Opinión
EL ANALISIS DEL DIA

Cachetazos, pararrayos y murallas permeables

El pasado viernes 14 de febrero, cuando empezaba a anochecer, el Gobierno ingresó de improviso en un tramo nebuloso de su gestión. Fue a través de un mensaje personal que el Presidente instaló en sus ajetreadas redes sociales en el que promovía (difundía y respaldaba) un empredimiento privado: el lanzamiento de una criptomoneda denominada $Libra que, según el primer mandatario, contribuiría al “crecimiento de la economía argentina” y al financiamiento de pequeñas y medianas empresas. Como para subrayar su aval, fijó el posteo en su cuenta del sitio X, ex Twitter.

LA INMEDIATEZ

La historia ya es conocida. A esa hora la cotización de la moneda difundida por Milei era cercana a cero, pero vertiginosamente empezó a elevarse hasta alcanzar más de 5 dólares de precio, a partir de lo cual se desplomó, en lo que sería interpretado como una inmediata toma de ganancias por parte de los organizadores y de quienes habían contado con información privilegiada para asociarse a un rápido enriquecimiento.

El aparentemente errático comportamiento de la criptomoneda suscitó críticas y sospechas. En rigor, también habían generado esas reacciones, anticipadamente, los nombres de sus principales promotores, mal afamados en los círculos serios de las empresas cripto, un ecosistema que custodia la conducta y las performances de sus agentes para preservar responsablemente una tecnología de gran potencialidad.

Lo cierto es que, unas cuatro horas después de lanzar su mensaje promocional, ante el escándalo generado por el dudoso derrumbe de la moneda $Libra, el Presidente eliminó su posteo y argumentó esa decisión por el mismo medio confesando que había “apoyado un supuesto emprendimiento privado” sobre cuyos pormenores “no estaba interiorizado” aclarando que “obviamente” no tenía vinculación alguna con el proyecto.
Es que a esa hora ya se hablaba de “estafa digital” y voceros de la oposición involucraban al gobierno es la operación.

A partir del día siguiente los opositores más belicosos reclamarían inclusive un “juicio político”, la oposición más contemplativa requería una “investigación a fondo”, algunos aconsejaban “sacrificar algún fusible” en el entorno presidencial para preservar a Milei y Mauricio Macri, evocando implícitamente que su partido es la pared política que defendió al Presidente en circunstancias difíciles, definía la circunstancia como “delicada” porque “hemos visto un presidente descuidado y mal rodeado”.

El jefe del PRO apuntaba contra el entorno presidencial y se apalancaba en las dificultades del gobierno para mantener a raya a la fracción de su partido que más coquetea con el oficialismo.

PAPELES QUEMADOS

El Gobierno atravesó varios días sin capacidad de respuesta. Irónicamente, se encontraba a la defensiva a pocos días de conocerse un nuevo descenso de la tasa de inflación y cuando parecían entrar en zona de definiciones las tratativas con el FMI para un acuerdo que puede aliviar la situación de las reservas, que siguen en la banda negativa. Y perdía terreno inclusive en un espacio donde juega cómodo de local: las redes sociales y la comunicación.

La prensa amplificaba naturalmente esos efectos: recogía testimonios de especialistas y de algunos de los actores de la escena cripto, entre ellos el propio creador de la moneda $Libra, que lanzaba acusaciones contra colaboradores del Presidente mientras trascendían chats en los que se ufanaba de “manejar” a Milei.

La onda expansiva de la caída de la moneda que Milei difundió dejaba víctimas en distintas partes del mundo y, en principio los domiciliados en Estados Unidos, iniciaron acciones judiciales en ese país y reclamaron investigación del FBI. Milei no es un fenómeno barrial en ningún sentido.

Como para salir del instante de inercia, la cúpula del gobierno imaginó dos movimientos: el Presidente daría su versión del episodio por televisión, entrevistado por un micrófono “del palo” y simultáneamente, Santiago Caputo, aparecería como pararrayos, de modo de que se desviaran hacia él los ataques que apuntaban contra alguno de los lados Milei –Javier o Karina- del ·”triángulo de hierro”. Ninguna de esas operaciones concluyó como se había programado.

La entrevista terminó sumando ruido y, aunque varios miembros de la cúpula se sumaron diligentemente a la idea de convertir a Caputo en el fusible que reclamaba la oposición, Milei frenó ese procedimiento decidido a pelear con las botas puestas y sin hacer concesiones a ninguno de sus adversarios. A falta de mejores armas, el instrumento preferido fue aprovechar la sobreactuación kirchnerista con sus pedidos de juicio político y contraatacar enumerando defectos del pasado cristinista. Tácticas pavlovianas.

EROSION

Enredado en su activismo digital, que ya le había provocado otros disgustos, esta vez Milei se “comió un cachetazo”, como él mismo dijo. Ese cachetazo tiene algunos efectos inmediatos y se verá si no tiene aún otras consecuencias.

Quedó hasta cierto punto erosionada la credibilidad de alguien que se presentaba como un especialista invicto. En este tema dio consejos que provocaron perjuicios a terceros sobre una materia de la que. según su propia versión, “no estaba interiorizado”. Una materia que, para peor, forma parte de las disciplinas en las que se le acredita conocimiento y dominio. Un rayón en la carrocería.

Además, al argumentar que necesita “elevar la muralla” que lo defiende de relaciones tóxicas, admitió que las barreras actuales no han sido eficientes y afloja así involuntariamente las defensas de Karina, su hada protectora, que es un blanco clavado de las ofensivas contra su gobierno.
Por otra parte, la necesidad de amurallarse mejor supone una admisión tácita de que en este asunto ha estado demasiado cerca de elementos dañinos (sobre quienes, sin embargo, inusual en él, no ha lanzado ninguna acusación pública ni agresión).

Ayer, en un diario capitalino, Juan Carlos De Pablo aconsejaba tomar distancia de la inmediatez. Este incidente atrae todas las miradas (los encuestadores han medido que el episodio es conocido por casi 9 de cada 10 entrevistados) probablemente porque por primera vez en este año largo de mileísmo, el gobierno sintió un impacto y deambuló groggy por un momento. Pero, como apunta De Pablo, “ni estábamos tan bien hasta el jueves pasado, como ahora decimos; ni estamos tan mal ahora, como algunos afirman”.

El Gobierno cruza guantes en el Senado. Pese a la reticencia kirchneerista consiguió ayer que se tratara la suspensión de las elecciones primarias. No pudo, en cambio, garantizar el tratamiento de la designación de Ariel Lijo para la Corte Suprema. Ambos temas, un punto a favor, otro en contra, le vienen bien al oficialismo para intentar cambiar de tema.

Por estos días, discretamente, Victoria Villarruel ejerce la Presidencia, no conduce el Senado. Milei está en Washington: allí también se juegan rounds muy importantes. Se ganan o se pierden puntos según cuál sea el trato que el Presidente reciba de Donald Trump. Si hay entrevista, ¿se animará a pedirle que no castigue con aranceles al acero y el aluminio argentinos? ¿Conseguirá el deseado apoyo para aflojar la bolsa del FMI?

Una vez de regreso, tendrá otros asuntos para buscar cambio de conversación imaginando escenarios para su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. ¿Desafiará nuevamente a “la casta” o rectificará su conducta de un año atrás? ¿Se habrán amortiguado para entonces los ecos del criptogate?