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Bati renació para hacer realidad el bicampeonato

El baúl de los recuerdos. La Selección argentina se quedó con la Copa América de 1993. Venció en la final a México con un doblete de Gabriel Batistuta. El equipo de Alfio Basile repitió así la consagración de 1991.

No parecía el mismo delantero letal de dos años antes en Santiago. Pero era el mismo. Quizás hasta le molestaba la comparación con las actuaciones que le habían permitido asombrar en Chile. Apenas había marcado un gol en cuatro partidos. Una cifra indigna para él. Sin embargo, Gabriel Batistuta -el hombre en cuestión- apareció cuando más se lo necesitaba y les puso la firma a los dos tantos que hicieron posible el título. Con Bati como héroe, la Selección argentina derrotó 2-1 a México en la final y se quedó con la Copa América de 1993, disputada en Ecuador.

No solo Batistuta parecía una copia de una calidad muy inferior a la del goleador consagrado en 1991. Todo el Seleccionado que dirigía técnicamente Alfio Basile se antojaba una versión empobrecida del que se había ganado todos los aplausos en la anterior edición del torneo continental. Solo Sergio Goycochea rendía a la altura de las expectativas. Tal como lo había hecho en el Mundial de Italia en 1990, Goyco se erigió en una muralla infranqueable desde los doce pasos. No era una buena señal que lo más destacado del equipo estuviera en el arco…

Más allá de esa situación, Argentina inspiraba respeto. Las huestes del Coco construían partido tras partido un largo invicto de 25 presentaciones desde el 19 de febrero de 1991 hasta la semifinal de la Copa América que se desarrollaba en Ecuador. Esa racha, que se extinguió el 5 de septiembre de 1993 con el impiadoso 5-0 que les propinó Colombia en las Eliminatorias para Estados Unidos 1994, llegó a 31 cotejos. Una marca histórica que permaneció vigente hasta que el equipo de Lionel Scaloni la elevó a 36 entre 2019 y la derrota a manos de Arabia Saudita en Qatar 2022.

Argentina tuvo algunos retoques respecto del equipo campeón de 1991.

Esa consideración hizo que, por ejemplo, Colombia casi no se animara a atacar a Argentina en las semifinales de la Copa América del ´93. El 0-0 se mantuvo hasta el epílogo y resultó necesario que Goyco se quedara con el remate de Víctor Hugo Aristizábal para instalar al Seleccionado en la final. El arquero también había sido decisivo al contener la ejecución de Boiadeiro, de Brasil, en los cuartos de final. Así, los albicelestes se mantuvieron en carrera después de un empate en un gol.

GUSTO A POCO

Después del éxito en la Copa América de 1991 que le puso fin a un ciclo sin festejos en el ámbito continental iniciado en 1959, la Selección había obtenido la Copa Rey Fahd -luego denominada Copa Confederaciones- y la Copa Kirin, ambas en 1992. Por eso arribó a Ecuador como la gran favorita para retener el cetro de campeón logrado en Chile con un fútbol exquisito y contundente en iguales proporciones. Pero poco y nada de ese destacado rendimiento colectivo se vio dos años más tarde. Cada partido dejaba gusto a poco.

El debut en el Grupo C ya había dado señales de alarma, pero el triunfo por 1-0 sobre Bolivia con gol de Batistuta calmó las aguas. Hasta existía el pretexto de la grave lesión sufrida por Darío Franco -uno de los pilares en 1991- para disimular un desempeño muy pobre. Los albicelestes se abrazaron al 1-1 con un México que había sido superior pero no alcanzó la victoria que tanto merecía. La falta de puntería de Hugo Sánchez -muy lejos del nivel estelar que había mostrado en el Real Madrid- y la buena faena de Goycochea explicaban el resultado.

Al igual que en Italia 90, Sergio Goycochea se encargó de sostener las aspiraciones albicelestes.

Se cerró la primera fase con una igualdad en un tanto con Colombia y el Seleccionado terminó escoltando al conjunto de Francisco Pacho Maturana. Muy poco para un equipo que dos años antes le rendía un ferviente culto al juego de ataque. Se notaba la ausencia de Claudio Caniggia, quien había sido suspendido por un control antidoping positivo por consumo de cocaína. Basile intentó reemplazarlo alternativamente con El Mencho Ramón Ismael Medina Bello y con Alberto Federico Acosta, pero se notaba la diferencia.

Tampoco la creación de juego que había aportado Leonardo Rodríguez en Chile se mantuvo en la siguiente Copa América. Eso llevó al Coco a recurrir a Néstor Pipo Gorosito para que se encargara de la elaborar las maniobras en ataque. La tarea que no podía hacer Leo, que le había marcado un gol a Brasil en los cuartos de final, recayó en Fernando Redondo, un número 5 de galera y bastón que marcaba con precisión quirúrgica y distribuía el juego con una exquisitez abrumadora.

LA FINAL

Así, entre buenas intenciones que no llegaban a concretarse y las seguras manos de Goycochea, el representativo nacional fue capaz de abrirse paso hasta la final. En el partido decisivo por el título debía vérselas otra vez con México. Comandados por Miguel Mejía Barón -había tomado el cargo tras la repentina renuncia de César Luis Menotti-, los charros habían sido invitados por primera vez a participar en la Copa América. También Estados Unidos intervino en esa edición en una suerte de apertura hacia todo el continente.

En su debut en la Copa América, México cumplió un destacado papel.

Si bien no había sido capaz de acaparar elogios a granel como en el pasado reciente, Argentina era Argentina. Estaba Goyco entre los tres palos, El Cabezón Oscar Ruggeri todavía brindaba garantías en la retaguardia, en el medio se había afianzado Gustavo Zapata en reemplazo del lesionado Franco, Redondo imponía su jerarquía y Diego Simeone luchaba sin descanso y jugaba con criterio. Y, por supuesto, en el ataque estaba nada más y nada menos que Batistuta, quien, a pesar de su escasa producción ofensiva, seguía infundiendo temor en las defensas adversarias.

México contaba un buen plantel. Su principal atracción era el exótico Jorge Campos, un arquero al que le gustaba mucho jugar como delantero. Tenía una última línea cumplidora en la que sobresalían el seguro Claudio Suárez en la custodia del lateral derecho y el central Juan de Dios Ramírez; en el medio se distinguía la clase de Alberto García Aspe -pasó sin pena ni gloria por River en 1995- y en la delantera disponía de dos peligrosos hombres como Zague y Hugo Sánchez. Había finalizado tercero en la zona de Argentina, pero igual avanzó a las siguientes instancias.

A los norteamericanos se los llamaba despectivamente ratones verdes, pero procuraban dejar atrás ese concepto por todos los medios. La llegada del Flaco Menotti a la dirección técnica del seleccionado en 1991 había contribuido a impulsar el cambio. Su ciclo se vio abruptamente interrumpido cuando la guerra por la conducción de la Federación Mexicana desatada entre las influyentes empresas Televisa e Imevisión -hoy denominada TV Azteca- lo forzaron a dar un paso al costado ante la falta de apoyo para un proceso que aspiraba a revolucionar el fútbol de ese país.

Diego Simeone le gana a Alberto Garcia Aspe la pelea por la pelota.

Los norteamericanos se encontraron con una Argentina que había mostrado su mejor cara en el certamen en las semifinales contra Colombia. A pesar del 0-0 transformado en épica victoria por los excelentes reflejos de Goycochea, los del Coco Basile habían insinuado una levantada futbolística que invitaba creer que no todo estaba perdido, que el equipo había recuperado parcialmente la memoria.

El duelo mostró en los primeros minutos a dos contenientes decididos a quedarse con el triunfo. La ambición no era acompañada por la efectividad en ataque. A México le costaba acercarse al arco de Goyco, bien respaldado por un firme Jorge Borelli -tuvo su oportunidad por una lesión de Sergio Vázquez- y por El Negro Fernando Cáceres, quien debió entrar en escena por un problema físico de Ruggeri antes del final del período inicial. Redondo se encargaba de manejar los tiempos en el medio, secundado por los incansables Zapata y Simeone. Faltaba que se enchufara Batistuta…

El goleador argentino había tenido un par de oportunidades para llegar al gol, pero no acertaba. Justo cuando en el segundo tiempo los norteamericanos amagaban con causarle un dolor de cabeza a sus oponentes, Bati se internó a pura potencia en el área y sometió a Campos antes del cierre desesperado de Juan de Dios Ramírez. Unos minutos más tarde, Goycochea derribó a Zague en el área y perdió en el mano a mano desde el punto penal con Benjamín Galindo.

El oportunismo de Bati afloró cuando la Selección más lo necesitaba.

Y de pronto se desató el hambre de gloria de Simeone. El Cholo peleó una pelota sobre el costado izquierdo con Suárez y Juan de Dios Ramírez y, sin perder tiempo, hizo el lateral para la entrada franca de Batistuta. El goleador avanzó en diagonal, dejó en el camino al central Raúl Gutiérrez y con un zurdazo doblegó al arquero. En el momento en el que más se lo necesitaba, Bati decidió parecerse a Bati y le dio al equipo de Basile su segundo título consecutivo en la Copa América.

LA SÍNTESIS

México 1 – Argentina 2

México: Jorge Campos; Claudio Suárez, Juan de Dios Ramírez, Raúl Gutiérrez, Ignacio Ambriz; Alberto García Aspe, Ramón Ramírez, David Patiño, Benjamín Galindo         ; Hugo Sánchez, Zague. DT: Miguel Mejía Barón.

Argentina: Sergio Goycochea; Fabián Basualdo, Jorge Borelli, Oscar Ruggeri, Ricardo Altamirano; Gustavo Zapata, Fernando Redondo, Diego Simeone; Néstor Gorosito; Alberto Acosta, Gabriel Batistuta. DT: Alfio Basile.

Incidencias

Primer tiempo: 39m Fernando Cáceres por Ruggeri (A). Segundo tiempo: Luis García por Patiño (M); 18m gol de Batistuta (A); 19m Leonardo Rodríguez por Gorosito (A); 22m gol de Galindo (M), de penal; 29m gol de Batistuta (A); 34m Luis Flores por R. Gutiérrez (M).

Estadio: Monumental (Guayaquil, Ecuador). Árbitro: Marcio Rezende, de Brasil. Fecha: 4 de julio de 1993.