Opinión
Barbarie y drogas

Barbarie y drogas

Un cuidador del boliche donde murió Fernando Báez Sosa hace cuatro años dijo: “Cuando se va la luz del sol desaparece el Estado”. Gran verdad.

Esto parece mantenerse. Cada mesa de un boliche vale entre 300 mil y 500 mil pesos para diez parejas con alcohol a discreción. El consumo de drogas es habitual, especialmente, las estimulantes y las alucinógenas.

La nutricionista muerta en Mar del Plata es un triste testimonio del uso de las drogas estimulantes (éxtasis, metanfetamina, cocaína, etc.). La progresía actual también facilita este consumo hablando de un “uso controlado”, como si no dañaran.

La realidad científica muestra lo contrario: aumenta la actividad del sistema de neurotransmisión dopaminérgico que modula importantes procesos en nuestro organismo, y produce los siguientes efectos:

* Estado de excitación motora y aumento del nivel de actividad de la persona.

* Cambios emocionales variados que pueden llegar a provocar crisis de ansiedad u otras alteraciones.

* Aumento inicial de la capacidad de atención y de la concentración, que permiten un aparente mayor rendimiento intelectual, aunque este efecto es pasajero.

* Aumento de las frecuencias cardiaca y respiratoria, así como de la tensión arterial, lo que favorece la aparición de enfermedades cardiacas y respiratorias.

Los efectos inmediatos mientras tanto son: euforia y sensación de aumento de energía. disminución del apetito, estado de alerta y falsa sensación de agudeza mental, aumento de la presión arterial y el ritmo cardiaco, contracción de los vasos sanguíneos, aumento de la temperatura corporal, dilatación de las pupilas.

Aparecen también alteraciones cardiovasculares y neurológicas como infarto de miocardio, hemorragias y trombosis cerebrales, alteraciones del estado de ánimo: cambios bruscos de humor, depresión, irritabilidad, ansiedad, agresividad, insomnio, impotencia, alteraciones menstruales, infertilidad, paranoia, alucinaciones y psicosis.

La mezcla con el alcohol de los estimulantes, que es muy común, se transforma en una interacción muy peligrosa. Cuando se usan conjuntamente, el organismo las convierte en etileno de cocaína. El efecto del etileno de cocaína en el cerebro es más duradero y tóxico que cuando se usa cualquiera de estas drogas por separado.

Así, quizás, murió convulsionando la joven profesional mientras pedía agua como suplica cuando en realidad se iba hundiendo en la muerte.

EL SUPRAESTADO NARCO

Mientras tanto el supra Estado narco hace de los Estados nacionales meras “marionetas”

acorraladas. Gobernador que refugia a su familia por amenazas. Fiscales muertos por investigar. Jueces venales que miran para otro lado. Barrios enteros tomados por estas organizaciones. Ciudades en vilo en donde las casas valen de acuerdo con la zona más o menos peligrosa.

Medios de comunicación invadidos por mafias, como sucedió en Ecuador, precisamente eligiendo lugares en donde no se debe hablar de lo que sucede. El miedo es el mejor remedio para las mafias. Con eso bastará o de lo contrario el “plomo” o el dinero.

Al lado de esto una “progresía” intelectualoide que avala todo esto banalizando el consumo. Las drogas no dañan y además se puede controlar su uso.

La “progresía” lo niega hablando de un “consumo controlado”, precisamente, cuando se van descontrolando centros cerebrales que tienen que ver con el autocontrol y los sistemas de placer.

Miles de jóvenes y millones de familias se encuentran invadidas por la ignorancia de los efectos de las drogas y del alcohol, ya que esta misma “progresía” cancela el discurso preventivo e incluso la posibilidad de un tratamiento cuando ya la patología llega a extremos psicóticos y de pérdida de control y sentido de realidad.

LOS ANTIGUOS SABIOS

Cultura deriva de “cultivo”. Cicerón hablaba del cultivo del alma como eje de la vida social y hoy, quizás, estemos cultivando violencia, o sea decadencia de la convivencia a través de la palabra y al mismo tiempo esta violencia genera una muerte anticipada.

Hegel

, en el discurso de Jena, decía que cultura era aquello que sucedía entre abuelos, padres e hijos; o sea como una metáfora de la transmisión simbólica a través del parentesco como base del vivir cultural. Esto parece estar en crisis. Así, el valor sagrado de la vida se pierde.

En la fábula de Higinio, que retoma Heidegger, se analiza la disputa entre los dioses acerca a quién de ellos le pertenecía el hombre. La discusión final la salda el rey de los dioses que pontifica que mientras viva el hombre era del dios de la cura y cura era cuidado. La esencia del hombre es proteger y cuidar la vida y cuidarnos unos a otros.

Cultivo como metáfora de la cultura implica sembrar, transmitir dones, valores, normas; familia, escuela, cultura barrial, cultura del trabajo. La misión del hombre es cuidar la vida y transmitirla y todo esto parece fallar.

Surge otro Estado, o sea la anarquía, en la noche donde la anomia como “anemia” de valores y normas parece reinar y al mismo tiempo multitud de vendedores y de jóvenes en carrera adictiva empiezan a florecer. El agua vale oro para apagar la hipertermia de los estimulantes (cocaína-éxtasis) así como el veneno tóxico también inundado de tequila, vodka o gin. Es otro mundo en donde lo inmundo reina.

La Ley que es cuidado de la vida queda a un lado y entonces surge la barbarie que es el reverso de aquello que es el cuidado de la vida. La noche nos ofrece muestras de barbarie y todo lo que sucede en los boliches parece demostrarlo en donde las drogas y el alcohol tienen una parte esencial.

Mientras tanto anunciamos otro mundo que es el de “la noche”; noche también en el día, en donde el peligro acecha y lo antisocial puede florecer, así como las “manadas”.

No olvidemos que, según datos del Observatorio de Adicciones y consumos problemáticos de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, el 21, 2 por ciento de los jóvenes inicia el consumo de alcohol entre los 12 y 13 años. La marihuana esta “a la mano” y absolutamente banalizada en sus efectos dañinos a la salud en nuestro país y somos el primer consumidor de cocaína de América Latina y rodeado de países productores de drogas.

Junto a eso la “inmunología social” (conjunto de valores y transmisiones simbólicas) que dan los padres, las escuelas, las religiones, la cultura en general parecen estar en crisis junto a la pobreza generalizada de miles de jóvenes, muchos de ellos sin padres o padres desconocidos que “vagan” en el mar bravío de la vida sin los “salvavidas” que son precisamente los que nos previene de las enfermedades sociales que hoy se ofrecen en las góndolas de la posmodernidad bajo mil rostros. La cultura del trabajo parece lucir ausente lo cual nos hace recordar a Hegel que nos decía que “el trabajo es la fragua ética de la humanidad”.

LA BARBARIE ESTA AHÍ

La historia del hombre es una lucha entre la barbarie y la humanidad. La humanidad es un emergente, es frágil. Los momentos de humanidad en ciertas etapas son frágiles; parecería que todo es pura barbarie. Lo humano es algo muy débil

.

En cada uno de nosotros late lo que vive la sociedad: el ‘homo demens’ (bárbaro) y el ‘homo sapiens’ (el emergente humano y altruista).

Cuando, por momentos solo reina la barbarie surge la fatiga ontológica o sea el nihilismo, se fatiga el sentido de las cosas, el “para qué” hacemos lo que hacemos. Surge la melancolía y nos solazamos en la autodestrucción y el masoquismo.

La ley como unión de una comunidad y de sus propósitos es un referente simbólico y cultural que está más allá de cada uno de nosotros y nos protege de la barbarie.

La transgresión de la ley o la veda de la ley es la vuelta de la barbarie. Heidegger dirá: “Cuando los mundos se evaporan”, o el filósofo Hobbes agregará: “Cuando el hombre es el lobo para el hombre”. La veda de la ley nos muestra el derrumbe del mundo y la emergencia de lo in-mundo.

* Director General Gradiva, rehabilitación en adicciones.