pasa por la presencia o no de un cannabinoide conocido como THC (tetrahidrocannabinol), el responsable de la actividad psicotrópica de la marihuana. Vale aclarar que hay cientos de variedades que poseen distintas proporciones de THC, desde casi nada al 25%. A los fines prácticos, concentraciones menores al 1% no tienen efecto psicotrópico... y el cáñamo industrial no tiene tales concentraciones.
Esta es una planta que se cultiva en Asia donde hace 4.000 años y por siglos fue una fuente de productos textiles imbatible. Las velas de los barcos que cruzaban el Atlántico era de cáñamo, al igual que la ropa de sus marinos y las tropas revolucionarias que pelearon por la independencia de las colonias inglesas en América.
El acta de la Independencia de los Estados Unidos está firmada sobre papel de cáñamo que cultivaban granjeros como George Washington en Mount Vernon. Nuestro Manuel Belgrano escribió extensamente sobre el tema y cifraba las esperanzas de progreso de la Argentina en la producción de cáñamo. ¿Por qué no le hacemos caso al creador de la bandera, quien antes de ser militar era abogado y economista?
El cáñamo industrial tiene un enorme potencial porque no solo sirve para papel y productos textiles, su semilla tiene una alta concentración de ácidos grasos insaturados y un 35% de materia proteica. Factores que lo convierten en ideales para la nutrición de humanos y animales. También sirve para la construcción mediante la conformación de ladrillos términos o produciendo una especie de cemento conocido como `Hempcrete'.
Sin embargo, el producto que más entusiasma actualmente es la confección de un plástico biodegradable. El mundo tomó una mala decisión al implantar el plástico derivado del petróleo: a esta altura hemos contaminado la tierra y el mar. Un plástico que sea biodegradable vendría a resolver este problema de polución. Ya existe una demanda de fibra para estos productos. Muchos de los tableros de automóviles de alta gama están incluyendo este tipo de material. ¿Algún día será obligatorio hacer este material? Quizás en breve podamos reeditar el HEMP CAR que Henry Ford mostró en 1937, un vehículo hecho con plástico fortalecido de cáñamo (si revisa los videos verá como el vehículo es martillado impiadosamente porque llega a ser diez veces más fuerte que el acero). No sólo el chasis era de cáñamo sino los tableros, el volante y los asientos. Además funcionaba con biodiesel a base de cáñamo. Esta era tecnología de hace ¡80 años!
Por último, dos palabra sobre sus usos medicinales: no nos vamos a cansar de decir que el camaño no tiene THC (o lo tiene en proporciones despreciables) y que por lo tanto no tiene efectos estupefacientes. El aceite de CBD (el cannabinoide más hallado en este planta) es vendido en forma libre en varios estados de Estados Unidos, en Europa y actualmente en Uruguay por su capacidad terapéutica como antiinflamatorio, antiepiléptico, hipnótico e inmunomodulador. Por lo expuesto, creo que debe crearse un marco regulador que permita el cultivo de esta planta y el desarrollo de industrias relacionadas que ayude a la economía del país.
El cáñamo fue víctima de una generalización perversa cuando no se conocían los mecanismos de acción de los cannabinoides. Persistir en ellas pasa a ser un prejuicio, porque desde la década del 60 se tiene conocimiento de sus mecanismos de acción.
De todas maneras, persiste el mito de que el cáñamo industrial se puede fumar con fines recreativos. Esto es falso, ya que no tiene THC.
También se dice que los campos de cáñamo industrial podrían usarse para ocultar plantas de marihuana. Este sería el último lugar donde esconderlas porque el cáñamo se cultiva de manera diferente a la marihuana (20/30 plantas por metro cuadrado de esta última contra 500 plantas por metro cuadrado de la primera).
En segundo lugar, la particular forma de reproducción hace que la polinización del cáñamo y la marihuana termine alterando las concentraciones de cannabinoides en desmedro del THC. Es tiempo de dejar ciertos prejuicios de lado, ¿no les parece?