'Resurrección'. Sinfonía Nº2 en Do menor de Gustav Mahler. Por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirigida por Charles Dutoit. Puesta en escena: Romeo Castelllucci. Función inaugural de la temporada del teatro Colón. El martes 7, en el Pabellón Ocre de La Rural.
Una inauguración de temporada atípica presentó este año el teatro Colón, no solamente por el lugar físico, la instalación transformada del Pabellón Ocre de La Rural a sus efectos, sino también por partir con una nueva alternativa en celebración de los cuarenta años de democracia en el país, e iniciar el ciclo Divina Italia paralelamente, como fue presentado días atrás.
Bien es cierto que la pandemia en su abrumador desarrollo en el mundo ha llevado institucionalmente a grandes escenarios musicales y líricos a fomentar presentaciones llamativas e impactantes. Precisamente, el Colón tomó cartas en estos principios con la versión de la notable y extensa sinfonía malheriana, la segunda, en Do menor, que naciera con el intento de “ritos fúnebres” y por la que el músico, luego de un primer estreno dirigido por el entonces influyente Hans von Bulow, cuya opinión no fue favorable, se sumió en el desánimo.
Ahora bien, después de la muerte de este afamado director, Mahler quedó impactado por un descubrimiento. Se trata de la oda `Aufersteh'n' ('Resurrección') del poeta alemán Friedrich Gottlieb Klopstock, una revelación entonces que le sirvió para acometer su propia musicalización del poema que se estrenó con sus cinco movimientos, coro y voces femeninas (soprano y contralto) en 1905 en Berlín, ya que al decir del eminente director suizo Charles Dutoit, que volvió expresamente para dirigirla entre nosotros en esta ocasión, “en Mahler hay una obsesión con la muerte y con su significado, y es necesario enfrentarse a ella para entenderlo.
ESCENARIO
Lo cierto que el Colón tuvo al frente a Charles Dutoit, de ochenta y seis años, en esta versión de apertura, lamentando eso sí, que desde la gradería no se lo veía y hubiera sido oportuno instalar pantallas laterales para verlo dirigiendo. Un detalle quizá faltante, porque toda la inmensa escena elevada en una plataforma de unos cincuenta metros de ancho por veinticinco de fondo, la ocupó la concepción escénica del afamado Romeo Castellucci, nacido en Cesena hace sesenta y dos años y autor de esta puesta a mediados del año pasado en el festival de Aix en Provence, que en aquella ocasión se había instalada en un galpón.
Cabe aclarar no obstante que en esta ocasión no viajó el celebrado puestista italiano por estar ligado a otro de sus proyectos, que le han ganado considerable fama, pero sí representantes de su elenco. Por eso esta narrativa escénica, iniciada primero por el caballo blanco Tartufo descubriendo en las seiscientas toneladas de tierra húmeda los cadáveres representados por más de un centenar de esqueletos traídos al efecto, formando las escenas de descubrimiento de cadáveres en una fosa común por miembros de las Naciones Unidas, y el rescate pertinente.
Entretanto, en el foso estuvieron los integrantes de la Filarmónica y el frondoso orgánico mahleriano que propone la obra; las dos solistas intervinientes, de eficaz desempeño, Jacquelina Livieri y Guadalupe Barrientos; y el Grupo Vocal de Difusión dirigido por Marianao Moruja, todos los cuales mostraron su esmerada preparación y resultado en una versión y perfil atípicos, cuyas condiciones acústicas no fueron por cierto las más naturales puesto que había amplificación por las dimensiones y característica del recinto.
Pero valió el esfuerzo producido con la presencia de los músicos de la OFBA y por cierto su admirado director, al que no pudo verse (un par de pantallas pudieron ser muy útiles en esa visualización, tanto del maestro como de los grupos instrumentales y las dos solistas vocales), y por otro lado, la labor de los numerosos participantes del plano visual (más de una veintena entre actores y figurantes), así como también la preparación del marco visual que podía introducir vehículos en escena y hasta una grúa.
Un espectáculo entonces de una condición distinta, infrecuente y dispuesta a brindar también un tributo y homenaje, como señalamos de entrada. Donde el Colón dio amplia medida de sus posibilidades en lugares como el elegido para este tributo.
Calificación: Muy bueno
FOTOS: GENTILEZA JUAN JOSE BRUZZA